Marta Abiega Ayus
Biziz Biziko partaidea

Bilbao, calles 30 a 50

No son de extrañar las declaraciones que Andreas Trisko jefe técnico del área de Planificación Urbana del Ayuntamiento de Viena, hace sobre Bilbao: «Parece que hay demasiado tráfico y eso que hay muy buenos medios de transporte públicos. Se ve a mucha gente andando, pero echo de menos más protección para los ciclistas. Deben sentirse invadidos. Solo he visto a uno».

Hemos entrado en precampaña electoral. ¿En qué se nota? En que los políticos han comenzado ya a mentir aunque algunos, lamentablemente, nunca dejaron de hacerlo. He ahí el señor Gil, concejal de circulación, más conocido al comienzo de la legislatura como «mi horizonte es Copenhage».

Lamentablemente, también la caverna mediática que hace de vocera del PNV se hace eco y reproduce la mentira incluyendo a modo de ejemplo de calle 30, una foto sacada en la Avenida de las Universidades. Se trata de una de esas calles en la que se circulaba a 30 km/h pero que con semaforización y badenes, tras la entrada en vigor de la campaña de calles 30, a pasado a ser una calle a 50.

En 2013, el Ayuntamiento de Bilbao aprobó por unanimidad la moción por la cual se limitaba la velocidad a 30 km/h en áreas residenciales del municipio y a 50 km/h en el resto de vías. Si por poner algún ejemplo, Hurtado Amezaga, Gran Vía, Lehendakari Agirre, Zabalbide, Gordoniz o Campo Volantín no son áreas residenciales, tendrán que explicarnos a qué se refieren con áreas residenciales.

Y es que se da la paradoja que nos tiene atónito al movimiento de ciclismo urbano de que, bajo titulares que hablan de la reducción de la velocidad a 30 km/h, calles por las que transitábamos con ese límite tales como Campo Volantín, García Salazar o Gordoniz han pasado a ser calles 50. Y en atención a nuestra reivindicación de pasos seguros para los puentes, el de Deusto ha pasado de 40 a 50 km/h rotonda incluida.

El señor Gil, el mismo que afirmó en "Deia" el 24 de abril de 2016 «voy a sacar la bicicleta a la calzada», dice ahora que va a transformar el botxo en una ciudad más ecológica y amable, pero que es inviable y una barbaridad generalizar la limitación de velocidad a 30 km/h, que supondría un colapso dado que hay 1.400.000 desplazamientos al día. Qué curioso, para nosotras una barbaridad es que en una ciudad de 330.000 habitantes haya 1.400.000 desplazamientos diarios. Por eso dice que el cambio no se notará en las grandes arterias, las que miles de conductores utilizan cada mañana para ir a trabajar. Y todo esto lo afirma la misma persona que en "El Correo" del día 6 de junio de 2017, insistía en la necesidad de aplicar medidas restrictivas al tráfico privado en favor del peatón y del medio ambiente.

El señor Gil sabe –o al menos debería saberlo, porque numerosos estudios así lo demuestran–, que en una ciudad a 30 se reducirían de manera considerable los tramos de aceleración y frenada, conduciéndose con menos agresividad y más eficiencia. Así mismo, se ha comprobado que a esa velocidad el tráfico se vuelve más fluido, se facilita el cambio de carril y las entradas en las rotondas, aumentando al mismo tiempo la eficiencia de las infraestructuras urbanas. Y es sorprendente y muy grave que olvide que los atropellos son la segunda causa de muerte en los accidentes y que reduciendo la velocidad a 30 km/h, el porcentaje de atropellos mortales se reduciría al 5%.

Pero no nos engañemos, detrás de este disparate no está sólo el concejal de movilidad, el que dice digo donde dijo Diego, sino el partido que le permite esta cuota de poder a cambio de servilismo, que haciendo un cálculo de ruedas en votos se ha dado cuenta de que contentar a esa población motorizada e insolidaria aunque nos salga caro en sanidad y calidad de vida, le compensa en votos. La Comisión Europea estima cada año en 100 millones los días de baja por causa de la contaminación y en 350.000 las muertes prematuras.

También presume el Sr. Gil de que el suyo es un plan de vanguardia y que la polución y el ruido descenderán hasta ser testimoniales. Y una se pregunta, ¿cómo va poner al servicio de la ciudadanía una ciudad más segura, ecológica, y sostenible, cómo va a mejorar la calidad del aire que respiramos, cómo va a sacar las bicicletas a la calzada,... si no se plantea reducir el número de vehículos que la atraviesan cada día? Recordemos que el defensor del pueblo solicitó en 2016 a 14 ciudades, entre las que se encontraba Bilbao, información sobre los planes de acción a corto plazo para luchar contra la contaminación atmosférica. Reducir la velocidad y el número de vehículos es la respuesta.

No son pues de extrañar las declaraciones que Andreas Trisko jefe técnico del área de Planificación Urbana del Ayuntamiento de Viena, hace sobre Bilbao: «Parece que hay demasiado tráfico y eso que hay muy buenos medios de transporte públicos. Se ve a mucha gente andando, pero echo de menos más protección para los ciclistas. Deben sentirse invadidos. Solo he visto a uno».

Cada día, en un ejercicio de sadomasoquismo, cuento desde mi bicicleta las personas que viajan en cada vehículo y me sobra con un dedo. Yo, que paso miedo en la calzada de esta ciudad sin pacificar, que pedaleo atemorizada inspirando esos malos humos que no genero, considero que ya es hora de que este ayuntamiento nos deje de tomar el pelo y se encargue de nuestra salud y seguridad y no de sus votos.

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