Josu Perea Letona
Sociólogo

Athletic, zu zara nagusia

Kepa Arrizabalaga ha renunciado a formar parte de la historia del Athletic de forma un tanto prosaica. Él, al igual que otros jugadores que le han precedido, han sido abducidos por esa ola globalizadora.

La marcha de Kepa al Chelsea, previo pago de la cláusula de 80 millones de euros, ha removido los cimientos de una masa social que quiere ver reflejado en el Athletic ese sentimiento de pertenencia a una institución que aglutina muchos valores. Una institución, que resiste, y de qué manera, los embates de una globalización que impone una modalidad capitalista sustentada en el libre mercado, lo que, simultáneamente, implica cambios culturales. Resiste, también, los azotes de una ideología uniformadora, que ve en la institución athleticzale un anacronismo que no le gusta nada, seguramente porque transmite valores, más allá del puro espectáculo. No en vano su filosofía es atacada permanentemente, sobre todo, (no digo siempre) desde las posiciones más reaccionarias, enfangando en lo posible una trayectoria incontestable, odiada y admirada allende nuestras fronteras, donde la particular filosofía del club le ha hecho ganar seguidores en todo el mundo.

Los futbolistas del Athletic son unos actores más de esta institución. Aquellos que buscan triunfos y gloria fuera del Athletic, para muchos, son actores atrapados por esa lógica totalizadora de mercado-globalización, que renuncian a formar parte del Club, de ese gran tesoro que la afición adora y mima con gran pasión, que prefieren ir de la mano de sus representantes financieros, Bahía Internacional, pongamos por caso. Algunos de estos futbolistas se escudan en el subterfugio de la «profesionalidad» para tomar las de Villadiego, (por supuesto con todo su derecho) pues eso, con su pan se lo coman. Todavía estos días, el presidente Josu Urrutia, decía que «es difícil para el aficionado del Athetic comprender la decisión de Kepa Arrizabalaga» por una razón tan sencilla como que «El Athletic, para los que somos de él, es el mejor club del mundo».

El mundo globalizado ha determinado importantes cambios sociales, tales, como la generalización de hábitos culturales y de espacios, antes autónomos. Los individuos están definidos, entre otras muchas cuestiones, por los términos de pertenencia y diferencia sustituidos por alianzas y rivalidades. Son, por tanto, muchos lo vacíos dejados por este mundo enloquecido que tiene carácter sistémico y planetario y que pone patas arriba y llena de un vaciamiento drástico muchos de los niveles de la vida, de sus relaciones sociales, culturales e incluso políticas.

El mercado es el sujeto activador del sistema económico capitalista, donde solamente la rentabilidad y la competitividad tienen sentido, en el que el futbol se ha visto atrapado, convertido en un espacio donde los fondos especulativos compran y venden todo tipo de activos en los mercados globales. Esta sociedad de masas en la que estamos inmersos, hace que vayamos perdiendo a jirones muchos espacios de identidad en los que se asentaba el individuo. El fútbol es la metáfora perfecta de esa ideología basada en la globalización, la ideología del free market, del neoliberalismo, del grosero fundamentalismo del libre mercado.

Juan Carlos Latxaga, en su artículo La inocencia perdida reflexiona sobre el impacto del merca-futbol en el deporte del balompié en general y en la filosofía del Athletic en lo particular. «Lo único que sabemos con certeza es que nos han robado el fútbol tal y como lo conocíamos. Ahora mismo ese deporte que tanto ha entusiasmado en todo el mundo desde que los ingleses lo inventaron al final del siglo XIX, se ha convertido en la sublimación de la versión más obscena del capitalismo, del consumismo desaforado y del liberalismo sin reglas correctoras».

Me viene a la memoria el análisis de un reputado comentarista deportivo, lenguaraz donde los haya, tertuliano y madridista de pro, que en el previo de un partido Real Madrid-Athletic de hace ya algunos años, ponía al descubierto la idiosincrasia de ambos equipos. El Madrid, según su versión, representaba el cosmopolitismo puro, el antirracismo, el multiculturalismo; era la genuina expresión de la apertura a un mundo donde no existían fronteras ni limitaciones étnicas ni raciales (sic). El Athletic era, en cambio, la antítesis de aquellos grandes valores que representaba el Madrid, es decir, cerrado al mundo, anclado en unas rancias tradiciones que rozaban el supremacismo. Un equipo de «aldeanos», en definitiva, incapaces de adaptarse a un mundo globalizado cuya lógica se impone en todos los órdenes de la vida social.

