Xabier Andonegui Mendizabal
Consiliario de Caritas Gipuzkoa

Cáritas y la crisis del covid-19

La crisis sanitaria y social actual va a imponer que ese 15,2% de la población vasca, que de partida estaba en una mala situación, va a ver multiplicada su exclusión en todas las dimensiones de la vida (ingresos, empleo, vivienda, red de apoyos...).

Todo el mundo dice que estamos ante una profunda crisis que puede hacer retroceder los avances logrados hasta ahora. Sobre todo, en lo que afecta a las personas y familias que estaban recuperándose de la anterior situación, además de precipitar la caída de quienes estaban en procesos de inclusión o de cierta mejoría social. No podemos dormirnos en los laureles.

Caritas quiere recordar qué en el año 2019, la población en exclusión social (el 15,2% de la población vasca) aunque trabajaba, no contaba con ingresos suficientes para el desarrollo adecuado de su vida. Eso sucedía antes de la crisis del covid-19. El empleo disponible no suponía una garantía de inclusión social suficiente para los grupos más vulnerables.

El impacto que va a producir en el empleo la actual la crisis afectará de sobremanera a estos grupos, aumentando la precarización laboral y la baja cobertura social que pueden disponer, a pesar de las mejoras de la RGI. Caritas está preocupada por las situaciones familiares que se puedan generar de cara al futuro próximo. Debemos de estar atentos y ser sensibles.

Además de esta falta de trabajo, la actual situación va a incidir, de manera decisiva, en el problema social más extendido en Euskadi: el acceso y el mantenimiento a una vivienda adecuada y segura. El 22% de la población vasca presenta dificultades en este ámbito.

Existen familias y, sobre todo, muchas mujeres solas con hijas e hijos a su cuidado, con una baja cualificación o con empleos precarios, en el servicio doméstico y en la hostelería, con poca o nula red de apoyo social y económica.

Son familias sin ahorros, que viven al día y, han tenido que solicitar apoyo a Caritas. Hay otras familias sin fuentes de ingresos estables que, quedan fuera del Sistema de Renta de Garantías por diferentes razones. Familias, en las que recaen todas las tareas de cuidado, sin posibilidades reales de conciliación en la desescalada y con grandes dificultades de apoyo en los procesos educativos de sus hijas e hijos.

No me olvido de las personas sin hogar. Personas que viven con problemáticas añadidas de salud y requieren de apoyos intensos, procesos formativo-laborales, acceso a recursos adecuados y seguimientos sanitarios constantes.

Según los datos del "II Informe sobre exclusión y desarrollo social de Euskadi del año 2018" realizado por Caritas, nuestro territorio contaba con 334.000 personas en situación de exclusión, como consecuencia de la acumulación de problemas sociales graves: la pobreza relacional, la dificultad de acceso y sostenimiento de una vivienda digna, el desempleo o el empleo precario, y las situaciones de soledad y desamparo.

La crisis sanitaria y social actual va a imponer que ese 15,2% de la población vasca, que de partida estaba en una mala situación, va a ver multiplicada su exclusión en todas las dimensiones de la vida (ingresos, empleo, vivienda, red de apoyos...). Nos preocupa que las personas que había abandonado la exclusión social de la crisis de 2008 vuelvan a hundirse y se precipiten en una exclusión definitiva que creemos podemos evitar.

Se nos plantean muchos retos que tenemos que afrontar todos, ciudadanía, políticos, organizaciones, Iglesia… Todos, sin mirar el color de nadie. Debemos de incidir en apoyar en el aseguramiento de los ingresos mínimos: el acceso a la alimentación, a la salud, a la educación, a la vivienda y al empleo protegido. Es importantísimo flexibilizar los requisitos administrativos desde los servicios sociales, especialmente para aquellas familias más alejadas de los bienes públicos existentes. En este sentido la colaboración de la sociedad civil organizada y de la ciudadanía, en general, es básica.

La comunidad, como lugar y elemento de transformación para construir una sociedad más justa y cohesionada, es un proyecto estimulante y generador de espacios nuevos de cooperación ilusionante. Caritas ha atendido a muchas personas en situación muy vulnerable, y que lo ha realizado gracias al esfuerzo del voluntariado, de donantes y de trabajadores.

Todo esto requiere, salir fortalecidos de la crisis, mirar el futuro con ilusión, disponernos a reforzar nuestros valores. Como dicen los obispos del País Vasco y Navarra, en la última carta pastoral conjunta escrita ante la pandemia: «La crisis económica y social en la que nos vemos inmersos exige redoblar esfuerzos en austeridad personal, en generosidad y en compromiso. Es necesaria la participación de todo el Pueblo en la instauración de una verdadera economía de comunión, donde la persona humana sea el centro de la actividad económica y laboral. Es preciso trabajar para evitar los múltiples descartes de los más desfavorecidos, debilitados o en riesgo de exclusión. Es un momento propicio para revisar las estructuras sobre las que se asienta la economía, realizando las correcciones necesarias de modo que la persona sea siempre el centro de la actividad económica».

Bilatu