Ramón Zallo
Catedrático de la UPV-EHU

28-A: punto de inflexión

Catalunya y Euskal Herria se comportan como demos independientes en espacio y cuerpo social a todos los efectos.

Previamente a las elecciones del 28-A había bastantes incógnitas a despejar. ¿La suma de las tres derechas daría para volver a la casilla de 1977 y replantear en sentido aún más autoritario aquella Transición meliflua de acomodos y olvidos? ¿El nacionalismo español exhibido con pim pam pum descalificatorio contra catalanismo y vasquismo, calaría en el electorado español, al tiempo que minimizaría el peso del soberanismo en sus territorios por efecto de la polarización a cuatro? ¿El comportamiento del electorado se despegaría del ciclo de luchas sociales? ¿Se diluiría el fenómeno Podemos?  ¿Cómo incidirán los resultados en distintos planos como el reparto de influencia entre las derechas, los juicios en curso contra dirigentes catalanes, en el modelo de Estado o en las políticas sociales que llevan años erosionándose?

Notas generales

Han sido unas elecciones importantes que anuncian lo que parece un cambio de ciclo, con algunas incógnitas ya despejadas en sentido favorable a las fuerzas progresistas y soberanistas –con reajustes internos– y en perjuicio de unas derechas que han regalado el espacio templado. A no olvidar que continúan los destrozos causados por la gestión pepera de la crisis económica o por la mirada institucional española sobre las comunidades diferentes en forma de acoso represivo, político, judicial e ideológico. Ha habido un 155 judicial, político y social.

La izquierda+soberanismo ha ganado la confrontación con las derechas favoreciendo un marco de profundización democrática. Con ello no volvemos hacia atrás de 1977 pero tampoco es seguro que vayamos mucho más allá que desandar algunas políticas del PP. No son probables una reforma constitucional progresista ni –más allá de avances competenciales– saltos soberanistas ni una neta política social de izquierda, visto el programa del PSOE y la caída de UP. Hubiera venido bien hoy un movimiento como el 15M o una coincidencia temporal reivindicativa entre Catalunya y Euskal Herria para esos saltos. Y no es el caso. Pero, con todo, temáticamente hay movimientos poderosos –soberanismo, feminismo, pensionistas, sindicatos…– y franjas sociales (femenina, juvenil…) que pueden esperar decisiones políticas favorables que, de no producirse, minarían las bases sobre las que se asienta este nuevo tiempo.

Un factor clave ha sido el miedo social a la ultraderecha (Vox) y a la derecha devenida ultra en los últimos meses (PP y C's). El renacido nacionalismo español al que ha recurrido el trío calavera ha sido tan ofuscado que los tambores patrióticos no le han hecho olvidarse de las miserias (el deterioro de nivel de vida, servicios públicos y libertades, la captura bancaria de las políticas, la mentalidad cavernaria aireada por tierra, mar y aire) a un 55% del electorado.

Incluso el elector conservador de Euskadi y Catalunya se ha visto tan insultado, por sacrificado en los mensajes, que ha decidido ausentarse –PP convertido en extraparlamentario y cero escaños para la triada reaccionaria– y solo 7 escaños sobre 48 en Catalunya.

La experiencia en Andalucía sirvió de alarma para que no se repitiera. Los resultados de las elecciones andaluzas estuvieron basados en la desmovilización/ abstención, una derecha menos agresiva, un susanismo decepcionante –y pendiente de purga– y corruptelas sociatas no depuradas. Todo ello no ha estado presente en España. Al contrario, animó a una reacción autodefensiva. Incluso en Andalucía vistas las orejas al lobo también se ha producido un vuelco en dos direcciones: ascenso del PSOE (de 20 a 24 escaños) y preocupante trasvase de votos en la derecha a Vox que gana otros 216.000 votos.

El éxito del PSOE –el gran vencedor a escala estatal con copo del Senado incluido– no ha sido ni por su programa ni por su trayectoria. El temor colectivo a los caminantes blancos obligaba a unir, o al menos no contraponer, fuerzas y refugiarse en Invernalia. Incluso el voto del Partido Socialista en la CAV, Navarra y Catalunya ha sido más por ese factor que por el peso de la política anodina de Iceta, Mendia y Chivite. De paso se confirma que la memoria antifranquista sigue en la subjetividad colectiva también en esta era de la fragmentación social, y especialmente cuando se extrema la polarización ideológica.

Aunque no le haya ido mal a C's para sus propósitos de liderazgo de la derecha, su giro ultranacionalista y autoritario, sustituyendo liberalismo por mero neoliberalismo en los dos últimos meses, le dificulta un giro al centro y un acuerdo con Sánchez como quieren las patronales. Sánchez sabe que con Rivera no podría canalizar el tema catalán y dice preferir gobernar en solitario con acuerdos de geometría variable con preferencia para UP, PNV, Compromís o PRC.

