Joseba Pérez Suárez

¿A quien pretenden engañar?

El propio Sánchez se ha permitido volver a poner al PNV frente al espejo, manifestando que «no estamos en soluciones que dividan a los vascos, como el derecho a decidir», sentencia ante la que Ortuzar ni siquiera arquea una ceja, puesto que hace tiempo que en eso también coincide con el inquilino de Moncloa.

No por no previsto resulta menos cansino. Nuevamente, en pleno período electoral, la voz del PSOE se ha vuelto a escuchar al norte del Ebro, diáfana, clarificadora y para quien tenga oídos para escuchar.

Con ese discurso monotemático, unidimensional, repetitivo... aunque nítido, eso sí. El discurso machacón y cansino de una Idoia Mendia empeñada, día a día, en dejarnos claro, por si no lo estuviera suficientemente ya, que «ellos» están aquí para impedir que el partido mayoritario intente, siquiera, enfilar el camino del abertzalismo. Como si hiciera falta su esfuerzo para conseguirlo. Como si la corriente jeltzale no tuviera, ya de por sí, suficientemente marcado su cauce desde que los Imaz, Ardanza, Ortuzar, Urkullu y cía. Desembarcaran en Sabin Etxea y acabaran con la escasa respuesta que encontraron entre sus paredes.

Triste, por otra parte, que la primera... y posiblemente única pretensión de un partido como el socialista en el mundo político de la CAV sea la de «impedir» las actividades de otro. De poner en práctica o impulsar algo similar a una propuesta política, ni rastro, oiga.

Eso sí, si algo han dejado claro los muchos, por no decir demasiados, años de coalición entre jeltzales y socialistas es que ningún partido gobierna en coalición con otro si sus programas no coinciden, al menos, en lo que cada uno considera básico e irrenunciable, por lo que si la obsesión enfermiza de Mendia con el impedimento de una política abertzale constituye su máximo objetivo, es de suponer que los de Ortuzar lo aceptan gustosos y acatan su veto, como ya llevamos viendo los últimos años.

Connivencia, por cierto, que no solo se ciñe al ámbito ideológico, sino que obviando los cuarenta años de negación de socialistas y populares al cumplimiento íntegro del estatuto de Gernika y deglutiendo, al parecer cómodamente, el bloqueo constitucionalista a cualquier atisbo de nuevo estatus para la CAV, alcanza ahora otro terreno pantanoso, cuando la publicación del enésimo indicio sobre la más que sabida relación de Felipe González con aquél GAL de siniestro recuerdo, deja al descubierto la doble vara de medir que Urkullu y sus adláteres utilizan dependiendo de quién sea el destinatario de sus pullas. ¿Para cuándo, señor lehendakari, trasladar a Mendia la misma pregunta que, machaconamente, dirige a Otegi? ¿Para cuándo intentar que el socialismo estatal reconozca que matar estuvo mal? ¿Para cuándo está prevista la colaboración del PSOE en el esclarecimiento del organigrama, financiación y asesinatos pendientes de resolver-investigar con respecto a aquella otra banda criminal? ¿Quizás eso tampoco preocupa a los jeltzales? Porque la excusa del PSOE de que «eso ya está juzgado», como escuchamos estos días, no vale como argumento cuando hablamos de ETA y ayudar a tapar delitos, que yo sepa, sigue definiéndose como complicidad.

Por si fuera poco, el propio Sánchez se ha permitido volver a poner al PNV frente al espejo, manifestando que «no estamos en soluciones que dividan a los vascos, como el derecho a decidir» ("El Correo" / 5-7-20), sentencia ante la que Ortuzar ni siquiera arquea una ceja, puesto que hace tiempo que en eso también coincide con el inquilino de Moncloa. Curioso, por cierto, lo del presidente español, por cuanto no habla de «supuesto derecho», sino que hemos de inferir que lo asume como derecho consolidado, algo lógico, porque es el mismo que ya practica la ciudadanía estatal cuando aprueba su Constitución, elige la monarquía como forma institucional e inmuniza de por vida al delincuente que pone al frente y que dedica su actividad a enriquecerse sin límite y defraudar al fisco, o sea a la propia ciudadanía, del país al que representa. Y todo ello sin generar, por lo visto, división alguna entre la sociedad, algo que solo ocurre, mira tú, cuando la que es llamada a consulta es la irredenta vasca o la «engañada» catalana.

Recurro al diccionario: derecho es la «facultad natural de la persona para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida, así como la de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establecen en nuestro favor». ¿De verdad no creen que la ciudadanía vasca debe tener derecho a decidir su futuro? ¿A quién pretenden engañar?

Bilatu