¡A pan y agua!
Nos gustaba el titular con la pregunta que encabezaba el día 21 de agosto la editorial de Diario Red: «¿Y si ninguno busca la paz?». Después de leer y releer la editorial pensamos que se nos invitaba a borrar del mismo titular dos palabras y los signos de interrogación. Quedaría así: «Ninguno busca la paz».
A los Trump, Putin, Macron, Rutter, Von der Leyen, sus élites y demás acólitos, la paz les trae sin cuidado, les importa un bledo, les importa un comino. Lo que quieren es el botín de sus guerras: oro, petróleo, minerales, materias primas, tierras raras si ganan las guerras. Mientras tanto, mientras duran o prolongan sus guerras, pueden seguir vendiendo a buen precio sus mercancías y artilugios militares. Por eso ellos mismos son los que las urden, alientan y azuzan. Los muertos, los «perros» muertos los ponen otros.
A los Trump, Putin, Macron, Rutter, Von der Leyen, sus élites y demás acólitos les importa un comino la crisis climática, un huevo el exterminio de los palestinos y el genocidio por hambruna en Gaza, un comino los migrantes ahogados en nuestro Mare Mortuum, el aumento de la temperatura de los mares, el deshielo de los polos, de los glaciares, del Permafrost siberiano, les importa un comino la desaparición de especies, les importa un comino el colapso de las corrientes marinas, la frecuencia de incendios e inundaciones, el aumento de epidemias y enfermedades no tratadas, el aumento de las diferencias sociales. Les importa un comino todo. Todo menos su «butxaca».
¿Y nosotros, los restantes?
Parece que no nos damos cuenta de que con estos gerifaltes y sus jerigonzas esto tiene muy-muy mala pinta.
Nos quieren hacer olvidar lo que es la guerra. Y lo consiguen.
Parece que hemos olvidado las atrocidades de la Primera Guerra Mundial, parece que no nos acordamos de los millones de víctimas de la segunda. Solo en el asedio a Leningrado hubo dos millones de víctimas entre civiles, soldados rusos y soldados alemanes. No les conviene a las élites que lo recordemos. Nos hacen creer que en las guerras se avanza y se conquistan territorios, sin víctimas, sin muertos, sin huérfanos, sin madres y padres abandonados. En las guerras peliculeras que nos ponen en la tele y en los cines, el soldado héroe avanza y avanza intrépido ganando terreno, masticando chicle. Nos hacen creer que la guerra es avanzar y avanzar y ganar casillas como jugando al parchís. No quieren que recordemos nada. Nada, ni incluso este año que es el 80 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Hay algunos historiadores que estiman que el desembarco en Normandía se inició para parar el avance de los ejércitos soviéticos. Historias, historietas e historiadores para todos los gustos. Si echas un vistazo en la Wiki verás cuántos millones murieron en unas cuantas naciones y cuántos miles en otras.
-¿Sabe usted algo del desembarco en las playas de Normandía?
-¡Sí, claro!
-¿Sabes usted algo del asedio de Stalingrado?
-¡Quééé!
-¿Qué tal, chicos, si preparamos ahora la tercera guerra mundial?
-¿Qué tal, chicos, si ahora preparamos bien la tercera en suelo europeo?
Tampoco quieren que sepamos cuántos sacrificios nos van a costar el día de mañana los gastos militares que hacen hoy: lo llaman «gastos en seguridad nacional». El ingente aumento del gasto militar de unas naciones nos obliga a aumentar el gasto militar a las naciones vecinas. Si una nación logra fabricar armas con más poder mortífero, obliga a las naciones vecinas a invertir sus recursos económicos en la industria militar, la más destructiva de las industrias.
Es el viejo y falso lema: Si vis pacem para bellum.
Es falso porque habría que escribirlo así:
Si vis praeda (botín) para bellum
Es un bucle que se retroalimenta sin final: guerra<<<venganza y nueva guerra, guerra<<<venganza y nueva guerra, guerra<<<venganza y nueva guerra. Todo esto tiene muy mala pinta porque la tercera, <¿Sería la última…?>, nos puede acarrear la aniquilación de todo rastro de vida en el planeta Tierra.
Si lográramos una mayoría mundial, –aunque sea convenciéndonos de uno en uno y de una en una–, aún podríamos obligar a los Donaldos y Baldomeros, a los Donalds y Vladimires, a estar «a pan y agua», sentaditos en una mesa y a no levantarse de ella hasta firmar la paz y el desarme con garantías de cumplimiento.
¡¡¡A pan y agua, sentaditos en esta mesa y sin levantaros de ella hasta firmar la paz y el desarme con garantías de cumplimiento!!!
Si lográramos una mayoría mundial, –aunque sea convenciéndonos de uno en uno y de una en una–, podríamos eliminar radicalmente el concepto de soberanía de las actuales naciones. Podríamos prohibir los ejércitos, la fabricación, el uso y la tenencia de armas mortíferas.
Luigi Ferrajoli en su obra: “Por una Constitución de la Tierra, la Humanidad en la encrucijada” propone un constitucionalismo supranacional.
En su proyecto de “Constitución para toda la Tierra” reza el artículo 77:
«La superación de los ejércitos nacionales
Se suprimirán los ejércitos nacionales. Cuando, para el cumplimiento de las funciones de policía previstas en el artículo 76 no sean suficientes las policías nacionales, las fuerzas de los ejércitos nacionales necesarias para tal fin serán transformadas en articulaciones territoriales del Comité de Estado Mayor y de Seguridad Global.
El Comité de Estado Mayor y de Seguridad Global promoverá y controlará el desarme progresivo de todos los estados de la Federación de la Tierra y el cumplimiento de la prohibición de producción, comercio y posesión de armas enunciado en el artículo 53».
Tenéis este libro en la editorial Trotta.
Un libro más: “La Construcción de la Democracia” del mismo autor y misma editorial.
El tercer libro: “Zum ewigen Frieden”, “Hacia la paz perpetua”. De Immanuel Kant. Lo tenéis con traducción, estudio preliminar, notas, índices y tablas preparadas por Gustavo Leyva en la edición bilingüe de la editorial: Fondo de Cultura Económica.
El cuarto: “Leningrado” de Vasili Grossman, lo tenéis en Galaxia Gutenberg.
El quinto: "Overlord, el Día D y la batalla de Normandía" de Max Hastings en la editorial: La Esfera de los Libros.
Ez adiorik!