Jesús Biurrun
Doctor en sicología

Analizando al analista (por una vez)

Nos ha parecido este un momento muy oportuno para constatar el contenido y, más aún el estilo con que se ha venido describiendo en el Estado el fenómeno ETA. Para ello hemos tomado un texto publicado en un periódico de referencia por una de sus firmas más apreciables y lúcidas, analizando el citado comunicado. Es por esas cualidades que lo elegimos, pues nos permite mostrar hasta donde llega el discurso hegemónico, en la mejor de sus versiones, enfrentado a esa expresión del conflicto hispano-vasco que ha venido representando ETA

A los sesenta años de su nacimiento ETA difunde una "Declaración sobre el daño causado" donde se explica, hace autocrítica y se despide del pueblo por el que ha luchado. Todo es nuevo en el proceso unilateral de paz emprendido por esta organización. Todo salvo la respuesta beligerante y unívoca recibida del régimen español, divulgada, cuando no exacerbada por los medios de comunicación, con sus mejores plumas y más notorios intelectuales rivalizando por proclamar su acuerdo y determinación. El resultado ha sido la fabricación de un Golem que ahora se despide con elegancia y ecuanimidad, dejando a unos y otros en evidencia.

Nos ha parecido este un momento muy oportuno para constatar el contenido y, más aún el estilo con que se ha venido describiendo en el Estado el fenómeno ETA. Para ello hemos tomado un texto publicado en un periódico de referencia por una de sus firmas más apreciables y lúcidas, analizando el citado comunicado. Es por esas cualidades que lo elegimos, pues nos permite mostrar hasta donde llega el discurso hegemónico, en la mejor de sus versiones, enfrentado a esa expresión del conflicto hispano-vasco que ha venido representando ETA. Lo que sigue es un análisis del mencionado "análisis".

I. Qué dice que dice

Comienza nuestro analista su tarea con una afirmación que en estas tierras y en la población mínimamente informada produce asombro: ETA, dice incriminadoramente, utiliza en su comunicado un lenguaje político. Qué otro lenguaje podría usar, cuando incluso en las reivindicaciones que ha venido haciendo a lo largo de su historia la información sobre sus operaciones se acompañaba de la explicación del marco político en que se inscribían.

A continuación tiene éste la honestidad de reconocer que la retórica política está presente en todos los partidos, constituyendo una jerga diferente al lenguaje que utiliza el resto de los ciudadanos. Lástima que tras esa afirmación se olvide de la misma para atribuir tan censurable vicio a ETA en exclusiva, con las connotaciones que de ello se desprende en un medio social sumergido en el discurso satanizador de esa organización. De modo que el hermeneuta se entrega a continuación al placer de enumerar las "trampas" (ya no recursos retóricos del político sino trampas) desperdigadas por el comunicado. Un placer concienzudo, hay que decirlo, propio de entomólogo o relojero de lupa. De donde, seguramente, proviene la sensación de trabajo esforzado y forzado que desprende el texto.

Ya los primeros hallazgos que menciona son de una preocupante insustancialidad. Así, por ejemplo, ETA no debió decir «desde la honestidad y el pleno respeto» sino «con honestidad y pleno respeto», para no incurrir en el vicio retórico. Grave, como todos saben.

La segunda trampa dispuesta por el redactor etakide consiste en la siembra de eufemismos. Es lo que descubre cuando habla de «lucha armada» en lugar de decir «terrorismo», o sea, utiliza una expresión inequívoca en lugar de otra que significa lo que su emisor decide en cada momento. El mismo emisor, nuestro analista sin ir más lejos, que no llamaría terrorista a Begin o a Mandela. No se pregunta el autor si a los «eufemismos» del adversario no está él aplicando los disfemismos propios, pero de esto hablaremos más adelante.

