Juan Mari Arregi
Participante en «Apaiz kartzela»

«Apaiz kartzela» y la jerarquia actual de la Iglesia vasca

Si el sistema franquista, con la complicidad de la jerarquía de la Iglesia, torturó y condenó a cárcel y exilio a sacerdotes vascos, qué es lo que no hizo con militantes de ETA y otros grupos clandestinos laicos.

Se está exhibiendo el documental, “Apaiz kartzela”, sobre la cárcel concordataria de Zamora creada por la Jerarquía de la Iglesia y el Gobierno español franquista en el período 1968-1976. Por allí pasaron cerca de 60 sacerdotes diocesanos y religiosos, en su gran mayoría vascos. Cerca de veinte nos vimos obligados a exiliarnos.

Quienes entonces formaban parte de la jerarquía de la Iglesia Vasca, salvo alguna excepción, ya no están. La jerarquía actual de la Iglesia vasca, sin embargo, continúa con otras personas y no sería serio que, amparándose en que ellos no estuvieron entonces al frente, eludieran  hablar de las responsabilidades por la complicidad que tuvo aquella jerarquía de la Iglesia, incluido el Vaticano, con el franquismo, con el capitalismo, con la represión social, laboral, política y nacional vasca.

La jerarquía de la Iglesia vasca, como la estatal y vaticana, siempre ha estado y continúa estando con las víctimas de ETA. Salvo alguna pequeña excepción, nunca estuvo con las víctimas del franquismo y del capitalismo. Dirán que son tiempos ya pasados. No deben serlo para las víctimas de ETA, ya que constantemente vemos recordatorios y exigencias pese a haberse terminado la lucha armada hace diez años.

Por ello bueno sería que los actuales jerarcas de la Iglesia vasca vieran ese documental y sacaran sus conclusiones. Podrían comprobar que en aquellos años, un grupo de curas vascos, y otros del Estado español, sufrió represión, torturas y cárcel o exilio por homilías en las que se denunciaba la situación; por una huelga de hambre denunciándola; por prestar sus locales parroquiales a distintos colectivos sindicales y políticos clandestinos; por colaborar con la libertad de expresión; por manifestarse los 1º de mayo y aberri eguna clandestinos; por buscar médicos o medicinas para militantes perseguidos y heridos gravemente; por ayudar a huir de la tortura policial que, en algunos casos, llegó hasta la muerte.

La jerarquía actual de la Iglesia Vasca conocería también el testimonio de curas torturados, con la complicidad de los obispos que, como Mons. Cirarda, obispo entonces en Bizkaia, pudieron confirmar directamente las huellas de la tortura salvaje, pero prefirieron taparse los ojos y no ver el cuerpo morado y magullado de algunos de sus sacerdotes.

Uno de esos sacerdotes, nuestro compañero y amigo, Martin Orbe, participante también en Apaiz Kartzela, fue detenido y torturado en abril de 1969. Estando ya en la cárcel de Basauri, el obispo Cirarda fue a visitarle. Martin empezó a quitarse la ropa para que viera las huellas de sus torturas y Cirarda se lo impidió. No, por favor. ¡Te creo!.... dijo cínicamente el obispo. Semanas después en un escrito pastoral, Mons. Cirarda señalaba que había rumores de torturas a detenidos. Si fueran verdad, dijo, la Iglesia habría de condenarlas, pero en caso contrario, añadió, habría que restituir la fama de la policía y autoridades políticas franquistas. ¡Qué vergüenza!

Si el sistema franquista, con la complicidad de la jerarquía de la Iglesia, torturó y condenó a cárcel y exilio a sacerdotes vascos, qué es lo que no hizo con militantes de ETA y otros grupos clandestinos laicos. Nuestra historia reciente ofrece testimonios de miles de detenidos, torturados, algunos secuestrados y asesinados.

La jerarquía actual de la Iglesia vasca haría un favor a la memoria histórica reconociendo y denunciando claramente aquella situación que padeció este pueblo en su lucha por los derechos humanos, sociales, políticos y nacionales.

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