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Este martes se volverá a vivir otro Inglaterra-Alemania, esta vez en la Eurocopa 2020. (NAIZ)

El partido de los partidos


«El fútbol es un juego muy simple: 22 hombres corren detrás de un balón y, al final, siempre gana Alemania». La frase pronunciada por Gary Lineker después de la derrota inglesa ante el equipo germano en las semifinales del Mundial de 1990 permanece inalterable en la cultura popular futbolística.

Este martes por la tarde se enfrentan Inglaterra y Alemania (18.00). En total, ingleses y alemanes se han enfrentado en 32 choques –8 de ellos en grandes torneos–, saldados con 15 triunfos de la Die mannschaft, otros 13 los pross y 4 empates. El estreno oficial data del 10 de mayo de 1930 en Berlín, una cita en la que empataron a 3. El antagonismo se reforzó el 14 de mayo de 1938, nuevamente en la capital germana y ante 110.000 espectadores. Y es que 16 meses antes de la II. Guerra Mundial, Inglaterra ganó por 3 a 6, logrando una victoria que ponía en solfa la supremacía teutona pregonada por Hitler. Una recomendación de la oficina británica de Asuntos Exteriores obligó a los jugadores ingleses a realizar el saludo nazi como «gesto de cortesía» antes del pitido inicial. Un guiño infame.

«Wembley Tor»

Concluida la contienda bélica, Inglaterra y Alemania se volvieron a medir en varios amistosos. En uno de ellos, disputado en febrero de 1966, Geoff Hurst se debutó con la elástica de los three lions. Un nombre clave en la rivalidad entre ingleses y alemanes, ya que fue el autor de uno de los goles más controvertidos de todos los tiempos. El 30 de julio de ese mismo año, ambas selecciones disputaron la final de la Copa del Mundo en Wembley. Finalizados los 90 minutos con empate a 2, el choque se fue a la prórroga. Un periodo extra en el que emergieron dos figuras: el citado Hurst y el asistente soviético Tofiq Bahramov. El delantero del West Ham anotó la tercera diana de los ingleses mediante un remate que tras golpear en el larguero provocó que el balón botase en un punto indeterminado de la portería.

De hecho, en ambos países todavía se debate si la pelota cruzó la línea de gol o no. Lo cierto es que el juez de línea azerí concedió el tanto y puso en ventaja a los pross. La jugada generó un gran impacto en la cultura popular, los ingleses utilizan la expresión «russian linesman» para referirse a la toma de decisiones controvertidas, mientras que los alemanes califican como «Wembley Tor» -«el gol de Wembley» a los tantos fantasma.

El propio Hurst, completando su particular tripleta, marcó el cuarto de Inglaterra. Otra acción que ha trascendido al imaginario popular debido al comentario lanzado del narrador de la BBC Kenneth Wolstenholme: «They think it's all over... its now», algo similar a «ellos piensan que todo ha terminado... y eso es ahora». Una frase utilizada por New Order en su tema «World in motion» o que se puede escuchar en el mix alternativo de la canción «Glass Onion» de los Beatles.

Cuatro años después, el 14 de junio de 1970, los teutones se tomaron la revancha en la Copa del Mundo disputada en México al superar a los ingleses en cuartos de final. El encuentro estuvo marcado por la ausencia del portero inglés Gordon Banks. Mullery y Peters adelantaron al equipo de los three lions, pero Beckenbaur y Seeler igualaron la contienda. En la prórroga, Gerd Müller clasificó a los germanos para semifinales. La prensa inglesa culpó de la derrota al arquero suplente Peter Bonetti, un hombre que acabó como cartero en Escocia. La misma semana de la eliminación mundialista, los conservadores ganaron las elecciones y el Primer Ministro saliente Harold Wilson relacionó la derrota laborista con lo sucedido en Guajanato.

Tras medirse en la Eurocopa de 1972, de nuevo con victoria germana, Inglaterra pasó una dura travesía del desierto que le llevó a perderse las Copas del Mundo de 1974 y 1978. Volvieron en 1982, ya con el fenómeno del hooliganismo en auge y en plena Guerra de las Malvinas. Con el hotel Tamarises de Getxo como campo base, los ingleses jugaron ante Francia, Checoslovaquia y Kuwait en San Mamés. En la segunda ronda, los pross se midieron ante alemanes y españoles en Madrid. El billete a semis fue para los germanos después de empatar con los ingleses y ganar a los anfitriones.