Vayamos ahora con la «manipulación» más obvia que ha descubierto. Los mismos que dicen pretender «la liberación nacional» esconden que son separatistas, algo al parecer indecoroso. ¿Cómo lo hacen? Pues afirmando que en el País Vasco existe una «supuesta ocupación». Supuesta, dice. Tal vez porque no veranea por esa tierra y desconoce la existencia de tropas, comisarías, banderas españolas de ondear preferente y obligado por todo el territorio, así como una legislación, judicatura y estructura políticas estatales. No está informado, en suma, de la prevalencia en todos los órdenes del poder español sobre el vasconavarro. Una ocupación militar, administrativa y simbólica del país que puede desearse o bendecirse pero que, en ningún caso, es posible negar.

Mayor sorpresa despierta la acusación de ocultamiento de realidades a ETA. Así, se censura la referencia al «bombardeo de Gernika» como si ninguna otra población hubiera sido bombardeada. ¿Se está reprochando a ETA quedarse corta en la enumeración de agravios que justificarían su aparición y reacción violenta? Tranquilicémonos, no es así, porque a continuación le critica que justifique su existencia en ese dolor ya que otras poblaciones también lo padecieron y no respondieron violentamente. De donde resulta este inapelable silogismo: si otros (quiénes, cómo, cuándo, no se especifica) dan ante hechos semejantes la respuesta X quien dé la respuesta Y incurrirá en error o crimen. Siempre que equis fuera la respuesta que conviene al autor del silogismo, no confundamos, que no vale la conclusión inversa eligiendo la y griega como referencia).

Acusa el analista al autor de la declaración de desresponsabilizarse de sus actos. Estamos hablando de un documento donde se pide perdón a unos y se muestra respeto al adversario político-militar, al tiempo que se lamenta que la guerra haya durado tanto. Entiéndase, la guerra por parte propia que no por parte del Estado, que la mantiene viva. Y en qué funda la citada desresponsabilización. Sencillo: en la manía del etakide por explicar el contexto bélico y persecutorio que motivó la toma de las armas por un sector de una sociedad avasallada.

Otros motivos de censura: ETA impersonaliza cuando se refiere a lo que ha padecido el pueblo en estos años. Y es que cuando dice «pueblo», observen, «evita especificar un sujeto», por lo que no se percibe «el sufrimiento propiamente de las personas que padecieron muerte, heridas…». Pero no activemos los músculos del estupor, no al menos hasta conocer, a continuación, el otro elemento censurable del comunicado. ETA exclusiviza el sufrimiento, privando al resto de esa experiencia. Es lo que se desprendería (inferencia lo llama) del pasaje en que al mencionar el sufrimiento del pueblo no cita por su nombre a los diversos pueblos, además del vasco, que lo han padecido.

La identidad demo-constitucional conlleva en nuestros pagos una militancia contra el pecado de simetría. Esta predisposición es en realidad uno de los síntomas que integran el síndrome de Intangibilidad del Estado Dado. El IED, digamos, en un manual de psicopatología política. Otro síntoma emparentado con este es el de la desigualdad esencial, por el que podemos afirmar, por ejemplo, que siendo ETA diferente de cualquier otra insurgencia conocida, su proceso de desarme y el comportamiento de su adversario gubernamental no puede parecerse a ningún otro conocido hasta la fecha. Si nada es igual a nada no hay modelos o pautas que tomar de otros. Pero volvamos al pecado de simetría, tan grave que puede llevarle al despistado que lo cometa a incurrir en inconcebibles agravios y humillaciones de terceros y acabar con sus huesos en el averno. La evocación de la simetría recorrería todo el comunicado de ETA pero recogemos aquí ese momento ambiguo en que el analista denuncia el intento de extender al Estado la responsabilidad de haber generado sufrimiento e injusticia en lugar de atribuírsela en exclusiva. Porque, como es sabido, la muerte, mutilación, privación de libertad… ejecutada por agentes del Estado son algo muy distinto de las ocasionadas por la insurgencia. La perversión, en fin, de comparar un asesinato legal con otro ilegal. Mas la ambigüedad que mencionábamos nos deja ver al analista reclamando una simetría selectiva. Esta simetría buena consiste en reclamar para el sector pro-gubernamental una parte en la cuota de exiliados. La dificultad de que el exilio implique el abandono del Estado y los españoles a los que se refiere se trasladaron a otros lugares de Estaña se solventa de este modo: desde la «perspectiva» de ETA «jamás se podría pensar que se fueron al ‘extranjero’». Algo que le dejaría sin simetría en este punto concreto, el del exilio (al igual que ocurre con la tortura). Aunque en el caso del exilio la reivindicación de una simetría selectiva supondría un valioso refrendo del planteamiento de ETA, al considerar al resto del Estado el extranjero de Euskal Herria. Cómo interpretar semejante conclusión. ¿Como un fenómeno en que «los extremos se toca» o, más bien, como una representación de la pieza de Muñoz Seca “Los extremeños se tocan”? Será esto último si nos atenemos a la proximidad ideológica.

