Gasperini y su Atalanta campeón, casi nada italiano
Este es un retrato del entrenador que ha sabido forjar un equipo único en el panorama del calcio. Sobre la ‘Dea’, el mismísimo Pep Guardiola dijo una vez: «Jugar contra ellos es como ir al dentista».
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Canta la Atalanta y canta Bérgamo, ciudad que tiene dos ciudades en su interior: la Bergamo Bassa, con su hormiguero de tráfico, avenidas y negocios modernos, y la Bergamo Alta medieval, calles estrechas de otra época. Cuando el cielo está despejado, se ve desde la pista de aterrizaje de Orio al Serio, el aeropuerto llamado «de Milano-Bergamo» y que no, es solamente de Bérgamo. Milán se encuentra a 40 kilómetros y tiene otros ritmos.
La unión casi carnal entre la ciudad y su equipo de fútbol se palpa enseguida, en ese mismo aeropuerto. La primera imagen antes de ir a recuperar las maletas es una serie de pantallas con los colores negro y azul de la Dea, la diosa Atalanta, y pósteres gigantes de antiguos jugadores como Glenn Stromberg, un sueco que ha encontrado en Bérgamo su hábitat natural.

Pronto habrá que cambiarlas por monumentos al grupo que ha ganado la Europa League pulverizando al Bayer Leverkusen de Xabi Alonso (3-0): un grupo donde el líder absoluto es el entrenador, Gian Piero Gasperini, un hombre que a pesar de sus 66 años es el técnico más moderno en el calcio italiano, un modelo que muchos están intentando imitar.
‘Gasp’ y sus principios
Gasperini lleva ocho años en Bérgamo, una eternidad. Una unión que hoy es sólida pero al principio no parecía destinada a durar, porque los primeros cinco partidos de Gasp con el Atalanta acabaron en derrotas. Sin embargo el club decidió no echarlo y fue allí donde empezó a forjarse el núcleo de un equipo que no ha cambiado nunca, como el espíritu del entrenador de Grugliasco, una ciudad dormitorio en torno a Turín.
Gasperini es el técnico de los tres centrales y los tres delanteros: carrileros ofensivos casi como extremos, y un poderío físico devastador. Sus equipos mantienen las marcas hombre a hombre en todo el campo, pero no es algo que huela a antiguo sino a proactivo. Recuperar el balón con la presión y a partir de allí despejar el talento. Se necesitan tanto «armarios» infatigables desde el punto de vista atlético como jugadores de «cerebro fino» porque hay que analizar la situación a velocidad acelerada: en los ultimos años gente como el Papu Gomez, el esloveno Josip Ilicic o el colombiano Luis Muriel.
Sus equipos mantienen las marcas hombre a hombre en todo el campo, pero no es algo que huela a antiguo sino a proactivo
Así empezó Gasperini con los juveniles de la Juventus, para luego dejar recuerdos inolvidables en el pequeño Crotone y más tarde en el Genoa. Equipos donde ha jugado el entrenador que actualmente se parece más a Gasp: Ivan Juric, técnico del Torino.
Como todas las historias de éxito, sin embargo, tenía que llegar el punto de inflexión negativo, y eso ocurrió en 2011 cuando el Inter decidió apostar sobre él. Fue un fracaso absoluto ya que parecían dos entes hablando idiomas distintos: por un lado, un entrenador «culo inquieto», y por otro, un grupo de jugadores con la tripa llena por los trofeos recién ganados y escasa actitud. Gasperini duró en Milán menos de dos meses perpetrando una especie de ‘Maldito United’ en salsa italiana y fue rechazado casi como si fuera la reacción abrupta ante un trasplante.
Los símbolos
Como jugador Gasperini, un hombre no muy fácil de tratar y bastante cabezón, fue el cerebro de un equipo que en los mitificado años 90 del calcio italiano dejó recuerdos inolvidables: el Pescara de Giovanni Galeone, entrenador extremo y vividor casi bohemio. Un «loco» en el mejor sentido posible, cuyas herencias han ido desarrollándose de manera absurda.
Gasperini era el cerebro gris de un Pescara en que el 10 lo llevaba Allegri, un técnico que evolucionaría hacia un estilo mucho más conservadora
Si Gasperini era el gris cerebro del equipo y ahora propone un juego a velocidad inaguantable, el 10 creativo de aquel Pescara era Massimiliano Allegri, un técnico que traería un estilo mucho más conservador. Por cierto, cuando los dos se han enfrentado en los banquillos casi siempre ha ganado Allegri, como en la reciente final de la Coppa Italia, ganada 1-0 por la Juventus contra el Atalanta. La kriptonita Allegri con su estilo típico «italiano» contra el moderno y casi militarizado Gasperini.
De esta forma los «soldados» bergamascos se exaltan cuando el juego sube de nivel, en Europa. Resulta inolvidable la expresión utilizada para definir la experiencia de jugar contra el Atalanta: «Es como ir donde el dentista», dijo Guardiola. En 2020 por poco la Dea no llegó a la semifinal de Champions League, pero durante esta temporada han arrasado, literalmente. Ganarle al Liverpool 3-0 en Anfield o con el mismo marcador al Bayer en la final de Europa League son momentos para la historia.
Scamacca, Ederson, Lookman... pero a Gasp lo representa mejor el albanés Djimsiti, que conoce todos los mecanismos del entrenador y el equipo. En el Atalanta no hace falta ser estrella para ser protagonista, más bien al contrario
Jugadores como ‘RoboKoopmeiners’ o el poderoso lateral hecho en casa Ruggeri, el talentoso Scamacca o el pegajoso Ederson, y ahora también Lookman, este delantero capaz de meterle un hat-trick a una de las mejores defensas del continente. Sin embargo, como símbolos de esta Atalanta campeona de Europa League, jugadores gasperinianos hasta la médula, tomemos a los dos capitanes:
El primero, que estaba lesionado en la final, es el neerlandes Marten De Roon, un mediocentro defensivo que quiso dejar la Premier (el Middlesbrough) para volver a Bérgamo, donde se encontraba mil veces mejor a pesar de ganar menos dinero. El segundo, un pretoriano total de Gasp, el defensa albanés Berat Djimsiti, un total desconocido para el gran público pero que conoce de memoria todos los mecanismos del entrenador y del equipo. Y es que en el Atalanta no hace falta ser una estrella para ser protagonistas, sino todo lo contrario.

Bérgamo, infinita cantera del calcio italiano (de Scirea a Donadoni, de Domenghini a Bastoni), ahora tiene su premio gracias a un entrenador que ha sabido concretar en un equipo la mentalidad de una ciudad cuya personalidad destaca a cualquier nivel. Jugando muy poco «a la italiana», cierto, pero la fuerza de las ideas no tiene precio.