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La división internacional del trabajo vuelve a estar de moda

La secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, acaba de viajar a China para con el objeto de tratar de convencer a sus dirigentes de que modifiquen su política económica. Hasta ahora agitaba el señuelo de la crisis y ahora hablan de sobre capacidad.

La secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, saluda al gobernador del Banco Popular de China, Pan Gongsheng, durante su reciente visita (Pedro PARDO | AFP)

Durante la reconversión industrial de los años ochenta, decidieron cerrar el astillero de Euskalduna. Entonces los entendidos dijeron que el cierre era consecuencia de que los países occidentales habían acordado trasladar la construcción naval a Corea del Sur. Era lo que se conocía como división internacional del trabajo, un concepto que utilizaban el marxismo para enfatizar que detrás de muchas actuaciones económicas en realidad había decisiones políticas. Luego, con la caída del Muro de Berlín y la globalización, se impuso la visión de que la deslocalización era el resultado de la actuación de las fuerzas de mercado y la noción cayó en desuso.

Resulta que ha sido la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, la que acaba de rescatar el concepto en su reciente viaje a China. Tras meses señalando el débil crecimiento chino, la burbuja en el sector inmobiliario y otros problemas reales o imaginarios, resulta que el principal motivo del viaje de Yellen a China no era la debilidad de la economía china, sino la sobre capacidad, es decir, que es capaz de producir mucho más de lo que puede consumir el mercado interno y se supone que el mercado mundial también.

Y tanto Yellen como las agencias de noticias han señalado las placas solares, los coches eléctricos y los semiconductores, a pesar de que no son los productos que más exporta China. Tal vez los países del G7 se querían hacer fuertes en tecnologías limpias y se han visto ampliamente superados. Así, por ejemplo, en 2023 China agregó 217 gigavatios de capacidad fotovoltaica, lo que represe la mitad de la instalada en todo el mundo ese año. Tampoco se puede decir que la electrificación del mundo vaya tan rápido como para poder prescindir de capacidad de fabricación de placas solares o coches eléctricos.

Los funcionarios chinos, en su habitual tono comedido, han rechazado las acusaciones. El viceministro de Finanzas, Liao Min, señaló que el «equilibrio entre la oferta y la demanda siempre es relativo» y «el desequilibrio es la norma». En cierta manera, el mercado funciona como un termostato que mantiene la temperatura alrededor de un valor, pero raramente marca la cantidad exacta. Y añadió que había que dejar que los principios de la economía de mercado y la ley del valor hicieran su trabajo, una forma diplomática de rechazar la injerencia de Yellen.
 
Sobrecapacidad

Para valorar hasta qué punto existe caso en estas acusaciones, conviene recordar algunas definiciones y contrastarlas con datos. En general, se entiende por exceso de capacidad que la producción supere notablemente la demanda, un estado que suele provocar dos efectos. En primer lugar, ineficiencia porque el exceso de productos obliga a dejar parte de la capacidad de producir, de la maquinaria, parada. Y en segundo lugar, caída de beneficios, porque las empresas se ven obligadas a rebajar los precios para vender el excedente.

Con estas premisas hay tres indicadores a revisar. El primero es la tasa de utilización de la capacidad. Según la Oficina de Estadística china, en este momento ronda el 76% mientras que la Reserva Federal calcula que la de EEUU es del 78%. Una pequeña diferencia y unos valores razonables, ya que nunca se usa el equipo a plena capacidad; es necesario detener las máquinas para hacer mantenimiento, modificar los parámetros según el producto, etc.

El segundo son los inventarios. Si los bienes se acumulan en el almacén es que las ventas van mal. El índice PMI de inventario de productos terminados en China muestra un valor de 49 frente a 48 en el caso de EEUU. Si el índice supera el registro de 50, significa que el inventario está creciendo, por lo que en este aspecto tampoco hay problema.

No hay indicios de que las compañías industriales chinas estén rebajando precios o haciendo «dumping» para expulsar a los competidores del mercado

Por último, según lo publicado por Bloomberg, los beneficios de las empresas industriales chinas aumentaron un 10,2% en los dos primeros meses del año y se mantienen en positivo desde agosto del año pasado. Por tanto, no hay indicios de que las compañías industriales chinas estén rebajando precios o haciendo «dumping» para expulsar a los competidores del mercado.

En resumen, este discurso de la sobrecapacidad parece que lo que esconde es que la producción china se ha vuelto muy competitiva en áreas en las que no lo era y eso ha puesto nerviosos a los dirigentes occidentales.

Los pilares de la competitividad

Sin ánimo de ser exhaustivo algunos aspectos que han contribuido al alza de la productividad. En primer lugar, una mano de obra cualificada. Ya lo explicó hace algún tiempo el CEO de Apple, Tim Cook, que hace años que china dejó de ser un país de bajos costes laborales. Las empresas invierten en China «por la habilidad, por la cantidad de habilidad y el tipo de habilidad que es». Y valoró positivamente su sistema educativo.

En segundo lugar, es el único país del mundo que produce todas las categorías de bienes que recoge la clasificación de la Organización Mundial de Aduanas. Cuando alguna empresa necesita algo, puede encontrar toda la cadena de suministro a mano. Una ventaja competitiva indudable.

En tercer lugar, los precios de la energía. La Agencia Internacional de la Energía reconoce que el 80% de la electricidad que se utiliza para la construcción de placas solares se consume a un precio promedio de 75 dólares el megavatio, mientras que en Alemania la energía para los clientes industriales cuesta de media 251,21 dólares el megavatio, más de tres veces más.

China se ha convertido en una potencia en innovación. En 2023 presentó tantas patentes como el resto del mundo combinado y se estima que lidera 37 de las 44 tecnologías críticas para el futuro

En cuarto lugar, China se ha convertido en una potencia en innovación. En 2023 presentó tantas patentes como el resto del mundo combinado y se estima que lidera 37 de las 44 tecnologías críticas para el futuro. La innovación ha contribuido a que, por ejemplo, haya reducido a la mitad la intensidad de las emisiones en la fabricación de placas fotovoltaicas desde 2011, lo que, entre otras cosas, permite que puedan rebajar los precios.

A menudo, los comentaristas occidentales achacan el éxito a las ayudas de Estado. Algo discutible, sobre todo ahora, que, como han enfatizado los portavoces chinos, EEUU ha aprobado la Ley de Reducción de la Inflación que básicamente es un compendio de ayudas de Estado. Washington acaba de gastar 11.600 millones de dólares para que una sola compañía, la taiwanesa TSCM, líder en la fabricación de semiconductores, construya una planta en EEUU. Una cantidad que representa dos terceras partes de todo el presupuesto de la CAV para 2024
 
Desbordamiento

Da la impresión de que lo que ocurre es que la economía China ha tomado impulso y es muchísimo más competitiva que las economías occidentales. Y los líderes occidentales no saben cómo hacer frente a ese enorme potencial. Impusieron sus condiciones cuando pudieron. Yanis Varoufakis recordaba en una charla que EEUU obligó a China a comprar un tercio de su deuda pública para que fuera aceptada en la OMC. Ahora han recuperado aquello de la división internacional del trabajo acorde a sus intereses, pero se han topado con un país soberano que maneja sus asuntos en función de sus propios intereses. Más vale que se den cuenta rápido y empiecen a actuar en consecuencia.