Rafa Díez Usabiaga
Militante de Sortu

18 de octubre y el PNV

¿No firmo un acuerdo con ETA en Lizarra cuando Urkullu era el presidente del BBB? Tal vez creen que hemos olvidado lo de que «unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces»

El décimo aniversario de la Conferencia de Aiete ha estado marcado por la declaración de la izquierda independentista el 18 de octubre. Previamente fuimos testigos del balance y reflexiones de protagonistas de la comunidad internacional en aquella histórica Conferencia presidida por el exsecretario general de la ONU Kofi Annan. Las palabras de Currin, Powell o Spectorovsky tenían un denominador común: ejemplaridad del proceso de construcción de paz desarrollado en Euskal Herria, cumplimiento de ETA de todos sus compromisos, reconocimiento a la aportación de la izquierda abertzale y, asimismo, constatación del incumplimiento de los gobiernos sobre las demandas de la comunidad internacional para transitar hacia un camino de paz, convivencia democrática y resolución de las causas del conflicto político.

En ese contexto de reflexión, la izquierda independentista planteó, desde la asunción de su propia responsabilidad con nuestro pueblo, una aportación para un escenario de convivencia democrática que necesitaría de similares contribuciones de otros agentes y entes políticos e institucionales causantes de otros dolores y sufrimientos. Pues es evidente que en la mirada al pasado, en la reflexión sobre las violencias del pasado, son muchas las variables y responsabilidades a considerar y, por tanto, son múltiples las aportaciones a realizar. ¿O acaso no sería una contribución a la convivencia que estos agentes asumieran su responsabilidad activa con sufrimientos que también existieron –algunos persisten– y que son objetivables como la existencia de miles de torturados en nuestro país?

La declaración de Arnaldo y Arkaitz tuvo una positiva e importante recepción en ámbitos políticos diversos y, también, entre víctimas de la violencia de ETA. Ahí están las declaraciones de Maixabel Lasa, Maria Jauregi, Rosa Lluch o Robert Manrique o la cascada de valoraciones positivas provenientes de ERC y el presidente de la Generalitat, PSOE, Podemos, Sinn Fein, personalidades internacionales, etc. Por el contrario, la reacción del PNV ha sido una auténtica decepción. Tras el silencio inicial se dedicó a echar arena a una iniciativa que, por un lado, no esperaba y que, por otro, condicionaba la trinchera que sobre el relato viene pretendiendo construir frente a la izquierda independentista. Sus líderes salieron en tromba con descalificaciones, tildando la declaración de insuficiente, de «evasiva» con lo que se le «exige» a la izquierda abertzale... y con un indisimulado malestar. Estaban enfadados, irritados, y dijeron cosas increíbles, situándose en posiciones cercanas al trifachito español cuando la mayoría de la sociedad vasca, incluida buena parte de su base social, entendía se había dado un paso importante en el tránsito colectivo a un escenario de convivencia democrática.

Posteriormente cuando se filtró el contenido de la reunión interna en Eibar vimos como la caverna mediática, con Vocento a la cabeza, utiliza una frase de Arnaldo en torno a los presos y presupuestos para articular una ofensiva espectacular contra el Gobierno Sánchez y tratar de enterrar el efecto de la declaración. La manipulación de la charla por parte del trifachito español y sus terminales comunicativas entraba dentro del guion de acoso y derribo que vienen realizando para intentar descarrilar al Gobierno y la mayoría que lo sostiene. Hasta aquí, todo dentro de la lógica. Pero en ese nuevo marco el PNV volvía a realizar su aportación. Los líderes jeltzales aprovechaban la ola para cargar contra la izquierda independentista cuestionando los contenidos de la declaración, poniendo dudas sobre la sinceridad de la misma, denunciando una supuesta operación de blanqueo que no comparten y situando los listones que exigen a la izquierda abertzale en torno al pasado. Un discurso que se complementaba al de PP, Vox o C’s en su estrategia de desestabilización del actual Gobierno como, incluso, lo ha considerado el propio Iturgaiz. Una actuación tan irresponsable como clarificadora.

Posteriormente en el acto de Gogora Urkullu seguía con la interpelación a la izquierda abertzale situando nuevos listones y obviando a otras víctimas de la violencia. Parecía el discurso de Rajoy de hace diez años tras la decisión de ETA. Por contra, en ese mismo acto, Maria Jauregi tuvo una intervención ponderada recordando a otras víctimas de las violencias del pasado. Urkullu añadía que ETA no debió haber existido nunca, como si el PNV fuera ajeno a la existencia y evolución de ETA. ¿No se sentó en Txiberta con ETA? ¿No firmo un acuerdo con ETA en Lizarra cuando Urkullu era el presidente del BBB? Tal vez creen que hemos olvidado lo de que «unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces». ¿Es que piensa el PNV que en los contenidos del actual Estatuto de Autonomía no tuvo que ver nada la existencia y lucha de ETA?

Finalmente nos encontramos con la entrevista del presidente del EBB en Vocento, con su habitual arrogancia y prepotencia, pretendiendo dar clases de ética y repartir certificados de sinceridad. Ortuzar descalificaba la declaración, acusaba a la izquierda abertzale de todo para concluir diciendo que si al PSOE se le ocurre cambiar de socio el PNV también podría pactar con la izquierda independentista. Es decir, somos autoritarios, totalitarios, no somos de fiar… pero si ven en riesgo el chiringuito se olvidan de todo y pactan con nosotras. ¡Valiente lección de ética!

Con todo, estas reacciones, han demostrado cuales son las prioridades o, mejor dicho, que es lo que defienden por encima de todo: su statu quo institucional. Ese es el único tótem y en torno a él sitúan su posición política sobre el relato, el nuevo estatus o lo que sea. Es decir, mientras la izquierda independentista pone puentes para un tránsito colectivo a un escenario de convivencia democrática, sin presos y con reconocimiento de todas las víctimas y violencias, a un escenario de diálogo y soluciones democráticas parece que el PNV solo está preocupado en cavar trincheras con esa izquierda independentista. Se creen, ellos solos, con legitimidad para imponer los listones que ellos mismos deciden y, sin embargo, no son capaces de considerar que aquí todos tienen, tenemos, que hacer una lectura integral del pasado. Y ellos también.

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