Eneko Compains Silva
Militante de la izquierda abertzale

Camaradas

Con todas sus carencias, Sortu es el único instrumento real para transformar las calles de nuestro país y convertirlas en el hervidero de luchas que debe ser

Según la RAE, camarada es la «persona que acompaña a otra y come y vive con ella», si bien cuando se trata «de ciertos partidos y sindicatos», significa «correligionario o compañera». Personalmente, desconocía que el término fuese de origen militar y que proviniese de «cámara», de tal forma que la camaradería vendría a ser, en origen, «la estrecha amistad entre soldados y oficiales que vivían bajo la misma cámara». Todos los días se aprende algo nuevo, que decía mi ama.

Fue el bolchevismo, sin embargo, el que popularizó su uso como alternativa igualitaria al término «señor», y poco a poco, a lo largo del siglo XX, se fue extendiendo entre todos y todas aquellas que querían hacer la revolución y cambiar el mundo. Camarada, comrade, tovarich.   

Hoy día, existen otros términos para designar a tus compañeros y compañeras de batalla. Según cuenta Galeano en su genial Libro de los abrazos, en Cuba, por ejemplo, al amigo se le llama mi tierra o mi sangre, y en Caracas, «el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por...  Llave, por llave –me dice Mario Benedetti. Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron».

A mí también, como a otros muchos y muchas en la izquierda abertzale, me dejaron llaves de distintas casas para intentar salvar el pellejo. Eran los tiempos del terror, cuando las razzias policiales eran semanales y si no eras tú, era tu vecino, tu amiga, tu kide. De poco me sirvió porque finalmente me detuvieron, pero es una de las cosas que guardaré para siempre. Puro espíritu de camaradería frente al monstruo que teníamos enfrente, superior en dinero, armamento y fuerza, pero no en zorrería, solidaridad y compañerismo.

Viene todo esto a cuenta de lo que veo está ocurriendo con el próximo congreso de Sortu. Unos kides, unas camaradas, militantes de base de Sortu, de LAB, de Ernai y del movimiento popular, se han juntado para presentar una ponencia alternativa por el descontento que tienen con la praxis política que desde Sortu (que no desde EHBildu) hemos desarrollado a lo largo de estos últimos cinco años. Lurrari lotuz, es el nombre que le han dado.

Lo han hecho, en mi opinión, en el momento que corresponde, que no es otro que la fase congresual, y aunque no sea algo habitual en la izquierda abertzale, creo que tienen toda la legitimidad del mundo para hacerlo (de hecho, así lo reconoce el propio reglamento del Congreso).

Por desgracia, lejos de tomarnos como natural lo que debiera ser natural (tener una militancia activa que debata, que discuta y que incluso ponga en solfa a la dirección para obligarle a ser mejor) noto el ambiente enrarecido cuando no enrabietado, y en lugar de primar el dialogo con nuestro igual, con nuestro kide, con nuestra camarada, nos veo dándonos la espalda, poniéndonos trabas o denunciando hechos ante la Comisión de Garantías (algo que poco o nada aporta a nuestra cohesión) cuando de lo que se trata, creo, es de entablar un diálogo sincero, de facilitar un debate vivo y de poder hacerlo en igualdad de oportunidades para todos y todas, por muy diferente que podamos pensar.

Lo más triste de todo esto es que me he encontrado ya a varias compañeras que, aun compartiendo buena parte del diagnóstico y críticas que hace Lurrari Lotuz no se atreven a manifestarlo por la presión ambiental que se crea (consciente o inconscientemente) y por el temor a las posibles consecuencias como militante.

¿Pero acaso no somos todos kides? Si algo se ha hecho mal se dice, se habla y se corrige, pero no acudamos a la denuncia anónima interna ni sembremos la duda sobre la compañera, en algo que me parece más propio de otros espacios políticos.

En el fondo, aunque me duela reconocerlo, creo que de forma recurrente nos ocurre lo que a tantas izquierdas del mundo. Aceptamos una pequeña crítica aquí y allá, una salida de tono, pero nos cuesta encajar la crítica con mayúsculas, especialmente, si es una crítica colectiva. Y es normal, porque son muchas horas de trabajo y sacrificio para que parte de tu gente venga a ponerte «a caldo» (hablando mal y pronto). Sin embargo, creo que no queda otra que aceptarlo como «amarga medicina» (que diría el malo de Gorbachev) y tragar, desde el convencimiento de que nos va a hacer bien, incluso, aun si finalmente es rechazada en el Congreso.

¿Por qué digo esto? Porque como poco, tal y como me recordaba una conocida militante de Sortu en Iruñea hace ya algún tiempo, vamos a tener un congreso «de verdad», refiriéndose a que va a ser un congreso con distintas opciones, con dialéctica, con batalla de ideas; a que vamos a abrir el melón entre todas y todos para decidir si queremos continuidad o si preferimos cambios sustanciales. Y lo tenemos que hacer desde el respeto mutuo, porque la crítica no supone problema alguno si se sabe gestionar bien.

Dicho esto, como dicen nuestros panas venezolanos, «dentro todo, fuera nada». Con todas sus carencias, Sortu es el único instrumento real para transformar las calles de nuestro país y convertirlas en el hervidero de luchas que debe ser. Es tarea de todos y todas las independentistas de izquierda fortalecer sus estructuras desde ya, y seguir haciéndolo sea cual sea el resultado final de este congreso. Que casi 8.000 personas estén inscritas para participar es una primera buena noticia.

Cambiemos, pues, todo lo que haya que cambiar y mantengamos todo lo que haya que mantener, pero sin perder jamás el espíritu de camaradería. Mirémonos como iguales y cuidémonos, que bastantes enemigos tenemos fuera. Así lo pienso hacer por lo menos yo, con mi pana Arturo, con mi camarada Andoni o con mi kide Jone. No sé si votarán A, B o Z, pero sé que son mis kides. No lo perdamos de vista.

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