José María Pérez Bustero
Escritor

Abriendo el término independencia

¿Qué conllevaría la independencia para el País Vasco? ¿Ruptura, aislamiento, enemistad, encerrarnos en un Estado de 20.592 kilómetros cuadrados, idealizar la propia historia y manera de ser?

En estas fechas tan singulares, en que ETA comunica el final de su ciclo histórico, y recuerda que la construcción de Euskal Herria es tarea de todos, vale la pena poner sobre la mesa uno de sus objetivos básicos: la independencia. En su día sonó para muchos como propuesta desmedida, lo mismo que supuso el 10 de octubre de 2017 la declaración de independencia de Cataluña hecha por Puigdemont, que el Gobierno central quiere presentar como un despropósito. Desde luego, la cuestión de la independencia en el Estado español es tan impugnada por el sistema de gobierno y su visión de los pueblos que la misma presentación del tema provoca prejuicios y preconceptos.

Sin meterse en discusiones con dicho régimen y sus afines, resulta ilustrativo mirar la independencia como paso dado en la historia de los pueblos. No hace falta llevar la vista a miles de años. Basta quedarse en la que llaman edad contemporánea. En ella la independencia aparece como hecho repetido por una y otra parte. Comenzando el año 1776, cuando Estados Unidos se independizó de Inglaterra. Y a lo largo del XIX se consolidó la emancipación de los actuales 35 países americanos. Cuba fue la última en conseguirla tras la guerra de 1895 a 1898.

¿Y en el siglo XX? Siguieron los procesos en otro continente. En África. Los países africanos, repartidos entre seis gobiernos europeos como colonias el año 1913, empezaron en la segunda mitad del siglo su proceso de liberación. Ghana fue el primero en 1957. ¿Cuántos son a día de hoy? Cincuenta y cuatro países independientes. Vamos más lejos geográficamente. De forma paralela, se dio la independencia de Australia en 1901, de Filipinas en 1946, India en 1947 y de otros 16 países asiáticos y oceánicos hasta 1967.

¿Solo sucedió la cuestión de la independencia en América, África y Asia-Oceanía? No. En ese tiempo se produjo asimismo la aparición de nuevos Estados en Europa. Eran 24 a primeros de siglo, y actualmente son 47. De muy diferentes tamaños geográficos. Cabe mencionar que hay 10 estados con superficie menor que Euskal Herria.

Volvemos a casa. En el contexto de dichas declaraciones de independencia a nivel mundial y bajo la opresión del sistema franquista, se reforzó en las tierras vascas el deseo de organizarse como Estado. Y en la década de los sesenta constituyó para muchos un ideal básico.

¿Cómo estamos a día de hoy? Sigue latiendo el mismo ideal o aspiración, se le llame independencia o capacidad de decisión –como lo expresó la plataforma "Demokrazia Bai!" el trece de abril de este año 2018 en Donostia–. Hay asimismo textos recientes, como el editado por Fundación Iratzar, donde se habla de las grandes ventajas de la independencia, que pueden resumirse en controlar nuestra propia vida, y elegir nuestras propias formas de funcionamiento.

Mientras le damos vueltas a esos datos, hay una pregunta simple y esencial. ¿Qué conllevaría la independencia para el País Vasco? ¿Ruptura, aislamiento, enemistad, encerrarnos en un Estado de 20.592 kilómetros cuadrados, idealizar la propia historia y manera de ser? En el meollo de la cuestión aparecen dos grandes campos que es necesario desentrañar.

Un campo se refiere a los aparatos del Gobierno central. El factor que da cuerpo a la independencia consiste precisamente en desasirse de los aparatos y estructuras del Gobierno central, que conllevaría cuatro efectos.

En primer lugar, la independencia produciría no tener una vida individual y social tejida y vigilada por los ministerios y delegaciones desde lo que llaman poder legislativo y ejecutivo de ese gobierno.

En segundo lugar, tendría como resultado no estar bajo el control de las llamadas «Fuerzas y Cuerpos de Seguridad» del Estado, sean la Guardia Civil o la Policía Nacional.

En tercer lugar, significaría no vivir bajo el aparato judicial que marca, veta, condena actuaciones sin tener en cuenta las apetencias colectivas.

Y en cuarto lugar, aportaría no estar en las manos del aparato penal, que enclaustra a lo ancho de la península a quienes no siguen consignas del Gobierno.

El otro campo no se refiere a emancipación sino a la relación con las tierras y gentes de ese Estado. Cuestión asimismo de enorme importancia, que debemos incluir en nuestro manejo del término «independencia» porque su carencia ha dado al independentismo vasco un aspecto negativo para muchos, tanto en casa, como fuera.

Vamos a diferenciar en dicho tema la zona del norte y la del sur de Euskal Herria. En Hegoalde, debemos explicar y afirmar que la independencia no incluye un rechazo a las tierras, zonas o provincias del llamado Estado español; ni a las gentes que viven en ellas; ni a su cultura en diferentes manifestaciones, ni a su economía.

Por el contrario, es preciso asumir que esas tierras y gentes son también víctimas de la opresión legislativa, administrativa, policial y penal del Gobierno. Caer asimismo en la cuenta y reconocer muy a fondo el hecho de que parte de nuestra historia es paralela o está mezclada con la de dichas gentes y tierras. Que junto a elementos culturales y formas de vida propios nuestros, tenemos elementos culturales en comunidad con ellos. Más aún. Hemos de recordar que incluso tenemos sangre de ellos, ya que, según los datos histórico-sociales, el 47% de la población vasca procede del flujo migratorio. Así que podemos decir que peninsulares y vascos somos vecinos e incluso parientes.

¿Es necesario y hasta imprescindible sembrar y cultivar esta verdad? Desde luego, pues el futuro vasco cuelga de ello. Y es que no solamente necesita este pueblo vasco liberarse de los aparatos estatales, sino al mismo tiempo cultivar la empatía hacia las gentes-zonas de la península. Hacia la tierra y gentes de la Rioja, Galicia, Castilla-León, Extremadura, Andalucía, Cataluña… ¿Por qué imprescindible? Para enriquecernos con su trato, y para evitar confusiones, malentendidos y fobias. Necesitamos ganarnos y desarrollar el aprecio-confianza de esas tierras y gentes.

Incluso debemos explicar a nuestra propia gente, a los vascos de todo tipo y procedencia, que la identidad vasca no está hecha de datos etnológicos sino de que pisamos el mismo suelo, y tenemos circunstancias, carencias y posibilidades comunes. No será fácil llevar a cabo esta explicación pero debemos expresarlo con toda contundencia. A ver si borramos antagonismos y aversiones. Incluso debemos explicar a tantas personas recién llegadas a esta tierra, que proceden de otros continentes, sobre todo de América, que, sin perder su identidad de origen, ellos también son vascos. Con el máximo derecho a participar de lo que es este país, que también estuvo en sus tierras y les dejó huella hasta en la piel. Y parecidamente, a africanos de la raza que sean.

Falta un tema. ¿Qué haremos en Iparralde? Ahí tenemos una historia diferente. Desde el ducado de Vasconia hasta la tragedia de la revolución francesa con miles de vascos arrastrados a las Landas. Desde la emigración a América, hasta el turismo de Napoleón III y esposa que fueron de veraneo a Biarritz y llevaron mucha gente con ellos. Y desde el impacto de las dos guerras mundiales que generó una mayor interrelación con el resto de gentes y tierras de ese Estado. También en esas tierras tenemos los vascos la tarea de sentirnos libres de los aparatos estatales, y asumir la empatía con otras tierras y gentes. 

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