Emir Sader
Sociólogo y politólogo

Brasil: «bye bye» Jair Bolsonaro

La toma de posesión de Lula ya será una gran demostración del prestigio internacional del nuevo presidente, que ya ha recibido saludos de los principales mandatarios del mundo.

Él se prestó a la monstruosa operación para impedir que el Partido de los Trabajadores (PT) siguiera gobernando al país. Puso en práctica el modelo neoliberal, para garantizar el apoyo del empresariado, e incorporó el apoyo de los evangélicos. Asumió el discurso más violento, de amenazas a la oposición, al Judiciario, a los medios, a gobiernos de otros países.

Instauró en el país un clima de terror, de agresiones, de inseguridad, de inestabilidad. Brasil ha seguido sin democracia desde el golpe en contra de Dilma Rousseff.

Privatizó empresas, aisló a Brasil en el mundo, proyectando la peor imagen que un país puede tener, desarrolló las peores políticas de protección frente a la pandemia.

La economía pasó a vivir un profundo ciclo recesivo, con los altos índices de desempleo. La gran mayoría de los brasileños ha pasado a trabajar en forma precaria, en negro, sin ningún tipo de garantía.

Multiplicó las fake news por medio de robots, generando una realidad paralela, llena de mentiras. Gobernó a Brasil de forma autocrática, sin discusiones, sin debates, sin consultas. Se ha transformado en un gobernante sin partido, sin dirección colectiva del país.

Fue un personaje odiado por sectores cada vez mas amplios de la población. Tuvo que montar una operación gigantesca para falsificar la votación en su intento de hacerse reelegir.
 
Aun así, se trasformó en el primer presidente brasileño que no ha logrado reeligirse. Entró en pánico ante lo que que va a pasar a partir del primero de enero, cuando deje de tener las protecciones legales de un presidente, para sufrir una cantidad de procesos, él y sus hijos. Mira hacia Trump y hacia la expresidenta de Bolivia y se da cuenta de los riesgos que va a enfrentar.

Preocupado por ello, Bolsonaro intenta proyectar una imagen menos belicista. Hace referencia positiva a los cortes de carreteras, pero condena el uso de la violencia, inherente a esas manifestaciones. Quiso proyectarse como líder de oposición al gobierno de Lula da Silva, pero ningún sector importante que había estado con él se dispone a seguir alineado con él, optando por acercarse a Lula.

El bolsonarismo vino para quedarse, así como acontece en otros países donde sectores de las capas medias y del movimiento popular se han radicalizado hacia posiciones de extrema derecha. Sufrieron una derrota y van sufrir un proceso de aislamiento, conforme aparezcan a la luz púbica las ilegalidades cometidas por el gobierno, mientras el gobierno Lula se consolida.

Pero Bolsonaro se va a ir, va a desaparecer de la vida política brasileña. La gran mayoría de los partidos que apoyaban a Bolsonaro se acercan cada vez más a Lula. Sectores del gran empresariado y los evangélicos también se reúnen con Lula.

Lula ya ocupa el centro de la vida política, casi como si ya hubiera asumido la presidencia del país. Ha recibido invitaciones para importantes reuniones internacionales, aun en noviembre, antes de tomar posesión el primero de enero del 2023.

Lula ha pasado a organizar su gobierno, que tendrá un núcleo de ministros del PT en los cargos mas importantes. Pero, por el amplio frente que le ha apoyado, más los sectores se suman ahora, Lula los incorporará en un gobierno que tendrá más de 30 ministerios.

La toma de posesión de Lula ya será una gran demostración del prestigio internacional del nuevo presidente, que ya ha recibido saludos de los principales mandatarios del mundo, algunos de los cuales vendrán a su jura.

Brasil le dice adiós a Bolsonaro. Se libra del peor gobierno de su historia. Como se dice, Brasil no ha llegado al paraíso, pero ya ha salido del infierno.

 

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