Oskar Fernandez Garcia

La mentira, eje estructural del capitalismo

Muy probablemente la mentira germinó férreamente en la condición humana, cuando los primeros homínidos fueron capaces de guardar o almacenar alimentos para las jornadas venideras.

Pero también es probable que durante la larga noche de la evolución de la especie que terminaría asolando el planeta tierra y asesinando en masa a sus propios congéneres, la mentira no rebasase el ámbito individual o el de pequeños grupos. Con el transcurrir del tiempo, el asentamiento de las poblaciones, la creación de los pequeños núcleos sociales, el establecimiento de jerarquías, competencias y atribuciones en esas primitivas sociedades…, la mentira se trasladaría, seguramente, del ámbito individual al colectivo, socializándose y convirtiéndose en instrumento y medio de dominio, control y poder de enormes e increíbles proporciones.

La mentira abarcó todas las esferas y ámbitos de la vida social. Mediante su uso sistemático transformó no sólo la realidad inmediata, en la que se hallaba inmerso el ser humano, sino también la percepción que éste tenía de todas las cosas, independientemente del orden de estas, ya fuesen religiosas, económicas, científicas, de ámbito social, económico o político. La mentira fue utilizada como poderosa arma para dominar a las diferentes poblaciones. Y esa capacidad de mentir, con el paso del tiempo, no hizo otra cosa que volverse cada vez más hegemónica e increíblemente cohesionada, transmitiéndose de generación en generación, llegando a formar parte intrínseca de los componentes de la atmósfera del planeta tierra. La mentira llegó a ser eje estructural e indisoluble del capitalismo.

La mentira alcanzó proporciones gigantescas, apocalípticas y de una crueldad y barbarie jamás conocida por el ser humano cuando el gobierno de los Estados Unidos y su presidente Harry S. Truman a la cabeza decidieron –con una frialdad glacial y una absoluta deshumanización criminal– lanzar sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki un auténtico infierno letal, encapsulado en dos bombas atómicas. Sucedió durante el verano de 1945.

Una mentira concreta, una vez que es enunciada, puede permanecer clasificada durante décadas hasta que sus efectos ya no perturben la «paz social». Casi medio siglo han estado ocultas las verdaderas y terribles consecuencias de la perdida de cuatro bombas termonucleares por parte de un bombardero de Estados Unidos, en un accidente aéreo. Ocurrió el 17 de enero de 1966, en el municipio de Palomares (Almería). Los terrenos aún permanecen contaminados radioctivamente y las poblaciones circundantes, lógicamente, sufriendo las terribles consecuencias. Algunas mentiras son tan brutales, densas y obscuras que permanecen durante meses y meses en el más absoluto desconocimiento.

Eso mismo sucedió un 16 de marzo de 1968. Una fecha que quedará grabada para siempre a sangre, fuego y plomo en el imaginario colectivo del pueblo Vietnamita. El país era destruido, literalmente, bajo las bombas de napalm, los intensos e indiscriminados bombardeos y el llamado agente naranja. Ese día la pequeña aldea de My Lai fue salvajemente arrasada por una compañía del ejército de los Estados Unidos, al mando del teniente Calley. Sólo había personas ancianas, mujeres y niños, Todos murieron tiroteados, quemados, destrozados con granadas; previamente las mujeres y las niñas fueron violadas, las casas quemadas, los campos destrozados, el ganado sacrificado…

La mentira no conoce coordenadas geográficas y está instaurada en todas las latitudes. En la CAPV tiene un arraigo total y está completamente consolidada. Una de las figuras más importantes del PNV –desde la llamada transición española hasta prácticamente nuestros días– presidente del mencionado partido desde 1985 hasta el 2004 el Sr. Xabier Arzallus declaraba, mintiendo, – sin el más mínimo sonrojo – en 1980, que si la central nuclear de Lemoiz «no se construye comeremos berzas… y con velas». La mentira en todos los ámbitos de actuación, de esa formación autonomista por antonomasia, ha sido constate y determinante para ocultar su falta de transparencia, su incapacidad política y su pésima y nefasta gestión.

Los altos cargos jeltzales mintieron durante la década de los noventa de manera sistemática, ladina, ruin y miserable allanando el camino del gobierno del Estado español para acometer una de las mayores atrocidades contra la libertad de expresión y de prensa: el cierre del diario Egin y Egin Irratia. El nefasto acontecimiento ocurrió el verano de 1998. Pero años antes el PNV había ya emprendido el camino de la calumnia, la mentira, la insidia y el odio contra la izquierda independentista y concretamente contra los mencionados medios de comunicación.

El exlehendakari Ardanza afirmaba, sin el más mínimo rubor, que la «desaparición de Egin sería un favor para la higiene democrática» (24-11-1993). El consejero de interior, el Sr. Atutxa, pedía «el ahogo económico y el boicot institucional a Egin» (25-11-1993). La mezquindad de Atutxa no conocía límites: «lo que escriben ciertos profesionales de ese periódico perjudica directamente a los ciudadanos que leen sus artículos». La insidia del nefasto consejero no conocía límites: «EGIN es como una pequeña bomba de amonal … Todas las mañanas explota una pequeña bomba, de unos cincuenta gramos de amonal que es EGIN» (22- 08- 1996).

En el programa electoral para las elecciones del 2012, el PNV se comprometía, no solo ante su militancia y electorado, sino ante toda la comunidad de vascongadas a «incentivar, alimentar y promover… el establecimiento de un nuevo Estatus Político para Euskadi». La realidad, una vez más, vuelve transparente sus mentiras. Y esta concretamente, basada en la consecución de un mayor autogobierno, mediante el diálogo y el acuerdo con el Estado español, es una de las mayores y sibilinas mentiras esgrimidas por los altos cargos del susodicho partido, durante más de un cuarto de dilatado y anodino siglo. Ha llegado la hora de que la verdad resplandezca, destelleante, clara y diáfana, iluminando todos los rincones de Euskal Herria, desterrando para siempre las espesas sombras y obscuras mentiras, que durante decenios ha sembrado la formación jeltzale.

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