«Para que la literatura sea universal, no puede renunciar a lo local»
Después del éxito de su primera novela, en ‘Gernika, día de mercado’ (Alberdania), el escritor de Mundaka se sumerge en un interesante y crudo relato de ficción basado en el bombardeo de Gernika, en la que analiza desde un punto de vista diferente uno de los pasajes más duros de nuestra historia.
¿Le ha costado mucho escribir una historia tan dura?
Ha costado en varios aspectos: a nivel de documentación, porque mi anterior novela era fruto de mi imaginación y, en esta, cada dato debía estar contrastado con alguna fuente historiográfica; también ha costado a nivel de género, al dar el salto de una novela negra pura a una mezcla de novela histórica con otros géneros, y además en dos planos temporales diferentes. Y finalmente, también ha sido complicado a nivel emocional, porque es una novela dura de escribir, ya que te tienes que poner en la piel de personas, como nuestras amonas, que sufrieron el bombardeo y la guerra, así como en el pellejo de los cabrones que lo hicieron para recrear aquellos momentos. Así que sí que he acabado mucho más agotado.
¿Qué puede aportar ‘Gernika, día de mercado’ después de todo lo que se ha escrito sobre el bombardeo de Gernika?
Pues probablemente nada, no soy tan pretencioso [risas]. A mí me gusta mucho la historia, y siempre me ha enganchado a partir de la ficción, y es cierto que hay mucha labor historiográfica sobre este pasaje de la Guerra Civil, pero me faltaba esa manera de contarlo desde la ficción, y pensé que, a lo mejor, ahí sí que podía aportar mi granito de arena. Al final, no es la historia de mis amonas ni mis aitites, pero sí que hay algo de ellos y ellas, y eso también me atraía porque quería que mis hijos, de alguna forma, conocieran esto.
¿Le ha afectado mucho, a nivel personal, teniendo gente cercana que incluso vivió aquellos acontecimientos?
Sí, ha costado bastante, sobre todo porque no quería ser irrespetuoso con la memoria, ni regodearme en el sufrimiento, ni caer en el sensacionalismo. Lo que he intentado ha sido hacerlo de una manera bonita para homenajear a todas estas personas. Pero de todas formas, más que la vida de estos protagonistas, se trataba de relatar el bombardeo y las primeras jornadas de la batalla de Sollube, donde combatió mi aitite, y sobre todo, retratar la cicatriz terrible que dejó en Busturialdea el primer bombardeo masivo sobre una población civil en la historia de la humanidad.

Lo que está claro, y quisiera felicitarle por ello, es que, al contar la historia, en ningún momento se mantiene en un lugar neutral, algo complicado de encontrar en los autores hoy en día…
Los equidistantes… yo llevo muy mal la equidistancia, principalmente en el arte. Hay muchas novelas que se ponen en el relato de que no hay buenos o malos absolutos, y efectivamente, no los hay, pero hay un conflicto en la historia de la Humanidad, donde unos son los agresores y otros las víctimas, que intentaron defenderse con mayor o menor éxito, y eso tampoco se puede obviar. Es que se oye mucho eso de ‘todos los bandos cometieron atrocidades’… ¡No te jode, es que es una guerra! E incluso obviando eso, no sé por qué, pero las atrocidades que cometieron los agresores no tienen ni punto de comparación con las de las víctimas. Los crímenes del fascismo no tienen parangón con lo que hicieron los y las represaliadas del otro bando.
Y en ese sentido, esos equidistantes de los que hablamos son responsables de blanquear estos conflictos y de salvaguardar la memoria de los agresores. Porque, cuando te posicionas en el medio, estás poniendo a los dos bandos al mismo nivel, y no es lo mismo la República o el Eusko Gudarostea que los militares que se alzaron en el 36. Y eso me jode muchísimo, porque ahora parece que está muy de moda la literatura revisionista de la Guerra del 36, y yo tenía claro que nunca iba a caer en eso.
¿Es casi una obligación aprovechar ese altavoz que tiene como personaje público para reivindicar causas como, en este caso, la lucha contra el fascismo?
Yo disfruto mucho de los libros lúdicos, y hay momentos para todo, pero me da la sensación de que en otro tipo de artes están más comprometidos con la realidad de nuestro tiempo. Aunque si se busca, en la literatura también podemos encontrar gente preocupada.
… en libros que, probablemente, nunca llegarán a ser best sellers, ¿no?
