Iker Casanova Alonso
Militante de Sortu

50 sombras de Kutxabank

Kutxabank maneja unos activos de 60.000 millones de euros, lo que equivale casi al PIB anual de la CAV. Se trata de un agente de primer orden en la economía vasca. Kutxabank es un banco con tres propietarios, las fundaciones bancarias de las antiguas cajas de ahorro, BBK, Kutxa y Vital. Dado que sus propietarios son los herederos de las cajas de ahorros, Kutxabank debería ejercer su actividad en consonancia con los objetivos fundacionales de esas cajas, creadas por las instituciones con una naturaleza pública y social.

Dichos objetivos serían prestar servicios financieros de forma no abusiva, facilitar crédito para fortalecer el tejido productivo y revertir los beneficios en la comunidad a través de la Obra Social. Podemos decir que actualmente ninguno de esos tres objetivos se está cumpliendo. Con respecto a los dos primeros, nada diferencia a día de hoy a Kutxabank de cualquier otro banco. Con respecto a la Obra Social, esta se halla en mínimos históricos.

Indudablemente, la crisis global ha afectado a Kutxabank. Pero además de ello, existe la certeza de que muchas actuaciones de esta entidad, y de las cajas anteriormente, han contribuido al deterioro de la situación. La sociedad tiene derecho a conocer cómo se han dirigido las cajas, ya que son un patrimonio común. Hace unos días el pleno del Parlamento de Gasteiz rechazó, con los votos de PNV, PSOE y PP, una proposición de EH Bildu para crear una comisión de investigación sobre la evolución de Kutxabank desde su creación en 2012. El detonante de esta solicitud fue el escándalo desatado en torno a los presuntos pagos irregulares a Mikel Cabieces. Pero este caso solo es una más de las múltiples sombras que existen en torno a la gestión de una entidad que hace mucho tiempo que se encuentra en el centro de la polémica y que necesita aclarar muchas cosas acaecidas antes, durante y después del proceso de fusión.


Veamos algunos ejemplos. En 2010, BBK adquirió la cordobesa Cajasur desembolsando al menos 800 millones. Inmediatamente después, un balance actualizado rebajaba el valor de Cajasur en 1.100 millones. Posteriormente aparecerían nuevos contratiempos, como las preferentes y la anulación de las cláusulas suelo. Los errores de cálculo de esta adquisición son obvios. En 2011 Mario Fernández aseguró que en 2013 Cajasur ganaría 85 millones, y en 2014, 95 o 100. En realidad los beneficios en esos dos años han sido de 6,5 y 11,9 respectivamente. En total 18,4, unos 160 millones menos de los previstos apenas dos años antes. No es un pequeño error… Pero, además, hablamos de beneficios sin saber cuánto se ha gastado previamente. ¿Cuánto ha costado a BBK y a Kutxabank la operación Cajasur?

En Barakaldo, en los años dorados de la burbuja inmobiliaria, el empresario Jabyer Fernández, hoy condenado por fraude, diseñó el que iba a ser el mayor proyecto inmobiliario de la historia del País Vasco, el complejo Puerta Bilbao. Un desatino que olía mal por todos los lados y que BBK cofinanció. Cuando la crisis era ya una realidad y el proyecto original quebró, BBK recompró incomprensiblemente los terrenos, hoy un gigantesco solar inútil, por 116 millones de euros. ¿Quién tomó estas decisiones? ¿Con qué criterios?

Alguien en Kutxa Gipuzkoa debió pensar que dentro de sus objetivos estratégicos entraba comprar unos terrenos en zonas protegidas de Murcia para tratar de dar un pelotazo. Pero la promoción no se pudo ejecutar por su evidente ilegalidad y los terrenos pagados a precio de oro se quedaron vacíos. Igualmente ruinosas fueron las operaciones para construir complejos de lujo en la costa malagueña que Kutxa emprendió junto a algunas amistades peligrosas al mejor estilo Gil y Gil. Cientos de millones derrochados que llevaron a la caja del territorio más solvente del Estado a tener pérdidas en 2010 y 2011. Algo demasiado duro de reconocer, hasta el punto de que la dirección ocultó la situación mediante artimañas contables, hasta que la auditora PwC señaló las irregularidades y declaró que en realidad había que registrar pérdidas y no beneficios en los años mencionados. ¿Explicaciones, responsabilidades, disculpas…?


