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Olivier Norek
Escritor

«La literatura policiaca es un género que está abierto a todo tipo de miradas»

En su última novela, Olivier Norek nos ofrece un thriller medioambiental en el que un antiguo soldado convertido en activista comienza a secuestrar y ajusticiar a directivos de multinacionales energéticas planteando a estas un ultimatum para revertir su responsabilidad en la crisis climática.

El escritor Oliver Norek. (NAIZ)

​En «Impacto» usted retrata una sociedad en shock por los efectos de la contaminación asociada al cambio climático. ¿Cómo fue la experiencia de escribir un thriller de tintes apocalípticos en pleno confinamiento?

Antes de que estallase esta crisis sanitaria yo ya tenía en mente escribir una novela sobre el que, para mí, es el mayor serial killer de la Historia: el cambio climático. No obstante, el confinamiento que vivimos el pasado año fue lo que terminó de impulsarme a hacerlo. Hay una relación directa entre ambos fenómenos. El calentamiento global está contribuyendo a que el permafrost comience a deshacerse y eso liberará una cantidad ingente de virus que permanecen congelados en esa capa de suelo desde hace millones de años, virus que fueron capaces de aniquilar a los dinosaurios. Ese tipo de reflexiones me llevaron a un estado de rabia considerable que, al estar confinado, tuve que gestionar en soledad. “Impacto” es una novela que escribí en apenas cuarenta días donde volqué toda esa indignación.
 
A lo largo de la novela usted cita en varias ocasiones la crisis actual como ejemplo de un modelo de sociedad insostenible, ¿la realidad supera a la ficción?

La realidad lo que hace es ofrecernos evidencias del modelo insostenible de sociedad que estamos creando, lo que ocurre es que nos da miedo enfrentarnos a esas evidencias y preferimos mirar para otro lado. Con la crisis climática ocurre lo mismo que con el racismo, somos conscientes de que es un fenómeno que existe y que habla muy mal de nosotros como sociedad, pero muchas veces nos sentimos impotentes para dar una respuesta. Por eso creo que lo importante es generar conciencia y, en este sentido, una novela como “Impacto” puede ser útil. Podía haber escrito un ensayo al respecto pero creo que una trama policiaca contribuye a implicar emocionalmente al lector de una manera mucho más directa y situarle ante la necesidad de sacrificarnos colectivamente para garantizar el futuro del planeta. Hasta hoy todas las luchas colectivas que hemos emprendido los seres humanos han estado encaminadas a garantizar nuestro propio bienestar. Ahora nos toca luchar no por nosotros sino por otros a los que no conoceremos, por un planeta que no habitaremos. La gran pregunta es: ¿Quedaremos en los anales de la Historia como una generación capaz de sacrificarse o como unos auténticos hijos de puta irresponsables?

Usted evoca diversos episodios sobre situaciones que se han dado en los últimos años y que reflejan esa degradación del espacio natural. ¿Fueron esos episodios los hilos de los que tiró para escribir la novela?

Sí, de hecho estuve reuniendo documentación durante dos largos años. Hay muchos episodios que han aparecido en las noticias, abordados de manera superficial, como si fueran sucesos insólitos que no tuvieran nada que ver con el cambio climático. Por lo tanto, es un tema que llevaba largo tiempo en mi corazón de novelista. La crisis del covid lo que ha hecho ha sido volcarlo en mi estómago. Algo parecido ocurre con el tema de los refugiados que será el argumento de mi siguiente libro.

¿En qué medida su trabajo como policía ha inspirado su labor como escritor? Porque en sus novelas hay un sentido de la acción muy acentuado, son muy físicas, muy orgánicas.

Supongo que eso, efectivamente, tiene que ver con mi experiencia en la brigada criminal, no hubo semana donde no tuviera que enfrentarme con uno o varios cadáveres y eso probablemente haya contribuido a definir la crudeza y la frialdad con la que narro ese tipo de situaciones en mis novelas. La literatura policiaca está abierta a todo tipo de miradas y eso hace que sea un género bastante democrático también para el lector que puede elegir cómo aproximarse a una determinada realidad. Yo, como expolicía, conozco muy bien todos los secretos y los protocolos de investigación, y como escritor lo que le ofrezco al lector la posibilidad de vivir en primera persona esos procedimientos invitándole a ser parte de la investigación.
 
¿Cómo se despertó en usted la vocación literaria?

Fue tardíamente, trabajando en un convoy humanitario en la guerra de la ex Yugoslavia. Allí empecé a escribir cartas a mi familia narrando todo lo que veía a mi alrededor con una descripción tan viva que logré sorprender a muchos. Después de haberme presentado a algunos concursos de relatos, alguien me animó a que escribiera una novela. Yo entonces ya trabajaba como policía y opté por seguir el mismo procedimiento: hablar de lo que conocía, de aquello que ocurría a mi alrededor durante mi día a día y ahí me di cuenta de que no hay gran diferencia entre la labor de un escritor de novela negra y la de un criminal. Un criminal planifica su delito, lo ejecuta y después huye de la policía intentado no dejar pistas mientras que un autor policiaco planifica el relato y lo escribe intentando ocultar la naturaleza del misterio al lector.