Por supuesto que no, pero no importa demasiado, porque el objetivo tampoco es vender un millón de copias [risas].
¿Ve similitudes entre lo que sucedió en Gernika y el genocidio perpetrado en la actualidad por Israel en Gaza?
Atacaron las colas de la gente que iba a coger harina, los médicos dicen que todavía están encontrando trozos de cadáveres… ¿Qué clase de barbarie es esta? Hablando de esto, Palestina ha estado muy presente en esta novela, porque mientras la estaba escribiendo comenzó este capítulo del 7 de octubre con este genocidio terrible de la franja de Gaza, y era como ver algo similar a lo que se relata en la novela, pero en directo y en 2025.
«Yo llevo muy mal la equidistancia, principalmente en el arte. cuando te posicionas en el medio, estás poniendo a los dos bandos al mismo nivel, y no es lo mismo la República o el Eusko Gudarostea que los militares que se alzaron en el 36»
¿No hemos aprendido nada de la historia?
Sí, ellos han aprendido muy bien, pero de los que no tenían que haber aprendido: de los japoneses en China, de los nazis y lo que les hicieron no solo a los judíos, sino a los homosexuales, a los gitanos…
¿Fue muy complicada la labor de documentación con un tema tan sensible, o ya tenía un bagaje importante de conocimiento previo?
Siempre me ha interesado la historia, tanto antigua como contemporánea y, como te decía al principio, he leído mucha novela histórica, por lo que ya tenía ciertos conocimientos sobre el tema, y luego he ido tirando un poco de otros libros, de enciclopedias… Muchas veces una fuente te va llevando a otra, y lo que hacía es ir cogiendo de cada una lo que me interesaba para ese relato de ficción que estaba contando. Yo no soy historiador y nunca lo voy a ser, y aunque ahora, lógicamente, sé más de esto que antes, no sería capaz de hacerte un relato historiográfico sobre los sucesos del 37 en Bizkaia.
¿El hecho de jugar con dos espacios temporales le sirvió para desdramatizar unos hechos tan tristes?
Un día, hablando con alguien sobre mi anterior novela, nos dimos cuenta de cuántos muertos había en las novelas que se localizaban en Urdaibai, y eso se me quedó, porque es un sitio supertranquilo, donde nunca pasa nada. Así que me puse en la situación de que todos esos crímenes que se han relatado fueran reales… ¿Qué puede haber originado eso? Algún suceso traumático del pasado, y me vino el bombardeo, que podía ser el germen de un crimen que sucede en un tiempo posterior. De ahí nace el pensar en dos planos temporales, que vi que también era necesario porque, como tú dices, había que aligerar de alguna manera los sucesos del 37, que son un valle de lágrimas.
Había que darle otro ritmo más allá de la congoja del lector y el escritor. Luego pensé que, si lo ambientaba en un tiempo demasiado cercano, 2017, por ejemplo, 80 años después, era demasiado porque no podía plantear el argumento como yo quería, porque las edades de los protagonistas no me cuadraban. Entonces, me acordé de los incidentes que hubo en el aniversario de 1987, y como mi aita, que era un tío muy peculiar, era un treintañero en aquella época, y necesitaba un detective pintoresco, lo que empezó siendo un homenaje a aitite y amoma, acabó siendo también un homenaje a mi aita, que no ha podido leer mis libros, porque murió en pandemia, antes de que yo empezara a escribir.
Iñaki y su cuadrilla dan un toque de humor que contrasta con aquella sociedad de los años de duros conflicto, la heroína, la presión policial…
Yo no puedo contar una historia de los 80 y no hacer referencia al contexto de cómo eran aquellos años en Euskal Herria. Para que la literatura sea universal, no puede renunciar a lo local, porque lo que marca nuestra humanidad o nuestra forma de ser es el contexto en el que vivimos. Si quieres ambientar una historia en Bilbao, y en un momento dado cambias en el texto Bilbao por Málaga, por ejemplo, y la novela sigue funcionando igual, algo está mal hecho.
¿Qué es lo mejor que te han dicho sobre la novela?
Me impresiona mucho cuando la gente dice que ha llorado recordando a los suyos, y que hayan dado verosimilitud a mi relato, porque ese es el mejor cumplido. Aparte, también me gusta escuchar las historias personales que te cuentan algunos lectores o lectoras, y sobre todo, las conversaciones que se generan entre gente de fuera y gente de la zona de Gernika, porque hay muchas cosas que todavía no sabemos sobre lo que sucedió.