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«El mejor portero del mundo»: Urkiaga, el «chavo gordo» vasco en el exilio


Joaquín Urkiaga Legorburu fue uno de los porteros más importantes de La Liga durante la primera parte de la década de los años treinta del siglo pasado. Un período futbolístico y vital cortado abruptamente debido al golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936. La contienda bélica también marcó la trayectoria del guardameta vasco, que acababa de llegar al Fútbol Club Barcelona y que, posteriormente, sería una celebridad en México.

Nacido el 29 de marzo de 1910 en Zorrotza, un barrio humilde con fuerte tradición futbolística del que también salieron Leonardo Cilaurren –también exiliado con la selección vasca y que fuera jugador de River Plate o Peñarol–, José Mari Orue –campeón de Copa con el Athletic en la mítica final de 1958 y, posteriormente, uno de los impulsores de las Gestoras pro Amnistía–, José Antonio “Chato” Latorre –autor del gol número 2.000 del equipo rojiblanco– o Javi González. Con menos de veinte años, Urkiaga defendía la portería del Barakaldo, en un equipo en el que también estaban Serafín Aedo –que, más tarde, acompañaría al meta en el Betis y sería mitico defensa de la selección vasca por el mundo– o Julián San Cristóbal Larrinaga, el bisabuelo de Ander Herrera.

Tras firmar por el Betis, el día de Navidad de 1932, el meta vizcaino debutó en la máxima categoría en un encuentro ante el Barcelona de la mano del entonces preparador del equipo andaluz, el irlandés Patrick O’Donnell. Curiosamente, tanto el técnico como el conjunto blaugrana tendrían una importancia capital en el recorrido vital posterior de Urkiaga. Una vez asentado como titular en el cuadro verdiblanco, al zorrotzarra le tocó la hora de saborear la gloria alzándose con el título de Liga en 1935. Un éxito en el que, además, el portero consiguió ser el menos goleado al apenas encajar 19 tantos en 21 encuentros.

En aquel entonces, el cuadro sevillano contaba con un claro acento vasco, ya que además de Urkiaga, también aglutinaba en sus filas al barakaldarra Serafín Aedo, el bergararra Victorio Unamuno, el navarro Luis Arnaiz, el ordiziarra Kepa Arenas, además de Rufino Fernández de Larrinoa y Simon Lekue, ambos naturales de Arrigorriaga. Anteriormente, otros jugadores procedentes de Euskal Herria como Altuna, Arketa, Manolín o Soladero habían vestido igualmente la elástica del conjunto de Heliopolis.

La gira que salvó al Barcelona

En total, disputó cuatro campañas en el Betis y todavía continúa entre los 10 porteros que más partidos han completado con el equipo andaluz en Primera. En enero de 1936, Amadeo García de Salazar le convocó para el encuentro que la selección española debía disputar ante Austria, aunque finalmente alineó a Guillermo Eizagirre y Urkiaga no dispuso de ningún minuto. En la relación del conjunto hispano hubo hasta doce jugadores vascos.

Meses después, el meta partió al Barcelona, donde le esperaban Areso, O’Donnell y el destino. Y es que tras el Golpe de Estado franquista, el conjunto catalán pasó a jugar la Liga Mediterránea, dentro de la zona que la República española mantenía todavía sobre su control. Según la página web oficial del cuadro blaugrana, Urkiaga disputó 16 encuentros de una competición que ganaron los culés y que también disputaron el Athletic de Castellón, Espanyol, Girona, Ginmástico de Valencia –formado dentro del Patronato de la Juventud Obrera, apoyado por los Jesuitas y que acabó fusionándose con el Levante tras la guerra–, Granollers SC, Levante y Valencia. Asimismo, también se celebró el campeonato de Catalunya, en el que además de los clubes citados, tomaron parte el Badalona y el Sabadell.

Tarjeta de identifiación de Joaquín Urkiaga. (Mediateca INAH México - Archivo Casasola)

Todo cambió el 18 de mayo de 1937, el día en el que el Barcelona se lanzó a una aventura que acabó con el exilio de buena parte de sus integrantes, pero con el futuro del club garantizado. Y es que el club catalán, cuyo presidente Josep Sunyol –junto al periodista Ventura Virgili, el chófer y un teniente republicano– había sido fusilado en Guadarrama por «marxista y separatista» meses antes, comenzó el camino que le iba a llevar a disputar 14 encuentros en EEUU y México. Una gira para abrazar la causa republicana y llenar las arcas de una entidad que arrastraba un pronunciado déficit.

