Jose Mari Aiarzaguena
Médico de familia

Atención primaria de enfermedades. Tenemos una segunda oportunidad para la salud

Somos muchos médicos, y sobre todo entre las nuevas generaciones de médicos de familia, los que aspiramos a implementar la filosofía de la especialidad en nuestras consultas –holística, longitudinal, bio-psico-social, determinantes de la salud, cuidados paliativos...– precisando para ello una AP centrada en la salud.

Nos encontramos desde hace años con una Atención Primaria (AP) que ha perdido la S de la salud y se ha reconvertido en un servicio similar a los Puntos de Atención Continuada (PAC), conocidos también como urgencias extrahospitalarias, en los que se aborda de forma puntual la creciente demanda de atención de la ciudadanía.

Nos encontramos desde hace años con una especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria (MFyC) desprestigiada tanto social como profesionalmente, y ya estructuralmente, al servicio de la enfermedad desde la creación de las Organizaciones Sanitarias Integradas (OSIs).

Aunque voces autorizadas hablan de la necesidad de impulsar la especialidad de MFyC, e incluso la consejera apuesta por la AP., ¿a qué modelo de AP se refieren? ¿Una AP centrada en la enfermedad o una centrada en la salud?

La especialidad de MFyC ha fracasado en su misión de coordinar la labor de los especialistas en enfermedades (especialistas hospitalarios) con los especialistas en salud (especialistas de atención primaria). Este objetivo presentaba muchos retos: El reto diagnóstico, proceso lleno de incertidumbre...; El reto de la integralidad bio-psico-social-espiritual, capaz de responder a la simbiosis donde los síntomas producen emociones y donde las emociones no solo producen síntomas, sino que modifican también la vivencia y la intensidad de los mismos; El reto del manejo eficiente de los determinantes de la salud... Retos para los que no disponíamos de los conocimientos necesarios para implementarlo, y que, lamentablemente, en estos 40 años tampoco hemos sido capaces de crearlos. Es justo recordar que médicos de familia de nuestra generación, muchos ya jubilados y el resto en puertas, comenzamos nuestra andadura con ilusión y fuerza, y fuimos capaces de crear grupos de trabajo de comunicación médico-paciente, orientación familiar, comunitaria, psico-social, duelo, paliativos..., que debido a su dificultad y a la falta de apoyos institucionales, la actividad de los grupos se convirtió en una carrera de obstáculos, que condujo a su pérdida de fuerza, y a convertirse en algo residual o a su desaparición como grupo, sin haber conseguido sus objetivos. Esto nos obligó a conformarnos con adoptar los conocimientos propios de las distintas especialidades en enfermedades, que, aunque de gran ayuda, no son suficientes para la transición de un modelo de atención centrado en la enfermedad a un modelo de atención centrado en la salud.

Una consulta centrada en la salud precisa, además de los conocimientos propios de la especialidad, de una relación profesional-paciente de cercanía y confianza, necesaria para abordar los determinantes de la salud (dieta, ejercicio, tóxicos, estrés...) de una forma personalizada, teniendo en cuenta el contexto vital de la persona (laboral, relacional...) y las dificultades para llevarlas a la práctica. Para conseguir esta relación de confianza, necesitamos recuperar al menos dos condiciones que resultan imprescindibles. La primera es el restablecimiento de una de las características más valoradas por la ciudadanía, como es la atención longitudinal, que no es otra cosa que la necesaria continuidad de atención por la misma profesional, a lo largo de todas las fases de la vida de las personas; La segunda consiste en hegemonizar las consultas médicas que sean presenciales, y con el tiempo asignado necesario para trabajar el empoderamiento de los pacientes, tanto en el manejo de los determinantes de su salud, como en la adaptación a las distintas situaciones de salud por las que tendrán que atravesar. Por supuesto, que esta relación de confianza no puede conseguirse con una tasa tan elevada de eventualidad entre profesionales, y tampoco con contratos precarios y profesionales descontentos y abatidos, con agendas interminables de pacientes. Ante esta situación es más fácil apostar por las consultas telefónicas, telemáticas y videoconferencias, que, aunque pueden ser útiles en situaciones o actividades muy concretas, nos aleja de la cercanía y la complicidad de una consulta presencial, y nos sitúa en un sistema que entiende la salud como consumo, potenciando la inmediatez vía telefónica, la información y el consejo rápido, que sabemos que obtiene escasos resultados. Todo el mundo sabe que el hábito de fumar es perjudicial, pero solo con saberlo o aconsejarlo no es suficiente para dejarlo.

Entre los médicos de familia, de momento, son mayoritarios los planteamientos de un sistema sanitario enfocado a la enfermedad. Sin embargo, somos muchos médicos, y sobre todo entre las nuevas generaciones de médicos de familia, los que aspiramos a implementar la filosofía de la especialidad en nuestras consultas –holística, longitudinal, bio-psico-social, determinantes de la salud, cuidados paliativos...– precisando para ello una AP centrada en la salud. Se nos vuelve a plantear una situación difícil, porque continuamos sin saber cómo se hace, y seguimos precisando de la generación de conocimientos que lo permita. Seguimos necesitando estrategias basadas en evidencias científicas abordando la orientación diagnóstica, prevención, promoción de la salud y adaptación a la enfermedad. Estrategias que deben de ser evaluadas y sometidas a un proceso continuo de investigación y mejora, donde sin duda la enfermedad tiene un peso importante, como determinante de la salud que es; pero en interacción con otros como la dieta, la actividad física, los hábitos tóxicos, el control del estrés, el sueño, apoyo psicosocial... Esto nos permitirá implementar de forma eficiente en nuestras consultas la filosofía de nuestra especialidad, para poder pasar de las palabras a los hechos, y mostrar nuestro producto, la salud, a la población. Nos enfrentamos a una situación difícil, pero no comenzamos de cero; aportamos el conocimiento y la experiencia acumulada en nuestro recorrido.

Entre la ciudadanía ha aumentado la preocupación y el enfado por la situación de deriva en la que se encuentra Osakidetza, orgullo de todos y todas hasta no hace demasiados años. En las consultas se percibe el aumento del número de personas con seguros médicos privados, y en los barrios aumenta el número de personas que se organizan para reivindicar las consultas presenciales y su necesidad de ser atendidas por la misma profesional.

Es conocido que un Sistema Público de Salud exige una AP de Salud sólida, y que cuando esta fracasa el sistema ya no funciona bien, siendo las empresas privadas las grandes beneficiadas. Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente, y nos piden que nos adaptemos a esta nueva «cultura sanitaria», que en realidad no es nueva, porque comenzó, como tarde, en diciembre de 2010 con la creación de la primera OSI, OSIs que posteriormente se fueron instaurando de forma progresiva en toda la comunidad. Las OSIs han supuesto un sistema sanitario hospitalocéntrico, que ha fagocitado a la Atención Primaria, integrándola en un sistema sanitario centrado en la enfermedad, la alta tecnología, la realidad virtual, el negocio biomédico y la medicalización de la sociedad. Lo realmente nuevo es que la pandemia ha acelerado los tiempos y ha puesto en evidencia lo que nos espera, tanto a los médicos de familia como a la ciudadanía, con un sistema de salud en el que la salud pública está poco desarrollada, y la Atención Primaria abandonada y reconvertida en PAC desde hace muchísimos años. Nos ha abierto los ojos y ha generado inquietud y desasosiego. Tenemos una segunda oportunidad para la salud.

Bilatu