Aquel distinguido cronista era alumno aventajado de aquella «nuevalengua» de la que nos hablaba George Orwell, un lenguaje pensado «no para entender, sino para disminuir el alcance del pensamiento…». También le servía, continuando con Orwell, el lenguaje del «doblepiensa» que vale para un pensamiento y para el contrario.

En medio de esta vorágine totalizadora que trae consigo la globalización, el Athletic no se rinde. Es mucha la gloria que atesora lleno de gloria mil veces campeón. Ocho ligas, veinticuatro copas, dos supercopas (por parte del equipo masculino) y cinco ligas del equipo femenino, que han insuflado aire fresco a un club necesitado de títulos. Ellas han contribuido, y de qué manera, a apuntalar una institución en horas bajas.

Ser vasco y del Athletic no se puede separar el Athletic como era vasco, todos le tenían asco, se cantaba tras las épicas victorias. Decía Julio Caro Baroja que no existía una única construcción prototípica de lo que era ser vasco, la vasquidad era un concepto en continua redefinición, distinta además en cada caso, según la mirada desde la que se abordara. Existen, en definitiva, una gran diversidad de maneras de concebir la identidad vasca, y seguro, que la de ser del Athletic es una más de esas formas de vasquidad, que transciende del contencioso identitario, que es visto desde una mirada generosa, poética y romántica.

Siempre ha existido una gran simbiosis entre el Athletic y la sociedad vasca. Durante la sublevación militar contra la Segunda República, en San Mamés, se recaudaron fondos para luchar contra los franquistas y la gran mayoría de los jugadores del Athletic pasaron a engrosar las filas de una selección vasca que estuvo de gira por Francia, Polonia, Checoslovaquia, la URRS, Noruega, Dinamarca, México y Cuba, denunciando el golpe militar contra la República. También estuvo presente, junto a la Real Sociedad, aquel 5 de diciembre de 1976, que pasó a la historia con aquella imagen de gran transcendencia social y política, de unos futbolistas que orgullosos mostraron la ikurriña, todavía proscrita.

Esta filosofía también quiso utilizarla el franquismo en beneficio propio, que vio en el Athletic de Bilbao una encarnación de los valores masculinos hispánicos de virilidad, ímpetu y furia. Las directivas del régimen que dirigían el club continuaron con la política consistente en fichar exclusivamente jugadores vascos, que fue presentada como un modo de mantener la pureza española del equipo. Recuerdo al ínclito periodista Luis María Ansón manifestarse abiertamente athletizale, con el contundente argumento de ser el único equipo formado solo por futbolistas españoles.

En el plano puramente deportivo el Athletic ha tenido que lidiar con todo el proceso de adaptabilidad normativa. Desde aquellos falsos y pícaros oriundos que invadieron la liga a comienzos de los años 70 del pasado siglo, (recuerdo a uno de esos oriundos que cuando le preguntaron de donde era originaria su estirpe contestó, sin rubor alguno, que eran de Celta) pasando por la incorporación progresiva de extranjeros hasta bautizar la liga como «Liga de las estrellas» donde los poderosos económicamente hicieron su agosto. Solamente Real Sociedad en los años 1981 y 1982 y el Athletic en 1983 y 1984 lograron auparse con el título de liga a pesar de las adversidades.

El remate llegó con lo que se denominó Ley Bosman a través de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea del 15 de diciembre de 1995 que terminó con el cupo de extranjeros. A partir de esta fecha los jugadores profesionales ciudadanos de la Unión Europea dejarían de ocupar plaza de extranjeros.

Habrá quien vea en la filosofía del Athletic (al igual que aquel tertuliano madridista) un anacronismo impertinente, refractario a una realidad irrefutable como es este mundo globalizado. Yo, sin embargo, me quedo con esa reflexión que hacía el reputado científico Samir Amin, que nos dejó hace escasos días, que veía como el mundo globalizado y mercantilizado, lejos de conducir a una igualación o equilibrio, se orienta necesariamente a la dicotomía, la desigualdad y a un mayor desequilibrio.

Kepa Arrizabalaga ha renunciado a formar parte de la historia del Athletic de forma un tanto prosaica. Él, al igual que otros jugadores que le han precedido, han sido abducidos por esa ola globalizadora. Algunos agoreros, cercanos y lejanos, habrán reído a mandíbula batiente por el duro golpe que ha supuesto la salida de Kepa, que ha dado de lleno en la línea de flotación de la filosofía del Athletic y estarán al acecho esperando cazar la presa. No juzgo la gestión económica y deportiva de Josu Urrutia, (ni tengo datos ni me compete) pero comparto su reflexión sobre lo que representa el Athletic. Ojalá nuestra filosofía, nuestras ilusiones, nunca sean derrotadas. Athletic, bakarra zara munduan, zu zara nagusia.

Bilatu