II. Quién dice que dice

La unidad del Estado es un dogma ideológico del español autoritario y/o esencialista. De ahí que el vasco que pretenda decidir sobre su autogobierno viole una realidad ya natural ya revelada. Pretende fraccionar lo que debe permanecer unido. No busca la independencia ni siquiera la autodeterminación, con todo lo malo que sería ambas cosas. Peor aún, pretende la escisión de lo Uno, es un «separatista». Y esa condición suya, el separatismo, es lo que pretende disimular enfatizando la agresión padecida por el unionismo y la reacción defensiva que éste ha tenido que oponerle.

Las elecciones terminológicas de este analista son eufemismos o disfemismos según le conviene. Prefiere el culpabilizador «asesinato» en vez del neutro «acciones» cuando es ETA su autor. Pero prefiere el técnico «bombardeo» de Gernika en vez del culpabilizador «masacre» u otro similar cuando su responsable es el régimen franquista.

Otra de sus tendencias es el abundante recurso a la magnificación de lo nimio: ETA dice «‘en el trascurso de’ en vez de ‘durante’». En el descubrimiento en el adversario (en su comunicado) de lo que no hay: ETA despersonaliza cuando reivindica un atentado contra «un cuartel de la GC» en vez de contra quienes lo habitan. O la trasformación de una elección expresiva bienintencionada en un hecho condenable: cuando ETA lamenta el «sufrimiento desmedido», significa simplemente «que se excedió en la dosis». Técnicas mediante las que logra materializar la figura del adversario sin necesidad de materia.

En relación con lo anterior se aprecia un apego al razonamiento simple y automático. Gracias al simplismo reduce lo complejo a unos pocos elementos. Con lo que se suprime el contexto y su correspondiente estudio y consideración. Gracias al automatismo se conoce con antelación cual es la única reacción esperable, esto es, posible, o sea, normal, cuerda… legal. Lo previsible sustituye a lo psicológico, histórico, cultural, como fuente de verdad y de realidad. Mediante este recurso el analista puede elegir un fenómeno histórico, pongamos la guerra del 36-39, el franquismo y su reformulación mediante la Transición, y reducirlo a un episodio concreto (Gernika), vagamente generalizado («no fue la única localidad bombardeada») y despojado de cualquier otro elemento, para extraer la conclusión deseada: ETA no puede explicarse por lo que ocurriera en el 36, el franquismo y la Transición. ETA es, simplemente, crimen. Quod erat demostrandum, que diría el escolástico.

La liberalización del principio de causalidad es otro de los mecanismos lógicos de los que se sirve. Admitiría que la causa precede al efecto y que entre ambos existe algún tipo de vecindad espacial. Lo que no acepta es que ese principio esté al alcance de cualquiera. Como toda mercancía de comercio y tráfico liberalizado, está al alcance únicamente de quien se encuentre en posición de adquirirla. En caso contrario cualquiera podría decir que un diluvio de muerte y aniquilación de la identidad cultural vivido desde el seno de la familia pueda ser causa de una reacción violenta contra el victimario. ETA, a diferencia del Estado, no puede recurrir a ese principio sin cometer fraude y hurto de una regla, la causalidad, que no le pertenece. Otra cosa sería la explicación de la tortura policial por la existencia previa de atentados. De modo que ETA se queda en un efecto sin causa.

