Mirari Irure Espín
Zerbitzuak Federazioko Arduraduna

7 lecciones (en vísperas del 8M)

El verdadero problema reside en que si con la reivindicación laboral se ponen patas arriba los cimientos de un sistema patriarcal y se exige un uso de dinero público que ponga en el centro el bien común, eso no gusta un pelo. Y como no gusta, pues las huelgas se alargan.

Tras más de 15 años de militancia sindical en ELA, una corre el riesgo de pensar que ya ha aprendido las lecciones más importantes del sindicalismo. Hoy, en vísperas del 8 de marzo de 2019, puedo decir con satisfacción que estaba equivocada. Los más de 5 meses de huelga vividos cerca de las limpiadoras de juzgados y comisarías de Gipuzkoa están siendo todo un proceso de aprendizaje, probablemente, aún inacabado. Me he atrevido a sintetizarlo en 7 lecciones. Ahí van, para quien le sirvan.

1. El empoderamiento es un proceso inconcluso

Cuando un colectivo minoritario o en desigualdad cree que ha alcanzado niveles óptimos de participación, tanto en la toma de decisiones, como en el control de los recursos, resulta que el sistema ya ha urdido, creado e incluso implementado nuevas formas de opresión, explicitas o subliminales, que nos exigen reorganizarnos y, en ocasiones, hasta transformarnos.

Hace más de una década, estas trabajadoras se organizaron para cobrar el mismo salario que les hubiera correspondido en la administración y lo consiguieron. Años más tarde se han dado cuenta de que, aún equiparadas, seguían discriminadas.

El empoderamiento implica una evolución y como toda evolución es un proceso intrínsecamente inconcluso. Lo más importante para no estancarse, evolucionar y empoderarse como colectivo, es querer hacerlo.

2. Sororidad en estado puro (y en mayúsculas)

Así es, he aprendido qué es la sororidad. Eso que se define como hermandad entre mujeres con respecto a cuestiones sociales de género en sistemas patriarcales. Las más de 30 huelguistas, además de trabajar dispersas por todo el territorio guipuzcoano y apenas conocerse hace unos meses, pertenecen a dos colectivos distintos, que dependen de dos subcontratas distintas, de dos departamentos distintos y con dos convenios distintos.

¿Qué les unía entonces? Ambas son subcontratas del Gobierno Vasco, ambas gestionadas en los últimos años por Garbialdi, pero, sobre todo, en ambos casos eran mujeres que cobraban menos que los hombres de limpieza viaria.

A partir de ese momento, hicieron un pacto político: lucharían juntas contra la brecha salarial, hasta conseguir el sueldo (y el respeto) que se merecían.

3. La huelga: herramienta de lucha, de conocimiento y de empoderamiento

Desde ELA siempre hemos defendido que la huelga es una herramienta para la mejora de las condiciones y no un fin en sí mismo. Pues bien, resulta que además de para mejorar condiciones, sirve para cohesionar colectivos y para trabajar la identidad y el orgullo de clase y de género. Estar en huelga abre, desde la más pura necesidad, un completísimo abanico de posibilidades para descubrir otro mundo. Permite deslindar de primera mano lo que se dice en política de lo que se hace con las políticas. Permite conocer el entramado institucional y sus funciones. Permite situar a cada sindicato en su estrategia de negociación colectiva. Permite, en definitiva, darse un baño de realidad, no siempre placentero.

4. La dignidad como último bastión resiliente

El decretazo de servicios mínimos que ordenaba una limpieza extraordinaria de las comisarías y juzgados en huelga, supuso borrar de un plumazo los efectos de 4 meses de huelga. Fue un duro golpe y nos albergaron dudas de cómo reaccionarían las huelguistas. La asamblea de las 9 de la noche del fatídico día nos brindó una dosis de dignidad infinita. Tras horas limpiando y viendo cómo se retiraban las bolsas de basura acumuladas en sus centros de trabajo, la voluntad de las huelguistas estaba más inquebrantable que nunca. «Después de lo de hoy, hasta cuando haga falta» verbalizó una de ellas. Un ejemplo de resiliencia para enmarcar. Como suele decir un compañero: «cuando te lo quitan todo, solo te queda la dignidad».

5. Las huelgas en la subcontratas: cada vez más políticas, cada vez más largas

La política de subcontratación además de perseguir su principal objetivo de abaratamiento de costes a costa de condiciones de trabajo, también ha contribuido a dividir a las y los trabajadores y a alejar a la administración, en apariencia, del foco de decisiones. De ahí que en las luchas en las subcontratas el discurso de ELA sea cada vez más político.

El mantra de que la administración no debe intervenir en los conflictos laborales de las subcontratas privatizadas no es aceptable, ni desde una perspectiva ética, ni, si me apuráis, desde una perspectiva legal. Es éticamente reprobable, porque las condiciones de trabajo de los colectivos subcontratados dependen principalmente de decisiones que se toman en y desde las administraciones publicas. Es legalmente inaceptable, porque la actual ley de contratos del sector público confiere a las administraciones públicas un amplio elenco de medidas para contribuir en la mejora de las condiciones de trabajo y en la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.

El verdadero problema reside en que si con la reivindicación laboral se ponen patas arriba los cimientos de un sistema patriarcal, basado en un neoliberalismo que nos explota a todos, en especial a las mujeres y se exige un uso de dinero público que ponga en el centro el bien común, eso no gusta un pelo. Y como no gusta, pues las huelgas se alargan. Y cuando se gane, porque ésta la vamos a ganar, al menos que no resulte una invitación abierta al resto para hacer lo propio en sus respectivos ámbitos. 168 días de huelga, no los hace cualquiera.

6. La caja de resistencia: con ella es duro, sin ella insoportable

Ya he explicado cuál es la estrategia de las empresas privadas y de la administración: alargar deliberadamente los conflictos para disciplinar a huelguistas (actuales y futuras). Pues bien, ante eso sí existe un instrumento que, huelga tras huelga,se viene demostrando muy eficaz: una caja de resistencia solida y solvente. Para ilustrarlo sirva este ejemplo. En esta huelga tenemos un matrimonio con hijos, ambos en huelga desde el 19 de setiembre. Gracias a la caja de ELA siguen en la lucha, y aun así probablemente toda ayuda sea poca. Sin caja de resistencia, sencillamente serían esquiroles.

7. Mujeres protagonistas de una lucha ejemplar

Salvo 3, el resto de huelguistas son mujeres. Probablemente ninguna de ellas hubiera elegido el desenlace que ha tenido la negociación. Y aun así, cada paso dado ha sido más firme que el anterior. Una lucha no violenta ejemplar.

En definitiva, dos ámbitos subcontratados han visto como en su seno se han acompasado el empoderamiento, la sororidad, la dignidad, la huelga y la caja de resistencia, todo ello con mujeres como protagonistas. Esto sí que son armas de mujer. Un orgullo poder vivir esta pelea a vuestro lado.

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