Jordi Corbella
Escritor

23-F, 11-S ¡A las trincheras!

¡Cerrad las ventanas! ¡Aprovisionaos de comida! ¡No salgáis a las calles! Después de los acontecimientos de los últimos días parece que el Gobierno español, junto con la inestimable ayuda de los medios de comunicación estatales han elegido ya la vía para desacreditar un proceso que lleva años forjándose y que acaba tal y como se anunció en sus inicios: en un referéndum.

El tono empleado por los diputados de la oposición, o el mismo gobierno en sus comparecencias públicas marca el camino a seguir, un camino de algo menos de un mes, pero que servirá para medir la fortaleza de las decisiones tomadas por la mayoría del Parlament.

La vicepresidenta del Estado español afirmaba el otro día no haber sentido mayor vergüenza democrática en toda su vida política y los medios la apoyaban asintiendo y entendiendo sus palabras. Imagino que como a mi, a la mayoría de gente se le vienen a la cabeza un mínimo de otros cuarenta momentos donde debería haber sentido vergüenza democrática. Sinceramente espero que simplemente fuera una forma de exagerar su discurso, inmersa en esta vorágine de nerviosismo y sinsentido en la que está el Estado español, sin embargo, intuyo que sus palabras eran sinceras, hecho que no nos lleva sino a pensar que tanto ella como su Gobierno no tienen ninguna autoridad moral para decidir que es lo que deben hacer ni los catalanes ni ningún otro pueblo que en masa y mediante unas elecciones decide ir por un camino.

Únicamente existe una cosa que pueda hacer actuar de forma irracional: el miedo. La falta de autocrítica. Todos los medios y el Gobierno hablan de la imposibilidad de que esto salga adelante, pero a la vez van más allá en sus planteamientos que todos los independentistas juntos. Se creen dueños de los catalanes, si los favorables de la independencia hablan de Catalunya se les reprime a toda velocidad, porque no representan a todo el país, pero ¡ojo! Ellos pueden afirmar que son mayoría, que van a defender a todos los catalanes sin que pase absolutamente nada. Nosotros fracturamos el país, pero negar un referéndum cuando al menos un 80% quiere ser preguntado no lo es...

Y ahora llega la Diada, aquella fiesta olvidada por los llamados ahora unionistas, día marcado en rojo en su calendario para ir a tomar el sol a las playas de Catalunya. Ahora se quejan de que se les deja fuera y que no se sienten representados. Este año se intuye una de las Diadas más importantes de los últimos años, aunque todos y todas tengamos en la cabeza el 1 de octubre. Todo llegará. Ahora mismo solo puedo estar agradecido a la clase política de mi país que, por una vez, ha sido capaz de luchar hasta el final haciendo frente a todos los obstáculos y aguantando querellas y feroces críticas con tal de intentar conseguir lo que muchos vemos como un derecho fundamental, y todo ello democráticamente. Bona Diada.

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