Con el término reversión discursiva nos referimos a la práctica de atribuirse símbolos, expresiones o reivindicaciones del adversario o de proyectar sobre éste conductas y propósitos propios. En el primer caso, la reversión simbólica permite camuflar las propias intenciones e identidad bajo un disfraz antagónico para beneficiarse ya del desconcierto producido en el observador ya del prestigio de esas expresiones ya de su ridiculización. El falangista que cuelga una pancarta con el eslogan "Gora España Askatuta" acompañada del arrano beltza es un ejemplo de ello. En el segundo caso podemos encontrar a los publicitarios del centralismo estatal cuando acusan a los ciudadanos de sus naciones sojuzgadas de racismo, xenofobia o supremacismo por reclamar su derecho a autogobernarse. O cuando ven en ellos delitos o crueldades propios. Nuestro analista practica esta reversión material cuando, ignorando la definición clásica y ratificada por el Estado español sobre la tortura, la de Naciones Unidas, acusa a ETA de torturar a sus secuestrados, mientras no ve tal cosa en quienes sí se ajustan a esa definición: los torturados en comisaría y la mayoría de los presos vascos, mantenidos en aislamiento.

Otro déficit cognitivo (o superávit, según como se vea): instalado en una democracia imaginaria otorga consistencia material a objetos que no existen (la división de poderes, por ejemplo) o difumina otros que sí existen. Gracias a este último ejercicio se puede dar por denunciado –sin exabruptos, eso sí– el GAL y condenados sus integrantes, cuando las condenas fueron escasas, clementes e indultadas o suspendido su cumplimiento, la mayoría de sus delitos no pasaron por el Juzgado y del señor X para abajo se ha mantenido el silencio judicial y en buena parte mediático sobre la totalidad de esa estructura criminal, con las salvedades aludidas.

La bondad paranoide es en unos casos un recurso dialéctico interesado, en otros una compulsión desdichadamente popular a tener razón allí donde haya un interlocutor y en otros alimenta la identidad personal de quien se cree condenado a ocupar el lado del bien y la verdad en los asuntos de la vida. Imaginamos que el trabajo de nuestro analista corresponde al primer tipo, aunque en lo relativo al conflicto hispano-vasco encontramos muestras de todos ellos. En cualquiera de los casos se caracteriza por la convicción real o fingida de la persona de hallarse en el tema en cuestión y con mayor énfasis cuanto más grave sea este, en el lado del bien y lo correcto.

Nuestro analista se facilita la tarea estableciendo que su oponente es víctima de una «disparatada visión del mundo». No se verá reflejado, por consiguiente, en los fraudulentos recursos retóricos que afirma ver en aquel. Y ello a pesar de que está lejos de demostrar su existencia y, a menudo, se encuentran en su propio discurso. Así, mientras ve en cada reconocimiento de una culpa propia la inmediata derivación hacia la culpa o responsabilidad que le correspondería a su adversario estatal no percibe motivo de crítica alguno en este último. La sucinta mención al GAL quedó amortizada con un rotundo «fueron condenados por ello». De modo que donde ETA lamenta la duración del conflicto violento el analista no alcanza a ver que el Estado persiste en la persecución de una victoria que aniquile al antiguo adversario. Se le escapa una asimetría tan aparatosa como la que se da entre quien pide perdón al no combatiente y muestra respeto por el combatiente y quien persiste en su agresión verbal, simbólica y física practicando detenciones, procesos, cárcel, maltrato y represión social. De modo que cuando ETA dice que no debió ocurrir jamás o, al menos, durar tanto, incurre en una contradicción. Porque «jamás» y «duración limitada» son términos que se contradicen, ya ven.

No extrañará a estas alturas que quien se halle imbuido de bondad paranoide resuma el conflicto hispano-vasco con un ETA agrede (sin causa, como se dice en otro lugar) y el Estado franquista y de transición se defiende. Y tal vez la mejor forma de decirlo sea: cuando ETA mataba, secuestraba… «quienes sufrían violencia se defendía de ella Constitución en mano».

Cabe sospechar que algo más ya llevarían en las manos los que «se defendían». Pero no se lo oiremos reconocer a quienes se sienten imbuidos y propietarios de Bien exclusivo y feroz.

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