Tras superar el paso de Port Bou en tren, en un trayecto marcado por los bombardeos en esa zona, la expedición blaugrana llegó a la localidad francesa de Saint Nazaire. Desde allí, embarcaron el 24 de mayo, para arribar el 8 de junio a México. Lázaro Cárdenas, el entonces presidente del país azteca, acogió con entusiasmo la llegada del equipo catalán. Una de sus sobrinas, Josefina Rángel Cárdenas, acabaría contrayendo matrimonio con Martí Vantolrá, extremo y capitán aquel Barcelona, militante nacionalista de izquierdas y que, posteriormente, también jugaría algún partido con la selección vasca en el exilio. Décadas después, su hijo Josep fue parte del combinado azteca que disputó el Mundial de 1970.

Gracias a dicho periplo, el Barcelona consiguió 12.900 dólares, cerca de 460.000 pesetas de aquella época, que fueron depositados en un banco parisino para evitar se confiscados por el régimen franquista. Sin embargo, además del mencionado Vantolrá, otras de las referencias del conjunto catalán no regresaron por temor a las represalias. En algunos casos por su compromiso político, en otros por su independentismo vasco o catalán e, incluso, por encontrar mejores perspectivas laborales en México. Fue el caso de Esteve Pedrol, Felix de los Heros Azkueta “Tache”, Fernando García, Joaquín Urkiaga, Josep Iborra y Miquel Gual. Además, Kepa Areso ya integraba la selección vasca en el exilio, un equipo en el que también jugó regularmente el vizcaino Félix De los Heros, además de fugaces apariciones de Iborra y Urkiaga, en ambos casos cubriendo la baja del meta Goyo Blasco. Todos ellos, eran parte de los «transterrados», la fórmula que eligió el filósofo José Gaos para definir a los exiliados en México.

Precisamente, gracias a un encuentro ante el cuadro vasco, la prensa mexicana definió al zorrotzarra como «el mejor portero del mundo». Un calificativo que enfrentaban, como atractivo para presentar el choque que debían disputar un conjunto de Jalisco y la selección de Euskal Herria, con el de «el mejor chutador del mundo» para definir al delantero irundarra Isidro Langara. El 1 de noviembre de 1938, tres semanas antes de que comenzase el torneo azteca, el combinado vasco se impuso por un contundente cuatro a cero. Y eso que los de Jalisco se habían reforzado con Fernando García, Luis “Pirata” Fuente –una de las grandes estrellas del fútbol mexicano en aquella época– y Martín Ventolrá, además de a Urkiaga. No fue el único partido con una casuística especialmente peculiar que disputó, junto al cántabro Fernando García, con la elástica de Chivas de Guadajará –un equipo que no alinea futbolistas extranjeros– contra el Necaxa.

Captura de la prensa mexicana en la que describen a Urkiaga como «el mejor portero del mundo». (Mediateca INAH México - Archivo Casasola)

Campeón como jugador y entrenador en México

Enrolado en el CF Asturias, ganó la liga mexicana y Copa azteca en 1940, un conjunto en el que coincidió con Enrique Larrinaga, Luis Regueiro –cuyo hijo también disputó el Mundial de México en 1970– y Sabino Agirre, antiguos integrantes de la selección vasca en el exilio. El siguiente destino de Urkiaga fue el Veracruz, dando paso a la etapa del profesionalismo, y convirtiéndose en un personaje tremendamente popular. Apodado «el chavo gordo», en honor a una enorme corpulencia que no le restaba agilidad, o «el chamaco», en referencia a su veteranía, fue clave para que los tiburones rojos se hiciesen con el título de 1946. Prueba de ello, fueron los cinco penaltis detenidos por Urkiaga a lo largo del torneo. Se da la circunstancia de que la ciudad de Veracruz cuenta también con una importante conexión vasca, ya que fue allí donde el empresario Ángel Urraza –que sería clave para la inclusión de la selección en el exilio en el torneo mexicano– creo la firma de neumáticos Euzkadi, que en 1933 vulcanizó la primera llanta “Goodrich-Euzkadi.” La firma, actualmente, forma parte del conglomerado de la multinacional Continental.

Nada más colgar las botas, Urkiaga pasó a ejercer como entrenador logrando un éxito inmediato. Y es que en 1948, ganó la Copa al mando del propio Veracruz, No obstante, su mayor triunfo llegaría un lustro después, al conseguir el doblete con el Club Deportivo Tampico –el equipo del Sindicato de Trabajadores Petroleros–, una hazaña que no han vuelto a repetir. Años más tarde, en 1963, Urkiaga regresó a Euskal Herria, donde falleció el 25 de julio de 1965. En Ciudad de México, muchos de sus antiguos compañeros de césped y exilio, como Goyo Blasco, Luis Regueiro, Isidro Langara o Martí Vantolrá acudieron a una misa en su recuerdo. Acontecimiento que recogió la prensa mexicana de la época, en señal del impacto que tuvo el paso de Joaquín Urkiaga por el fútbol azteca.

Estirada de Joaquín Urkiaga en un lanzamiento de penalti. (ARCHIVO MIGRACIONES GOBIERNO DEL ESTADO ESPAÑOL)