Una noche en Turín

El camino al Mundial de 1990 estuvo marcado por las duras críticas de los tabloides al seleccionador Bobby Robson, así como por la exclusión de los equipos ingleses de los torneos continentales tras la masacre de Heysel. La mismísima Margareth Thatcher se mostró contraria a la participación de Inglaterra en el torneo y su ministro de Deportes Colin Moynihan alentó a la policía italiana para que actuase sin contemplaciones contra los aficionados desplazados a Cerdeña. Un contexto que se puede recordar merced al documental de James Erskine «One night in Turin», una obra que refleja el paso de los pross por Italia desde un aspecto deportivo, social, político y cultural. El actor Gary Oldman puso la voz a un trabajo cuya banda sonora está repleta de los éxitos musicales ingleses de finales de los ochenta.

Tras un mal comienzo, alcanzaron las semifinales. En las mismas, otra vez, Alemania. El 4 de julio de 1990, los pross realizaron su mejor partido, a pesar de encajar varios golpes difíciles de asimilar. El primero, tal y como cuenta el difunto Sir Bobby Robson en «One Night in Turín», fue el gol de Brehme tras un lanzamiento de falta. «En ese tipo de jugadas, siempre teníamos un jugador que hacía de kamikaze». Es decir, que salía de la barrera lo más rápido posible para interceptar el lanzamiento. El encargado de abalanzarse sobre la pelota era Paul Parker, el futbolista en el que golpeó el tiro del lateral alemán para configurar una parábola imposible de atajar por Shilton. El otro gran contratiempo fue la amarilla recibida por Paul Gascoigne. Una amonestación que le impediría jugar la hipotética final. Su imagen, mordiendo la camiseta y con los ojos llorosos, marcó a los hinchas.

A pesar de todo, los ingleses no se rindieron y Gary Lineker empató cuando faltaban 10 minutos para el final. En la prórroga, David Platt estrelló un balón en el poste pero el partido se fue a los penaltis. Durante la tanda, Illgner paró el chut de Pearce y Waddle mandó el suyo a las nubes de Turín. Alemania, inmersa en pleno de proceso de reunificación, sonreía. Desde la víspera era posible utilizar el marco como moneda en la RDA, algo que desató la euforia tal y como retrata el filme «Goodbye Lenin», después llegaría la resaca. Inglaterra, por su parte, se lamentaba.

Seis años después tuvieron una nueva oportunidad también en semifinales, pero en este caso de la Eurocopa. Los ingleses buscaban reivindicarse en un contexto de estadios modernos, ausencia de hooliganismo y con una selección renovada por Terry Venables. Sin embargo, otra vez, en la antesala de la final aparecieron los teutones. Shearear adelantó a los pross y Kuntz igualó para los germanos. En la prórroga, el marcador no se movió y todo se decidió desde los once metros. El actual seleccionador inglés Gareth Southgate falló su lanzamiento y Möller clasificó a los alemanes.

Ambos se midieron asimismo en la edición de 2000, en un torneo en el que los dos se fueron para casa en la primera ronda. Cuatro meses después, el 7 de octubre, se enfrentaron en el último partido jugado en el antiguo Wembley. En el marco de la fase de clasificación para el Mundial de Corea y Japón, Alemania ganó merced a un tanto de Hamann y la derrota le costó el puesto al seleccionador inglés Kevin Keegan. La vuelta se disputó el 1 de septiembre de 2001, ya con Sven Goran Eriksson como director técnico inglés, y supuso un auténtico «Waterloo» para Alemania en palabras de Karl-Heinz Rummenigge. El conjunto isleño se impuso por 1 a 5 en Múnich gracias a un hat-trick de Michael Owen y otros dos tantos de Gerrard y Heskey. El padre de Rudi Völler, entrenador del elenco germano, sufrió un infarto en la grada.

La última gran cita en la que se midieron Alemania e Inglaterra fue el Mundial de Sudáfrica en 2010. Los teutones vencieron en un encuentro mediatizado por el «gol fantasma» –en un lanzamiento que entró con claridad en la portería de Neuer– de Frank Lampard que el colegiado uruguayo Jorge Larrionda no concedió. Pese a ello, los germanos fueron netamente superiores durante todo el choque y acabaron ganando por 4 a 1. Ahora, toca escribir un nuevo capítulo en la historia de un antagonismo histórico.