Unidas Podemos ha conocido un fuerte correctivo por haber malgastado su fuerza en luchas internas y por las emergencias del voto útil; pero sobrevive. Han hecho una buena campaña personal, tanto Iglesias allí como Uriarte aquí, que les ha permitido salvar la situación y consolidar la coalición quizás en un punto más acorde con su implantación. Seguramente a UP no le convenga entrar en el Gobierno Sánchez. En eso Iglesias se equivoca. Perderían el punch de la calle y la referencia de que es posible una política distinta a la timorata que seguramente Sánchez aplicará. Esas son sus dos grandes bazas para enmendar la tendencia. Una alianza de En Comú-Podem, ERC, Bildu y Compromis (62 escaños) podría arrancar reivindicaciones esenciales con negociaciones puntuales y ser determinante para un giro a la izquierda y la participación democrática.

Catalunya y Euskal Herria

Los electorados vasco y catalán, en otras ocasiones, diferenciaban su voto entre los comicios internos y a escala de Estado, primando en las elecciones generales las siglas de ámbito estatal. Ahora, como fruto de la decepción por el ninguneo sufrido en beneficio de «intereses de Estado», ha decidido no jugar ni al bipartidismo de antaño ni al cuatripartidismo de hogaño y apostar por las fuerzas cercanas y fiscalizables que además pesan en el marco estatal. O sea, se comportan como demos independientes en espacio y cuerpo social a todos los efectos. Se trata de un movimiento centrípeto de autocentramiento y defensa de su espacio político, pero no de ensimismamiento puesto que ha ocurrido cuando sus fuerzas principales apuestan por hacer también política de Estado, pudiendo hacer coincidir sus estrategias como afortunadamente el acuerdo ERC y EH Bildu ya ha anticipado.

En Euskadi salen reforzados EH Bildu, PSE –ha recuperado provisionalmente plazas como Barakaldo y Sestao– y PNV para afrontar las locales, pero no es seguro que el PSE pueda capitalizarlo, al contrario que PNV y EH Bildu. En elecciones locales y autonómicas no opera el paraguas de Estado. De confirmarse ese apoyo electoral al PNV, y si de nuevo tuviera el Gobierno Vasco dificultades para aprobar los presupuestos, Urkullu podría adelantar las autonómicas.

Es una incógnita saber si la ponencia de Estatuto continuará en la dirección del derecho a decidir con que se formuló en el acuerdo PNV-EH Bildu o hay un giro para acomodar a Sánchez. Depende del PNV y mucho me temo que el intenso cambio de cromos esperado en temas competenciales implicará piezas a sacrificar para este tiempo como el derecho de decisión. Pero también depende de Elkarrekin Podemos: hacer honor a su compromiso con el derecho a decidir y dejar de empeñarse, como en el último año, en ser flanco del PSE cuando ha perdido un tercio de los votos (110.000, 11,5 puntos) en beneficio de PSE y EH Bildu. Mala estrategia que, a pesar de todo, el secretario Lander Martínez defiende ("Deia", 30-4-19).

Un fenómeno interesante es que el electorado alavés empieza a parecerse –como un mix– al electorado de los otros territorios (PP que tuvo mucha fuerza desaparece, PNV lidera pero no de la forma abrumadora de Bizkaia, el PSE recupera posiciones y mejora EH Bildu, ambos a costa de Elkarrekin Podemos) aunque con matices preocupantes para las autonómicas en ese territorio: C's llega al 4% y Vox al 3,2%.

Los resultados en escaños de Navarra han salvado los muebles de la derecha: 2 sobre 5. Pero son engañosos porque no hacen justicia a lo ocurrido en votos. Navarra Suma pierde 20.000 votos, que se van a Vox, aunque es un retroceso para las derechas al haber aumentado sensiblemente la participación respecto a hace 4 años. Con todo, la derecha navarrista (UPN) aguanta y ahora tiene un akulu (vara de azuzar) parafascista.

A diferencia del empuje de EH Bildu que llega a 46.000 votos (gana 15.500) ha sorprendido la escasa implantación de Geroa Bai en Navarra con 22.130 votos (6,6%) –gana 7.800 votos después de liderar años un Gobierno– y refleja un mapa escueto por comarcas aunque el tirón de Uxue Barkos, lehendakari navarra, puede suplirlo en unas autonómicas. Por su parte UP pierde 26.000 votos que serían más que necesarios recuperar (¡pongan orden en casa!) para reeditar el cuatripartito navarro dentro de un mes. Se supone que las cuatro fuerzas mejorarán en niveles de coordinación respecto a lo que refleja el fracaso de Aldaketa (lista conjunta para el Senado) tras el «pequeño» detalle de no haber hecho mailing de la papeleta «buena».

Las próximas elecciones europeas, locales y autonómicas (con la excepción de Andalucía, Galicia, País Vasco y Comunidad Valenciana que ya las ha celebrado con sabor amargo para Compromís que baja dos, además de pasar de 4 escaños a 1 en el Congreso por su negativa a confluir con UP) seguramente traerán nuevos cambios. La circunscripción única europea favorece a las castigadas por D’Hondt (Vox y UP en especial) mientras que en las locales pesan también las implantaciones sociales. Una nueva oportunidad para corregir errores y apuntar hacia el cambio democrático y social.

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