Antxon Lafont Mendizabal
Peatón

Apuntes para una república vasca. Problema de la vivienda

El problema de la vivienda revela el conflicto del existir humano que deja de ser en el momento en que surge del vientre de la madre para existir en el entorno ya generado por sus antecesores. El conflicto esencial de la naturaleza humana es la coexistencia, la codicia con la solidaridad. Resolvemos esa ambigüedad estructural con la «retórica del menor de los males», reflejo conformista de pobreza política.

La revista "Arteka" expone con claridad un concepto del problema de la vivienda, con un realismo al que los escritos de los «políticos» no nos tiene acostumbrado. El uso habitual de algunos de esos políticos de la conjunción coordinante adversativa «pero» derrumba la intención de oraciones de un lenguaje que admite tolerancias a condición de que respeten su esterilidad.

¿Quiere decir que la retórica oculta «posibilidad real» de solución haciendo que «no exista culturalmente»?

Los desahucios, ocupaciones, precios de alquiler que pueden aumentar en menos de un año del 20%, dificultades de acceso a créditos razonables, entre otras causas, solo pueden ser resueltos por «una suerte de política caritativa». A propósito: sugiero que en todos los diccionarios se suprima la palabra «caridad» para sustituirla por la ya existente palabra «solidaridad»; es así como la expresión clasemediana de «política caritativa para pobres» sería sustituida por «política solidaria para pobres» de significado preciso en su forma y sobre todo en su fondo. La política caritativa puede humillar al que la recibe pero también al que la procura. La palabra «solidaridad» nos equilibra como existentes humanos.

La «no política» de vivienda da la posibilidad con acuerdos municipales, «en este caso hipocresía burocrática», a transformar en vivienda familiar lo accesible en vivienda colectiva destinada a alquileres esporádicos a muchedumbres turísticas, inconscientemente demoledoras de identidades. Clases pudientes invierten sus «ahorros» en adquisición de viviendas destinadas a alquileres fortuitos haciendo de esas viviendas productos accesibles a clases altas «medias».

Es cierto que el concepto de pobreza adquirió nuevos significados en los denominados en Europa, España no comprendida, «los Treinta Gloriosos», años 1945-1975, después del final de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy el pobre, pobre, hombre y/o mujer, es la persona que se tiene que privar para que su familia pueda comer el mínimo necesario a subsistir; es «solo» pobre cuando cubriendo la necesidad de subsistencia de su familia, no dispone de que disfrutar de un mínimo de ocio necesario; se considera pobre de clase media, media, el que tiene que ahorrar durante más de un año para cambiar de coche; se considera pobre de clase alta el pobre aquel que no tiene de qué comprarse un segundo coche. El rico no sabe lo que es pobreza.

El problema de vivienda, lo precisa el autor del artículo citado, así como el colectivo político que representa, «se aleja de la tendencia presente, en muchos movimientos sociales, a unir fuerzas sobre bases poco explícitas, generalmente identitarias y a menudo instrumentalizadas por movimientos políticos» (sic). Se trata (prosigue) «de una herramienta para la guerra cultural y como guía para la lucha diaria por la vivienda». Medidas concretas son necesarias para tratar solidariamente ese problema vital. Es así, disposiciones estrictas y aplicadas, sobre todo aplicadas, deben acabar como, por ejemplo, el concepto bancario de viviendas de fondos buitre.

La política municipal de viviendas sociales conduce a una impresión de abandono de los habitantes de esas consideradas «subzonas» que genera tasas de delincuencia, así denominada por los «molestados». Este fenómeno es más corriente en grandes espacios urbanos.

En el texto de "Arteka" citado se da por descartado que la organización comunista no estaliniana y su programa garanticen que «las luchas económicas acaban por unirse en la reconstrucción política y cultural del comunismo». Me pregunto, ¿todavía el proletario cree que el comunismo puede hoy adaptarse a la palabra y al concepto reconstrucción? El estalinismo ha fulminado el término comunismo y hoy queda por generar el concepto de comunismo y, por hábitos del lenguaje, el lenguaje tal y como lo expresaban personas como Antonio Álvarez-Solís. El futuro, seguramente brillante, pasa por una asepsia de la expresión comunista, tan cercana en su principio a la de solidaridad. En una consulta sobre autores de frases de Jesucristo en los Evangelios y de Marx, la pregunta «¿Quién ha escrito... Jesucristo en los Evangelios o Marx en el gran ‘Capital’?», tengo la prueba de que el peatón atribuye frases del uno al otro. En cuanto a los comunistas actuales que leen en Marx que la propiedad privada es la culpable de la «incubación» de las injusticias sociales, los capitalismos de Estado chinos, rusos... son capitalismos privados porque están entre manos de individuos netamente designados capitalismos personales de oligarcas. No hay nada más parecido a un oligarca comunista que un oligarca capitalista. En los yates amarrados en el puerto de Montecarlo resulta imposible distinguir el yate de un oligarca soviético del de un potentado capitalista.

El tema que hoy nos ocupa es el de la injusticia creada en los métodos de acceso a la vivienda que, en particular, se oponen a la evolución equilibrada de muchos jóvenes a los que, además, se llega a reprochar que no son capaces de salir de la vivienda de sus progenitores y desarrollarse como adultos.

Este tema es uno de los prioritarios para una república vasca que tendría que financiar con fondos públicos solo la enseñanza pública, hasta comienzos de la universidad, la salud pública, el abastecimiento público, en todas sus fases, del agua, y el suelo municipal. Alcanzar este deseo sería hoy una revolución, pero su preámbulo consiste en dejar que la utopía encuentre su resquicio de verosimilitud.

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