Pedro A. Moreno Ramiro

¡Abajo la «mala junta»! ¡Arriba la junta comunera!

Como todos los años, no podía dejar de escribir un artículo sobre Villalar de los Comuneros, más aún en este año 2023, donde la mal llamada Junta de Castilla y León ha sustituido esta festividad -debería ser festivo en toda la Castilla entera- por el día 25 de julio (Día de Santiago Apóstol). El movimiento político del ejecutivo ultranacionalista español es evidente: intentar erradicar de nuestro imaginario colectivo un día que es patrimonio de todas las castellanas y que tiene por fin rendir homenaje a una revolución popular sin parangón en su época –seguramente la primera revolución con perspectiva comunalista de la Historia europea- .

Sea como fuere, casi que la ultraderecha española nos ha hecho un favor al pueblo castellano ya que su decisión nos permite poner sobre la mesa la artificialidad que representa la autonomía de Castilla y León y el que su «día autonómico» se edificase sobre la base de un hecho Histórico que sobrepasa con creces sus actuales fronteras. Esta institución estatal, como la Comunidad de Madrid o la Junta de Castilla-La Mancha que «mal gobiernan» al conjunto de las castellanas, son una clara herencia del colonialismo español y de su Imperio. Aquello contra lo que, por cierto, lucharon los comuneros; es importante remarcar en esta línea, que en Castilla sufrimos un colonialismo español de interior que nos ha robado nuestra identidad, nuestra Historia colectiva como pueblo y que además, para colmo, con este último movimiento de eliminar el festivo de Villalar de su calendario autonómico, Fernández Mañueco y sus socios de Vox, han buscado dar el estoque final a una ideología como la comunera, la que, sin embargo, está más viva que nunca. De ahí, que en los últimos tiempos hayamos podido disfrutar de estrenos como el del documental "Comuneros” o de la publicación del libro “El rayo y la Semilla” de Miguel Martínez. Pero ¡ojo!, de este improperio a nuestra memoria por parte de la «mala Junta» también se pueden extraer aspectos muy positivos. Con esta burda maniobra del nacionalismo ultra español que pretendía ahogar nuestras esperanzas comuneras, lo que verdaderamente han precipitado, es que todas las castellanas y comuneras que viven tras los límites de esta Comunidad política artificial hayamos sido equiparadas con nuestras vecinas del Norte a la hora de celebrar este día tan importante, me explico; este 23 de abril no será fiesta autonómica en Castilla y León, pero será la fiesta nacional de todas las castellanas y su sentir comunero. Villalar tras el Régimen del 78, nunca fue festivo oficial ni en Madrid, ni en Castilla La Mancha. Territorios donde por cierto, la revolución comunera que intentaba poner al Reino por encima del Rey tuvo un gran peso en ciudades como el Madrid de Juan de Zapata o el Toledo de la irreverente María de Pacheco; último bastión comunero tras la derrota en Villalar, ergo que no sea festivo en Castilla y León no empañará ni un ápice nuestra festividad colectiva.

Ellos fueron un día un Imperio y se creen a día de hoy una gran «nación», nosotras, en contraposición, las comuneras del siglo XXI, somos la herencia viva de un movimiento comunalista que se gestó en el siglo XVI y que pretendía acabar con unas relaciones económicas injustas que ponían al comercio por encima del pueblo, es decir, al capitalismo por encima de la gente (si lo trasladamos al lenguaje moderno). Los comuneros también lucharon contra un sistema político autoritario y personalista que situaba al rey por encima del pueblo castellano, o sea lo que en en términos presentes equivaldría a poner al centralismo y a la idea homogénea de España por delante del confederalismo o de la diversidad identitaria que existe en la Península Ibérica.

Muchos liberales «españoles», incluso Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, quisieron tomar como inspiración para su época y causa la gesta de los comuneros, craso error el que cometieron, aquellos que pretendieron identificar a la Revolución Comunera como una «revolución genuinamente española» o un proceso Histórico que buscase el progreso bajo una «proto-idea de España». De hecho, esta idea ni si quiera existía en el siglo XVI. Muy por el contrario, y así lo demuestran las fuentes históricas, pese a que territorios como Galicia, Asturias o la actual Comunidad Autónoma Vasca formaban parte del Reino de Castilla en aquella época, la repercusión que obtuvo en estos territorios esta revolución fueron mínimos por no decir nulos. Por el contrario, sí tomó partido gran parte de Andalucía (fruto de sus intereses en América) manteniéndose leal al bando imperial. Frente a esto, las principales ciudades que se sumaron al bando comunero, fueron aquellas que se situaban en el centro de la península, es decir, en el corazón de Castilla.

