Jesús Luis Fernández Fernández
Abogado

Ana Julia y Patricia, Patricia y Ana Julia

Como sociedad, a menudo estamos más cerca de estos grupos de mamporreros que se apuntan a cualquier linchamiento simbólico que de la templada reacción de los padres de Gabriel

Hemos vivido recientemente uno de esos sucesos que nos marcan, que dejan en nosotros una huella, en este caso con forma de corazón. Me refiero a la desaparición y muerte del niño Gabriel Cruz Ramírez en Almería y a las reacciones que le siguieron.

No me interesa centrarme en los aspectos «malvados» de esta historia sino en los otros, que además de existir han superado ampliamente a los primeros. Y así, poner el foco en lo bello, en lo positivo y en la compasión que nos ha mostrado este caso. Y con ello, tratar de destacar que en las historias, en la vida, en nuestra existencia, podemos generar las acciones más amorosas y compasivas y también las más oscuras.  Unas y otras están latentes en nosotros y pueden aflorar en todo momento, en las grandes ocasiones y en los pequeños hechos. De nuestra decisión, de nuestra conciencia, depende que surjan unas u otras.

Salvo sorpresas que nos esperan parece ser cierto que Ana Julia mató a Gabriel, el hijo de su entonces pareja, seguramente aprovechándose de la confianza e indefensión del menor. Desde la razón cuesta entender por qué una persona puede llevar a cabo una acción como esa. Los misterios de la vida y las causas profundas del comportamiento humano aún se nos escapan. A partir de ahí, podríamos quedarnos solamente en lo terrible de la muerte de Gabriel o, dar un paso más, y sentir que Gabriel va a aportar a nuestra Sociedad un grandísimo beneficio en forma de amor. Es cierto que a una madre o a un padre nunca le va a agradar la muerte de un hijo de 8 años, pero cuando esto nos ocurre, incluso con la tristeza que supone toda separación, si somos capaces de no quedarnos en el dolor y recrearnos en él sino que dejamos que sea el corazón quien hable, el resultado puede ser como el generado por los padres de Gabriel, esto es, una oleada de amor con la intensidad de un tsunami.

De toda esta historia de la que Gabriel ha sido protagonista me quedo con todo el movimiento de compasión que ha generado en nuestras conciencias y en nuestros corazones. Ya desde que se confirmó la desaparición de Gabriel fueron numerosas las muestras de cariño y empatía que se manifestaron en la presencia de grupos de voluntarios  acompañando a los padres en la búsqueda del niño. Cuando de manera espontánea, desde el sentimiento de empatía y bondad, llevamos a cabo acciones como esta estamos mostrando lo mejor de nosotros, la parte más pura y amorosa de nuestro ser, de nuestra verdadera esencia. Y el hecho de llevarla a cabo supone un entrenamiento y crecimiento de la bondad que anida en cada uno de las personas.

Sin embargo ha sido tras conocerse que había sido Ana Julia quien se llevó y mató a Gabriel cuando lo que se apagó (la existencia de Gabriel) dio luz -y una luz enorme que casi nos dejó deslumbrados- al amor en estado puro a través de las reacciones de sus padres, de las palabras de Patricia.

La actitud de Patricia pidiendo en nombre de su hijo que se dejara a un lado la rabia y que no se ha hablara más de Ana Julia, pidiendo expresamente “que nadie retuitee nada de rabia” nos ha llegado como un mar de compasión ante el que me descubro. En ocasiones como esta y aun sintiendo que poco más se puede aportar, sí que quiero hacer unas apreciaciones.

Los padres de Gabriel, a pesar del dolor y tristeza en el que los imaginamos, han sido capaces de templar la reacción visceral, el exabrupto, la exigencia de venganza…; Y, en vez de ello, nos han pedido a toda la Sociedad serenidad, nos han vedado la ira para tratar el caso de Gabriel, nos han pedido que no nos metamos con la mujer que se llevó a su hijo. En fin, dadas las circunstancias que hemos ido conociendo, no era fácil, parecía poco probable, pero los padres de Gabriel, en vez de razones lógicas y argumentos sociales o legales, dejaron que se expresara su corazón. El resultado es conocido. Algunos no se debieron enterar y se arremolinaban en las proximidades de Comisarías y Juzgados para ver si podían increparle a Ana Julia y quién sabe si incluso acercarse y darle un empujón  para hacerle ver su maldad.

Como Sociedad, a menudo estamos más cerca de estos grupos de mamporreros que se apuntan a cualquier linchamiento simbólico que de la templada reacción de los padres de Gabriel. Desde un pueblecito de Almería, Patricia nos ha pedido que no expresemos ira en nombre de su hijo Gabriel. A veces, cuando vemos las noticias sentimos tristeza y pérdida de confianza en el Ser humano. La actitud de los padres de Gabriel ha sido una gran ayuda para recuperarla. Gracias Patricia y Ángel.

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