Rafael Del Pilar Zufia

Aves silvestres. Tesoro universal

Cuando ciencia y tecnología cayeron en manos del capitalismo sin límites ni fronteras, dejaron de ser «inocentes y neutrales». La frágil y maravillosa «canica azul», de paraíso terrenal pasó a indecente basurero.

La agresiva voracidad del neoliberalismo dominante, empecinado en hacer de la Tierra un cementerio estelar, en su afán depredador, no ha cesado de ensañarse con los despojos de un planeta enfermo, envenenado en mierdas químicas y mutilaciones que heredarán las generaciones venideras.

La contaminación y deterioro medioambiental es universal. Nada ni nadie se salva de su nociva infesta.

Los daños generados sobre nuestro planeta son tan graves, que la temida «línea roja» del no retorno, muestra un horizonte de negros presagios para el devenir humano.

En su peregrinaje por la vida, las aves silvestres juegan un destacado papel. Aliadas del hombre, trabajan «gratis», controlando y destruyendo millones de insectos, que causarían estragos en la agricultura alimentaria, o enfermedades en las personas.

En «agradecimiento», miles de ellas son fusiladas todos los años por fuego escopetero. Siendo imposible neutralizar el plomo derramado sobre las tierras, estas absorben su venenosa toxicidad. Millones de aves mueren en el mundo al colisionar con tendidos eléctricos, molinos eólicos; en vuelos nocturnos por impactos sobre altas fachadas urbanas iluminadas, por asquerosas «sopas plásticas» sobre mares y costas... o por esos perdigones... confundidos como semillas, ingeridos por las aves.

La merma de aves en el mundo aconseja drásticas decisiones, en evitación de su extinción.

A nivel de Euskal Herria, son razones con mayor peso que las toneladas de plomo escopetero «sembrado» en sus tierras.

Sorprende y causa vergüenza la irresponsable frivolidad e inhibición de nuestras Administraciones en la protección y defensa del importante eslabón que en la cadena biológica de nuestro planeta prestan las aves; negociando lesiva cobertura para que sean emboscadas y masacradas «civilizadamente» por indecente ladronería de cruel y escopetera «diversión». La pregunta es obvia: Señoras administraciones, ¿desde cuándo son ustedes los amos de las aves silvestres? ¿Quién les otorgó a ustedes los derechos de propiedad y vida de este generoso tesoro universal, que se debate por sobrevivir, pese a los cínicos trapicheos rentistas que envilecen y saquean sus caminos?

Los «cazadores» disparan el mortífero plomo con las armas que cargan ustedes Es el típico cambalache de rapiña, con «vena y alma» judía.

Las pobres aves no son productos de consumo o diversión. Nacen libres, sin amos ni ataduras. Con los mismos derechos a la vida en libertad, que los seres humanos.

Sus viajes migratorios no son de placer. Responden a necesidades de subsistencia y reproducción, que en ciertos collados y mugas fronterizas, son puertas al infierno... Sombras de muerte.

Siendo verdaderas aliadas del hombre, lo menos que merecen en sus visitas migratorias es tratarlas con cortesía, no a cañonazos.

No existen cazadores «éticos». Matar o destruir naturaleza como diversión, a nadie exime de su condición de «ladrón». Ni fomenta valores éticos, solidarios y de generosidad, como apuntaba un «ilustre» Diputado Foral.

Quienes justifican la «caza», o las masacres palomeras, como «arcaico ritual que hay que conservar, etc.», para añadir, con insultante cinismo, que «la paloma es el símbolo de la espiritualidad», demuestran tener menos sensibilidad que un dinosaurio, y más morro que el dogo Berecillo.

Invitan a reflexionar estos ejemplos de solidaridad con las aves:

"Egin": 1.4.1982. «Carta abierta al ladrón de buitres de Mugarraitz: «¿Quién es usted? Un gran ladrón que me ha robado a mí, y a toda la comunidad, cuatro buitres que eran tan suyos como nuestros... Un pernicioso delincuente para la sociedad...», etc.

23.1.1975: «A pesar del intenso frío, muchos londinenses visitan los parques de la ciudad para llevar comida a los pájaros, ardillas y patos de los estanques».

«En San Luis, el nido de un petirrojo ha interrumpido obras por valor de 250.000 dólares, porque el contratista no quiere destruir el nido».

«En Washington, una paloma ha puesto dos huevos sobre la máquina que fabrica el papel de mapas que usa la Sociedad Geográfica Nacional. A pesar de la escasez de papel, el presidente de la Asociación se niega a echar a la paloma. «Nosotros enviamos expediciones al mundo entero para ver cómo viven los pájaros, y cuando uno de ellos nos visita, lo recibimos con todo respeto. De ellas aprendemos lo que nosotros hemos olvidado».

No comparto la opinión de algunos ecologistas, que entienden la caza como el aprovechamiento de un recurso natural. No, porque no libera a las aves de la pena capital, ni erradica el venenoso plomeo sobre las tierras y humedales. Reclamemos sus derechos a la vida. No a sus matanzas.

Como generosas aliadas de la Humanidad, protejamos a las aves silvestres sin fisuras ni vacilaciones, rechazando los engañosos y astutos discursos del disfraz filibustero retrógrado y autoconservacionista, presente en ciertas cavernas gubernamentales.

Un 60% de las aves mundiales están en peligro de extinción. ¿Somos conscientes del servicio que prestan a la humanidad? ¿Del tren de graves problemas que supondrá su pérdida?

Sean migratorias o residentes en nuestros espacios geográficos o poblacionales, las aves son semillas de luz, vida y alegría. No nos engañemos: nos necesitan... y las necesitamos.

Decía un famoso teólogo: «No me importa si el animal es capaz de razonar. Solo sé que es capaz de sufrir, y por eso lo considero mi prójimo».

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