¿Cuánto de usted hay en el protagonista de «Impacto»?  Él, como usted, tiene un pasado como activista medioambiental pero también como soldado, como representante de esas fuerzas del orden de las que se sirve el establishment para mantener el status quo.

Todo policía debería saber diferenciar lo que es legal de lo que es legítimo, saber establecer la frontera entre las normas establecidas y lo que resulta ético o moral. El código penal está inspirado por un sentimiento de justicia pero en ocasiones lo que es justo no tiene cabida en el código penal y esa disyuntiva la viví a menudo mientras ejercía como policía sabiendo que la aplicación de unas determinadas normas podía generar un escenario injusto. Ese dilema está en el protagonista de la novela.
 
¿Comparte usted su tesis de que en situaciones donde los poderes públicos desprotegen a sus ciudadanos la única solución es actuar en legítima defensa?

¿Es una pregunta que me haces como escritor o como policía? [risas] Como expolicía te diría, claro, que hay que confiar en la ley y en los tribunales porque si cada quien anduviese tomándose la justicia por su mano esto sería el caos. Pero como escritor soy consciente de que no hay revolución sin violencia.
 
¿Entonces cree que esa violencia estaría justificada, tal y como se apunta en la novela, como respuesta a la violencia que las grandes corporaciones ejercen contra la salud pública?

La violencia acontece cuando las palabras no alcanzan y representa el fracaso de la diplomacia. Ya en la década de los 70 hubo informes que señalaban que la crisis climática y la gestión de los recursos nos llevaría a una nueva guerra y desde entonces todos los indicadores evidencian que estamos al borde del colapso. Con lo cual si pese a todo eso hay compañías y empresas que siguen anteponiendo la obtención de beneficios a la salud pública ¿Qué otra solución queda que no sea la de levantarse contra ellos? Porque además, ciñéndonos a la trama de la novela, ¿Qué resulta más violento? ¿El hecho de secuestrar al presidente de una gran compañía energética o que este firme un documento que en la práctica convertirá a más de medio millón de personas en refugiados?

¿Qué resulta más violento? ¿Secuestrar al presidente de una gran compañía energética o que este firme un documento que convertirá a más de medio millón de personas en refugiados?

¿Cree que hemos perdido conciencia colectiva? Se lo pregunto porque en su novela casi todos los personajes actúan a título individual.

El interés colectivo, por desgracia, no forma parte de nuestro ADN sino que estamos programados para defendernos y defender a los de nuestro clan. En este sentido, los dos personajes protagonistas de la novela fungen como metáfora ya que aunque sus decisiones las adoptan a título individual, cada uno de ellos, es capaz de sacrificar su carrera profesional para el éxito de una causa común.
 
En la novela también habla de la capacidad de asociarnos a través de internet y de las redes para extender esa lucha. ¿Qué valor le da a estos medios como herramientas de movilización social?

Las redes sociales permiten una comunicación más directa, más libre, pero también más anónima y eso me preocupa porque al final dejan la puerta abierta a decenas de personajes tóxicos que antes únicamente soltaban sus proclamas en el bar, con unos tragos de más y delante de un grupo de amigos. En este sentido me parecen algo infernal pero no hay que obviar lo positivo que resulta el hecho de poder hacer llegar tu mensaje y de poner a interactuar simultáneamente a millones de personas. Lo relevante, por lo tanto no es el medio sino el mensaje. Debemos tener la inteligencia y madurez necesarias como para discriminar entre los miles de contenidos que nos llegan al cabo del día por estos medios y evitar dejarnos arrastrar por las corrientes de opinión.
 
¿Confía en eso que se ha dado llamar responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático?

Mientras permanecíamos confinados, muchos teníamos la esperanza de que este episodio de la covid sirviera para que la ciudadanía tomara conciencia sobre los riesgos inherentes a esta suerte de capitalismo global que tiene en jaque al planeta. Y, sin embargo, lo que se ha producido es un incremento de las inversiones en energías fósiles y un aumento de la evasión fiscal. Nos autosugestionamos con que de esta crisis saldríamos fortalecidos como sociedad y lo que hemos hecho es volver a la casilla de salida. A pesar de todo no queda otra que confiar en la responsabilidad individual y en la capacidad de movilización ciudadana para responder al desafío en el que nos sitúa la crisis climática ya que los gobiernos no van a mover un dedo para cambiar los fundamentos del sistema económico si no es bajo presión popular. Pero ahora mismo la urgencia tampoco es esa, antes que nada, debemos centrar todas nuestras energías en salvar nuestro hábitat.