Maitena Monroy
Profesora de autodefensa feminista

Ahora que la normalidad ya no es patriarcal

Es importante identificar cuáles son las resistencias de los inadaptados que pretenden que todo siga bajo el legado de la vieja normalidad, pero también las resistencias activas de los que se creen «adaptados».

A la memoria de África A.M., profesora de autodefensa feminista y compañera siempre.


Quizás una de las mayores evidencias del triunfo feminista sea la propia negación del patriarcado. Negación que, a su vez, impide interpretar la realidad bajo el marco de un sistema con valores, normas y prácticas sexistas. Esto lleva ya tiempo pasando con el análisis de la violencia sexista y, en particular, en los malos tratos habituales. Violencia que se ha vuelto una cuestión de psicópatas, seres que de pronto pueblan nuestras relaciones y familias. Hábiles manipuladores que orquestan, ellos solos, el ejercicio de su violencia selectiva.

Si la obediencia de las mujeres, antes, respondía al orden natural o divino del mundo, ahora que las mujeres podemos empoderarnos, los hombres que no se han sabido adaptar a la nueva normalidad, mientras nosotras nos liberábamos, se han vuelto locos. Y podría ser porque la psicopatía les sale solo con las mujeres, las niñas y los niños, pero hete aquí que no sabemos qué afección padece una gran parte de hombres y mujeres, que, sin ser psicópatas reconocidos, avalan, aplauden y/o minimizan las acciones de estos desenmascarados psicópatas. Ay las feministas radicales que no comprendemos que esta psicopatía no es más que un no saber adaptarse a la nueva normalidad. Como diría P. Domingo: «eran otros tiempos», tiempos en los que abusar de las mujeres era el pan nuestro de cada día. Ahora ya no y él está adaptado, pide perdón, tras la evidencia contrastada, y pelillos a la mar, que ésta ya es otra nueva normalidad, sin Dios, sin rey y sin patriarcado. Ya lo veníamos avisando, «abajo el patriarcado que va a caer», y mira tú por dónde que ha caído sin nosotras enterarnos del todo.

Ahora, podemos salir sin miedo a ser violadas. Podemos buscar empleo en igualdad de condiciones y salario, podemos relajarnos al compartir nuestras vidas porque la corresponsabilidad es la marca personal y colectiva, no habrá sobrecarga de cuidados, no más batallas por quién hace qué. Podemos vivir la sexualidad con quién y cómo nos apetezca. Podemos saber que nuestra palabra es tan válida como la de cualquier hombre. Podemos definir nuestro propio proyecto vital, no habrá estereotipos sexistas, ni mirada androcéntrica que formalice el conocimiento.

Lo que viven miles de mujeres a nivel institucional, como Irune Costumero, es la excepción, los últimos coletazos del patriarcado. No es exactamente psicopatía lo de las instituciones, es solo que les cuesta adaptarse a la nueva normalidad. Ya se sabe, el engranaje institucional es lento.

El recrudecimiento actual de la violencia contra las mujeres poco tiene que ver con los estereotipos sexistas o que durante el confinamiento estos pocos inadaptados hayan tenido su objeto de control bajo un férreo control. Qué va. Es solo que ahora que terminamos las restricciones se les ha desatado su locura desadaptativa, será la covid-19. Tranquilidad hermanas y hermanos que cada resistencia la afrontaremos con el convencimiento de que es el fin del patriarcado.

En cualquier caso, es importante identificar cuáles son las resistencias de los inadaptados que pretenden que todo siga bajo el legado de la vieja normalidad, pero también las resistencias activas de los que se creen «adaptados». Entre los «adaptados» a esta nueva normalidad están los «pero-ristas», los del «sí estoy de acuerdo, pero...», los del «yo no quiero opinar, pero». Luego los matizadores, «yo es que no creo en blanco y negro, creo que hay matices», que hasta suena bien porque matizar te permite hacer un ejercicio de reflexión. Ahora bien, si ese ejercicio es solo para mirar a tu propio ombligo, revisar qué te quita el patriarcado, pero no lo que te da a cambio, resulta una mirada poco resolutiva de cara asumir la responsabilidad de subvertir la identidad de género. Luego están los del caso aislado, aquellos que a través de hechos aislados intenta analizar la complejidad del sistema para ver sólo aquello que corrobora su cosmovisión. Luego los que dicen que los hombres también sufren mucha violencia pero que no se ve porque solo se da voz a la que sufrimos las mujeres. Luego están los que ven a los hombres como víctimas del patriarcado, así todo el mundo víctima de este juego sucio que ejerce el gran hermano, aunque hemos de decir que quien ve a los hombres como víctimas no suele reconocer a las mujeres como tales, sino que suele vernos como victimistas, cosas curiosas de los adaptados a la nueva normalidad. Luego quien considera que el machismo utiliza, pero no hace libres a los hombres y, claro que no, ningún sistema de opresión tiene por objetivo promover la libertad, solo un estatus quo que posiciona, en este caso a los hombres de manera genérica, en una posición social privilegiada, pero eso ya son cosas del pasado. Pero por si quedara algún privilegio por ahí, hay algunas situaciones que no es que sean exactamente resistencias sino obstáculos que impiden generar espacios de alianzas porque se confunde privilegiado con opresor y sinceramente, creo que hay diferencias, ya que todo opresor es un privilegiado, pero no todo privilegiado quiere ejercer la opresión porque si no, no habría reconciliación social posible. Esto, por cierto, lo podemos trasladar a otras opresiones, de cara a establecer las alianzas necesarias para trabajar desde ese concepto que nombramos tanto, interseccionalidad, reconocernos en la diversidad y que ésta no se vuelva un arma arrojadiza. Aunque igual también se han acabado las migraciones forzosas, los campos de concentración en Europa, ¡ay, perdón!, de refugiadas, los mares con cadáveres, el racismo, el clasismo. Si eso, me avisan, y cada vez que vea un acto racista sabré que solo es un rasgo psicopático que nos hace ver al igual como la otredad y que es fruto de nuestra mala adaptación a la nueva normalidad. Si eso, me avisan, que yo también quiero vivir en esa república feminista, con aliados responsables, donde solo quedan cuatro inadaptados y no un sistema de opresión.

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