Son muchas las sombras sobre una entidad que es a su vez una sombra de lo que debería ser. ¿Ha sido Kutxabank un muro de contención ante los desahucios? No, en realidad Kutxabank ha sido la entidad que más ha desahuciado en los últimos años. Y en cuanto a las prácticas abusivas, como el IRPH, Kutxabank es también líder. Kutxabank ha destruido 1.100 empleos y ha congelado los salarios a sus empleados (salvo el del presidente, que se ha elevado hasta los 800.000 euros). Y ahora, según planes filtrados a la prensa, sus dirigentes van a tratar de ser «más banco y menos caja», es decir, minimizar la dimensión social. Quien defiende esto, y no quien lo denuncia, es quien verdaderamente quiere destruir las cajas vascas. Frente a las críticas, nos hablan con orgullo de la buena nota en los test de estrés. Pero si para pasar los test de estrés hay que despedir empleados, congelar salarios, recortar la obra social, desinvertir en empresas estratégicas, malvender inmuebles, reducir servicios, cerrar el crédito a las pymes… se están traicionando todos los principios inspiradores de las cajas de ahorro. Es una cara operación de marketing.

Además, que una entidad sea lo suficientemente fuerte como para absorber las pérdidas provocadas por una mala gestión no significa que estas pérdidas sean algo intrascendente. En el caso de Kutxabank, la pérdida patrimonial ha sido de 2.087 millones, entre los 6.907 que valía en 2010 y los 4.820 en que se valoraba en 2011, una vez que para formalizar la fusión hubiera que adecuar los balances a la realidad. Además del quebranto patrimonial, los beneficios han descendido de forma brusca, lo que ha repercutido en el desmantelamiento progresivo de la Obra Social. El año pasado Kutxabank ganó 150 millones e invirtió en Obra Social 45. En 2011, ya en plena crisis, BBK ganó en solitario 220 millones e invirtió en Obra Social 82. Si la pérdida de beneficio se hubiera debido a unas prácticas honestas (como paralizar los desahucios), aun a costa de perjudicar en algo el balance, no tendríamos motivo de queja. Pero si el deterioro de los beneficios se debe a la necesidad de tapar agujeros producidos por la mala gestión, estamos en la obligación de denunciarlo. Como si de un efecto mariposa bancario se tratara, Kutxa compra hace unos años unos terrenos en Murcia para especular y esta semana Kutxabank cierra una guardería en Barakaldo. Pero aquí no se trata de la compleja física del caos, sino que se pueden determinar con precisión unas relaciones de causalidad. Relaciones que generan unas responsabilidades que algunos queremos conocer y otros prefieren ocultar.


Vivimos instalados en una cultura de la irresponsabilidad sobre el gasto público. Parece que nadie responde si una caja de ahorros pierde cientos de millones, si una autopista semivacía cuesta mil millones, si se querían gastar otros mil en el puerto de Pasaia porque iba a transportar 21 millones toneladas, cuando ahora trabaja con 3,5… Este tipo de operaciones tiene gravísimas consecuencias que se traducen en recortes sociales. Pero en un país en el que la mayor obra de infraestructura de toda su historia, el TAV, se está realizando con una justificación dogmática, sin ningún estudio sobre su utilidad real, social o económica, ya nada sorprende. Basta con que los vecinos del sur sean campeones del mundo en corrupción y derroche de dinero público para que por comparación algunos levanten la cabeza.

Kutxabank es aún una entidad fuerte. En la CAV tiene una cuota de mercado del 30%, ganada con los años en base a la percepción social de que Kutxabank y las cajas eran algo propio, cercano, distinto de la gran banca, algo en lo que se podía confiar casi con los ojos cerrados. Pero la sucesión de escándalos en torno a esta entidad ha deteriorado esa percepción y pone en peligro el activo más importante de Kutxabank: la confianza. No se puede criticar a quien denuncia con rigor el despilfarro, la negligencia o la corrupción, sino a quienes incurren en estas prácticas. Por otro lado, es fácil caer en la tentación de dar por perdida Kutxabank y plantearse ya otras alternativas. Pero Kutxabank es el gigante financiero del país, y es de todos y todas. Las dificultades políticas en las que el movimiento social contra la privatización está poniendo a los adalides de la misma demuestran que la lucha en defensa de una Kutxabank pública y social es una pelea con posibilidades. Siempre es conveniente tener un plan B, pero de ninguna manera podemos aceptar que el enorme instrumento político y económico que es Kutxabank acabe en las manos de los cuatro de siempre. No al menos sin agotar hasta la última opción de lucha para que recupere el carácter público y social que nunca debió perder.

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