Raúl Zibechi
Periodista

Brasil: las hinchadas contra Bolsonaro

Los movimientos populares ya no disputan las calles ni movilizan a sus simpatizantes. La gran excepción estos días fueron las barras de fútbol.

Esta semana, Brasil se mostró como un país profundamente dividido, en mitades casi idénticas en cuanto al número, pero muy diferentes en su capacidad de movilización y en la determinación de sus integrantes. La ultraderecha integrada por evangélicos y pentecostales, apoyada por buena parte de los aparatos armados estatales y por amplios sectores de la población en las regiones del sur y sureste, se lanzó a las calles, cortó carreteras y desafió las decisiones del Supremo Tribunal Federal de justicia para que se retiraran.

Los partidos y movimientos de izquierda optaron por mantenerse a la espera de lo que decidieran las instituciones, aunque sectores populares organizados en hinchadas de clubes de fútbol acudieron a desbloquear las carreteras. En la izquierda organizada no quisieron «entrar en la provocación» de la extrema derecha, que se despachó con saludos nazis y corearon a favor de la intervención militar. Sin embargo, queda la duda de si las izquierdas y los movimientos mantienen capacidad de convocatoria en las calles en momentos de gran tensión y riesgo de violencia.

En todo caso, la situación de alta polarización y escasa gobernabilidad no puede restringirse a Brasil, ya que buena parte de la región está entrando en un período de gran complejidad, donde las derechas duras tienden a generar situaciones de crisis institucional. En paralelo, la actitud de las Fuerzas Armadas y policiales parece estar mostrando que la militarización llegó para quedarse, ya que se han convertido en factores decisivos para mantener una mínima gobernabilidad.

Sigue siendo necesario comprender más a fondo las razones por las que millones de personas rechazan la democracia, siguen lemas ultraderechistas y están dispuestas a hacer retroceder la legislación de derechos de las mujeres y las disidencias sexuales, de las poblaciones negras e indígenas.

El escritor Bruno Cava sostiene que «el bolsonarismo trascendió a Bolsonaro, es una fuerza capilar consolidada que atraviesa toda la sociedad brasileña, incluso con fuerte presencia en las barriadas más pobres». Frente a esto, la izquierda suena desfasada: «El PT apela a una nostalgia de los años felices y el boom económico de los primeros años de este siglo, pero no existen las mismas condiciones económicas, políticas y sociales para reproducir aquel modelo», explica Cava.

Respecto a la confrontación callejera, Cava sostiene que «hoy la izquierda brasileña no tiene chances de confrontar y disputar la calle con una ultraderecha que está armada y ganó las calles; hoy la pelea es por la conservación del sistema», añade, no por transformaciones (https://bit.ly/3Dwns0J). «La candidatura de Lula reúne al liberalismo socialdemócrata en defensa de la democracia burguesa, es una apuesta con un horizonte bajo y una instancia de mediación para la construcción de nuevas alternativas».

Lula, a quien Cava define como «un Biden brasileño», se limita a la recuperación de la democracia y no apuesta ni siquiera por mínimos cambios, en gran medida por el tipo de alianzas que fue tejiendo para retornar a la presidencia. En Brasil las personas de izquierda dicen abiertamente que será un gobierno mediocre, sin mayores pretensiones.

En gran medida porque los movimientos populares han perdido su capacidad de movilización, ya no disputan las calles ni movilizan a sus simpatizantes. La gran excepción estos días fueron las barras de fútbol. Una militante territorial de Sao Paulo relata: «Mientras la izquierda organizada espera el pronunciamiento del Supremo Tribunal Federal y de las Policías Militares y la Policía Rodoviaria Federal (que confraternizan con los fascistas en los bloqueos), las hinchadas del Atlético Mineiro y de Corinthians se lanzan y meten miedo a los bolsonaristas».

No es la primera ocasión en que las barras del fútbol salen a la calle contra la extrema derecha. Ya había sucedido durante la pandemia, cuando la hinchadas se movilizaron contra el gobierno de Bolsonaro junto a los repartidores de las aplicaciones como Rappi y otras similares. Gaviões da Fiel, la barra del Corinthians que salió a despejar carreteras y correr a los ultraderechistas, no sólo es una de las mayores hinchadas organizadas de Brasil, sino también una escuela de samba que sale en carnaval. Fue creada en 1969 y cuenta con 120.000asociados. Debe destacarse la creación de la Associação Nacional de Torcidas Organizadas (ANATORG) en 2014, en el marco de la celebración Copa del Mundo, impulsada por el gobierno del PT con el objetivo de disminuir la violencia en las tribunas.

La politización de las hinchadas se produjo en gran parte bajo los gobiernos de Lula, ya que la criminalización de las barras y la elitización de los estadios las llevó a establecer puentes entre ellas y acentuar sus definiciones políticas democráticas. Como movimiento, las barras pueden incluir hasta dos millones de jóvenes en todo Brasil. La caída de Dilma Rousseff en 2016 y el autoritarismo del gobierno de Bolsonaro y de los militares, acentuaron el activismo de las barras.

Encuentro varias razones para esta creciente politización y el activismo contra la derecha. La primera es que se trata de jóvenes de los sectores populares, en general negros y pobres sin futuro bajo el modelo económico extractivista. En Brasil, como en buena parte de la región latinoamericana, son los que no tienen nada que perder y, con frecuencia, los más decididos antifascistas.

La segunda se relaciona con su experiencia directa bajo el gobierno de Bolsonaro, que promovió actitudes racistas contra la población negra, fomentando incluso masacres de la Policía Militar en favelas. El clímax fue el asesinato de la concejal Marielle Franco, con el probable involucramiento de uno de los hijos de Bolsonaro.

La tercera se relaciona con la desorientación de la izquierda, que ya no es alternativa para buena parte de la sociedad. En este punto debe resaltarse que mucho brasileño votaron por Lula para sacarse de encima a un gobierno insoportable.

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