A todas aquellas personas liberales -nacionalistas españolas- que desean descontextualizar lo que se vivió en esa época en Castilla y en otros lugares como la Región Leonesa, es importante recordarles que tanto Navarra como la Corona de Aragón, tenían en ese momento histórico sus propios órganos políticos independientes al Reino de Castilla, por lo que es absurdo en términos históricos, vincular a los comuneros con la España moderna o con el imaginario identitario español. Es más, el conflicto de las Germanías, coetáneo al de las Comunidades de Castilla, apenas resuena a la hora de hablar de las gestas liberadoras que se dieron en la construcción de una «España progresista». Tampoco nadie tuvo a bien, como sí se hizo con el morado comunero de Castilla, el colocar en el pendón republicano español una cuatribarrada que representase al pueblo valenciano-balear que luchó en las Germanías contra la Corona de Aragón, ergo siempre se ha utilizado a Castilla como cabeza de turco del proyecto unificador, centralista y homogeneizador que representa España para desgracia de las castellanas.

No me detendré, de nuevo, en todo el daño que ha hecho la idea de España al comunal castellano o a sus instituciones democráticas, como el concejo abierto, ya que es obvio que cualquier Estado Nación que se rige por un modelo capitalista tiene como fin el abolir toda aquella práctica comunal o democrática; como dijo en 1872 el Ministro de Fomento, José de Echegaray:

«Los usos comunales, los vecinales con goces, los aprovechamientos de los pueblos, todas esas prácticas socialistas deben ir desapareciendo y al disfrute confuso, irregular, demoledor y primitivo del suelo, bueno es que se sustituya la propiedad individual, germen de todo progreso, garantía de todo orden, y correctivo eficacísmo contra esta especie de socialismo campesino…».

Esto mismo que enuncio Echegaray a finales del XIX, lo va a materializar el republicano Manuel Azaña en el año 1933 tras los sucesos acaecidos en la localidad gaditana de Casas Viejas, donde un grupo de campesinos hartos de esperar a las mejoras del ejecutivo republicano declararon el comunismo libertario. La posterior represión de la Guardia Civil, con la respectiva orden de Azaña, fue seguramente el detonante que precipitó el triunfo de las fuerzas derechistas en las elecciones de ese mismo año y los posteriores acontecimientos trágicos que se sucedieron para los pueblos de Iberia.

En conclusión y para finalizar, cada cual es libre de juzgar lo que considere oportuno, pero en mi opinión, que en este año 2023 los partidos políticos del Régimen y sus instituciones capitalistas no estén en Villalar es algo positivo para Castilla y sus gentes y lo es, porque en un mundo depredador y egoísta que acelera un cambio climático, en una sociedad que prima al individuo por encima del común o en un sistema económico donde los que más tienen hacen que el mundo este tan mal repartido, es tiempo de articular una Castilla comunera y comunal que desde el cooperativismo organizado provea a nuestra tierra de una nueva *Santa Junta Comunera que nos independice de la tiranía de los Borbones y que nos libere de los gobiernos intolerantes y «demagorgons» de Ayuso, García-Page y Fernandez Mañueco. Ojalá en este camino, otros pueblos hermanos muy emparentados con Castilla y su Historia, como son el cántabro, riojano, extremeño o murciano, sepan ver en algunas partes de nuestra Historia, como sucede con el episodio comunero, uno hilo de empatía y esperanza hacia aquello que pudo haber sido, si con el paso de los siglos, se hubiesen impuesto aquellas ideas de progreso y libertad que defendían los comuneros.

*Cuando hablo de “Santa” me estoy refiriendo a la acepción de universal que dicha palabra tenía en esa época

Cuanto más vieja es la yesca
más fácil se prenderá
cuanto más vieja es la yesca
y más duro el pedernal.
Si los pinares ardieron
aún nos queda el encinar

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