Marta Abiega Ayús

Asilo, un derecho volátil

A menos que se consiga la cita para solicitar asilo, no se puede solicitar asilo.

Este es el relato de lo acontecido a una persona que llegó a Bilbao hace cuatro meses, pensando ejercer su derecho a pedir asilo.

El azar, o quien sabe qué, ha querido que contactemos y compartamos una misión imposible, a saber, conseguir la cita para pedir asilo en la comisaría. Esta cita se tiene que solicitar vía internet a través de la página de la Policía. Extrañada por los plazos de los que esta persona me hablaba, llevaba tres meses intentándolo, pregunté a una conocida que trabaja en una entidad relacionada con asilo y me dijo que en efecto es así, que hay que entrar una y otra vez hasta conseguir lo que, a día de hoy, me parece el milagro de la cita. También me dijo que no hay una pauta, que las citas no se liberan a una hora determinada sino que hay que entrar de manera aleatoria e insistir, no queda otra.

Entonces recordé las fotografías de las largas colas que se formaban en torno a la comisaría de Indautxu. Había personas que incluso hacían noche para poder acceder a distintos trámites. En 2020 llegó la pandemia y las colas desaparecieron y se sustituyeron por la brecha digital que no es menos infame, aunque parece que el «ojos que no ven» funciona, a juzgar por la falta de denuncia a esta situación. Esta brecha no es solo tecnológica ya que, en este caso, se trata de que las personas que tienen que ejercer este derecho por esta vía, con frecuencia, provienen de países que ni siquiera comparten nuestro alfabeto. Imaginemos que vamos a un país de habla árabe y tenemos que navegar por pantallas en un idioma que desconocemos por completo, complicado, ¿no? En la primera pantalla la provincia, en la segunda, cita con la Policía, en la tercera, solicitud de asilo, luego número de pasaporte, nombre, fecha de nacimiento y país. Todo para, finalmente, llegar al game over: «En estos momentos no hay citas disponibles. En breve la oficina pondrá a su disposición nuevas citas». Y así día tras día, semana tras semana y mes tras mes, y ya van cuatro. Desgraciadamente, ya sabemos que hay variadas y perversas formas de conculcar derechos; esta, en concreto, se nos hace terriblemente injusta.

Lo bueno de esta experiencia despreciable es que hemos conocido una plataforma de nombre «te cedo una cita» que ya hace tiempo se dio cuenta que a esta burocracia canalla hay que atacarla por distintos flancos. En ella confluyen más de 1.200 voluntarias que han conseguido ya más de 5.000 citas.

En 2021 se han reducido en un 44% las solicitudes de asilo y tan solo cinco de cada cien se han resuelto de forma favorable. A menos que se consiga la cita para solicitar asilo, no se puede solicitar asilo.

Son perseguidos en los bosques y deportados al sur de Marruecos, apaleados en las vallas y devueltos en caliente, arriesgan sus vidas en pateras y cuando llegan a Bilbao pensando ejercer su derecho a asilo les espera la brecha digital. Mientras escribo esto he sabido que si procedes de Ucrania esto no es así, se les ha abierto una nueva ventanilla en las comisarías. Una nueva cara del racismo y la hipocresía. Y mientras en las redes sociales se habla al mismo tiempo de acelerar los pasillos humanitarios y los trámites internacionales de protección para los solicitantes de asilo ucranianos, 44 personas han muerto al naufragar una patera en el sur de Marruecos. Los derechos humanos también tienen color y todas sabemos cuál es.

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