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El efecto llamada de la Declaración de Altsasu

Recogió los «principios Mitchell» y propició que los facilitadores internacionales se acercaran de nuevo a la cuestión vasca con opciones de trabajar en una nueva hoja de ruta en busca de soluciones al conflicto.

Presentación de la Declaración de Altsasu, el 14 de noviembre de 2009. (FOKU)

Un miembro del Centro para el Diálogo Humanitario Henry Dunant (HDC) y Jonathan Powell se trasladaron a Euskal Herria para reunirse con Rufi Etxeberria y Urko Aiartza en otoño de 2009. Se trataba de hablar de las expectativas generadas por un posible cambio de estrategia de la izquierda abertzake y una declaración que estaba preparando en ese sentido para mediados de noviembre, una vez iniciado el debate que llevó a dicho cambio con la resolución “Zutik Euskal Herria”.

El centro había mantenido su contacto con los representantes de la izquierda abertzale después de que se terminara el proceso de negociación 2005-2007. La participación del centro fue crucial también en todo aquello, en un primer momento de la mano de su fundador Martin Griffiths, quien tuvo que dejar la fundación en 2010. Hoy en día ocupa un puesto de máxima responsabilidad en la ONU. Es secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia y, como tal, ha realizado últimamente gestiones en Afganistán.

En aquel periplo negociador participaron activamente Andrew Marshall y James LeMoyne, quienes mantuvieron ese hilo de contacto con la cuestión vasca y siguieron trabajando cuando la ocasión volvió a aparecer con motivo de la Declaración de Altsasu, con David Harland como director a partir de 2011. Harland fue quien leyó el comunicado de fin de ETA el 3 de mayo de 2018.

HDC, actor e interlocutor principal

Con la ayuda de fundaciones, asociaciones y personalidades internacionales para organizar o convocar diferentes iniciativas –la Declaración de Bruselas o la misma Conferencia de Aiete– y con estructuras montadas ad hoc para el tema vasco –el Grupo Internacional de Contacto y la Comisión Internacional de Verificación–, el HDC fue durante todos esos años el interlocutor principal en la trastienda para los agentes implicados más destacados. Así, en el proceso que condujo a Aiete y se prolongó después de la estancia de ETA en Noruega, se establecieron tres grandes ejes de relación: la del HDC con el Gobierno español –y, ocasionalmente, el francés–; la del HDC con la izquierda abertzale, con innumerables reuniones sobre todo en Euskal Herria, en el triángulo formado por las localidades de Oiartzun, Hernani y Donostia; y la del HDC con ETA, mediante comunicaciones a través de intermediarios, citas en la clandestinidad o reuniones en territorio noruego con garantías de seguridad.

A Rufi Etxeberria le acompañaba siempre Urko Aiartza,  especializado en el ámbito internacional y, a fuerza de acumular relaciones, en la resolución de conflictos. En las elecciones de 2011 este abogado fue elegido senador por las listas de Amaiur. Con posterioridad ha hecho trabajos de asesoría en distintos conflicto en el mundo. En diciembre de 2014, Aiartza formó parte de la guardia de honor ante el féretro de líder sudafricano Nelson Mandela junto con Gerry Adams, del Sinn Fein, y representantes del Frelimo, MPLA, Swapo, Frente Polisario y OLP. En la actualidad es director del laboratorio de ideas Teleforo Monzon eLab, en relación con la Fundación Olaso Dorrea.

Tras constatar que algo se movía aquel 2009, los representantes del centro llamaron a Powell para realizar la citada reunión con los representantes de la izquierda abertzale, en un momento en el que los mensajes que recibían desde el equipo de Rubalcaba eran totalmente negativos, pues rechazaban que en ETA se pudiera producir cambio alguno y lo que realmente anhelaban era una ruptura en el independentismo de izquierda.

Principios Mitchell

Una vez más, el texto de la declaración se convirtió en un elemento trascendente. La recomendación de los interlocutores internacionales era clara: si se quería favorecer una implicación del exterior, la mejor manera era realizar una referencia nítida y reconocible.

Ya habían hablado con anterioridad de los principios Mitchell y, de hecho, antes incluso de la detención en setiembre de Arnaldo Otegi y sus compañeros, esa referencia ya se estaba barajando en el seno de la izquierda abertzale.

Sin embargo, aunque los primeros borradores para la declaración en ciernes recogía su espíritu, los términos «principios Mitchell» no aparecían. Ante la sociedad podía sonar raro hacer una referencia tan desconocida en el país. Al fin y al cabo, ¿quién era George Mitchell? En Euskal Herria, el conocimiento del proceso irlandés era amplio, pero no tanto como para saber que esos principios de no utilización de la violencia ni de la amenaza de usarla que rigieron allí el diálogo llevaban el nombre de un senador norteamericano implicado en aquel proceso.

El consejo de los internacionales, no obstante, favorecía la posición de que los términos «principios Mitchell» se recogieran tal cual. Y así se hizo en la declaración de Altsasu, dada a conocer el 14 de noviembre de 2009.