Isidoro Berdié Bueno
Profesor en Ciencias de la Educación, Doctor en Historia y Doctor en Filología Inglesa

Caos

Este tsunami moral, ¿nos barrerá a todos? Corrupción política, codicia, odio, poder, las grandes gangrenas de la historia humana, obra de quienes se guían y mueven por todos los pecados capitales, que no tienen fin.

El dios Caos, en la mitología griega, es el padre de todos los dioses y cosas. Nuestra sociedad está viviendo la transformación del orden clásico en caos, porque orden no es más que una de las infinitas formas del caos. Cada día se acentúa la fusión de los valores éticos hasta ahora separados: virtud y vicio, sabiduría y estupidez, bien y mal etc. El héroe pasa desapercibido, se exalta al famoso sin mérito y al de vida disipada y golfa, que pasan a ser envidiados por la masa social

Si A y no A son iguales, hemos llegado a la destrucción de la lógica aristotélica y del principio de contradicción. Una cultura, al igual que un edificio, se sustenta sobre sus propios valores: justicia, verdad, conocimiento. La confusión de valor y antivalor es la enfermedad mortal que precede a la destrucción de una cultura. Porque cuando un imbécil moral se sube el sueldo como primera medida sin constar en su programa político, cuando los que se proclaman herederos de todos los muertos, vía impuesto sucesiones, no se hacen cargo del muerto pobre, en expresión hamletiana, algo huele a podrido en el Estado (de Dinamarca), algo grave está pasando.

Esta imbecilidad la comparte la sociedad entera y eso es el fin. Este tsunami moral, ¿nos barrerá a todos? Corrupción política, codicia, odio, poder, las grandes gangrenas de la historia humana, obra de quienes se guían y mueven por todos los pecados capitales, que no tienen fin, pero existen también los que se guían por el amor, la compasión y la misericordia, y entonces siempre aparece en nuestra vida una especie de lucecita que nos dice: «¡Sigue adelante!». La democracia ofrece posibilidades para descubrir la verdad, pero también facilita recursos para tergiversar las cosas y sembrar la confusión.

Pero hay que esperar, esperar en la tiniebla, esperar contra toda esperanza, y la esperanza a veces nos la inventamos porque no la vemos por ninguna parte. Sí, nos queda la esperanza, esa que flaquea frente a la adversidad e incrementa el pesimismo, la que te acompaña siempre en cada tragedia y aminora el dolor de la Humanidad, desde los antiguos egipcios, culturas y religiones han rezado a la divinidad para qué esta no sea una burla más de las muchas qué sufrimos en este mundo.

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