Los Merino Untzueta, guardianes de nuestra memoria
Posiblemente ‘Fantasía’, de Aitor Merino, sea el documento que alguna vez a más de uno se nos ha pasado por la cabeza, sea en formato de película o libro. El objetivo, dejar constancia de la cadena humana de la que solo somos un eslabón. Y con 'Fantasía', Merino hace más: nos hace de su familia.
Los proyectos a los que nos referimos son como los retratos de aquellos de la familia que se le fueron y que pinta en su casa de Iruñea Kontxi Untzueta, la madre de Aitor y Amaia Merino, mientras no puede evitar llorar a mares. Solo que con ‘Fantasía’ lloras, te ríes y, como apuntaba una espectadora, te da pena que se acabe el viaje con esta familia.
Al contemplar ‘Fantasía’ es como si el hijo de Kontxi, o mejor sus hijos (porque este filme es un proyecto colectivo), de alguna manera le hayan tomado el relevo a la madre al rodar este documental emocionante en el que nos abren una ventana a su vida familiar, nos enganchamos a esta pareja entrañable formada por Iñaki y Kontxi (todos queremos que nos inviten en Navidades a su casa, aunque estén enfadados: «Nosotros siempre estamos de morros o morreándonos», dice la madre) y empatizamos con esa sensación ambivalente de entre cariño y pena al constatar que se hacen mayores.
Los Merino Untzueta, aunque quizás habrá que decir Untzueta Merino (que Kontxi es mucha Kontxi), asistieron el martes por la tarde a la primera proyección en la sección Zinemira de ‘Fantasía’. El estreno tuvo lugar antes, en el Festival de Málaga, pero hacerlo en casa y con tantos amigos y familia en la sala era otra cosa, como reconocía el propio actor y director (‘Asier eta biok’, 2013).
Con la sala llena, la sensación general era de emoción, agradecimiento por la generosidad de esta pareja y, sobre todo, el disfrute de que una película remueva, toque y divierta. Por una entrada, más no se puede pedir.
El punto de partida de este documental es la escena con la que arranca: el crucero ‘Fantasía’ en el que los cuatro miembros de la familia pasaron unas vacaciones juntos. Hacía mucho que no lo hacían, porque los dos hijos se marcharon muy jóvenes de casa y geográficamente también están lejos.
Un reencuentro, un viaje al pasado («era como si lleváramos dos adolescentes», decía la madre) con el plus de ser conscientes de que ya puede que no puedan repetirlo. La edad, el tiempo, que pasa tan rápido.
Del crucero al fin del viaje
En el mismo crucero empezó todo. «Le dije a Aitor: Vamos a ir con la cámara. No sabíamos que íbamos a grabar pero enseguida vimos que allí estaban ellos dos, los protagonistas. Cada noche en la habitación mirábamos lo que habíamos grabado», explica Amaia Merino, actriz y cineasta como su hermano. Juntos han filmado ‘Asier eta biok’ y, con Miguel Angel Llamas, Amaia ha firmado la dirección de la impactante ‘Non dago Mikel’ (2020).
De hecho, el crucero lo filmaron con la cámara con la que rodaron ‘Asier eta biok’.
Han sido cuatro años de rodaje, con Aitor Merino convertido en «depredador de imágenes»; es decir, siguiendo a su familia con una cámara, vampirizándola incluso de forma muy divertida.
Y es un viaje en el que sus padres han reconocido que han disfrutado, que no les ha importado que se les vea al natural en todos los sentidos (incluso sin dentadura o bailando ballet al salir de la ducha con solo una toalla, inolvidable), porque ellos, como nos dijo la madre, «no somos de secretos».
Además, por los hijos, lo que haga falta. «Todo lo que hacen mis hijos pienso que está bien», sentenció Iñaki Merino. Kontxi Untzueta, además, ha conseguido una meta: «Le suelo decir a Aitor, ‘a ver cuándo le das un papel a tu madre’. Y, fenomenal, ha llegado mi momento».