Mikel Ruiz Oar-Arteta
Miembro de Eragin

Casas de apuestas: ¿por qué hablamos de clases?

Fruto de la movilización y la reivindicación del movimiento juvenil y movimientos vecinales, el debate en torno a las casas de apuestas y los salones de juegos se encuentra en boca de cada vez más gente

Fruto de la movilización y la reivindicación del movimiento juvenil y movimientos vecinales, el debate en torno a las casas de apuestas y los salones de juegos se encuentra en boca de cada vez más gente. La proliferación de estos establecimientos y sus servicios en internet (si cabe aún más peligroso) despierta la preocupación de cada vez más ciudadanos, que comienzan a ver estos como una amenaza para jóvenes y no tan jóvenes.

Como señala el título, estas líneas se dirigen a analizar el fenómeno de las casas de apuestas desde una perspectiva de clase. Si bien gran parte del debate se ha centrado en la conveniencia de aumentar el control sobre el juego y los menores, y sin intención de quitar importancia a este aspecto, no cabe análisis sobre esta nueva lacra sin atender a su marcado contenido de clase.

Comenzamos señalando el carácter alienador del juego, mediante el cual nos generan una falsa esperanza de enriquecimiento rápido y sin esfuerzo. La publicidad (algunas veces extremadamente agresiva) va dirigida en esa dirección, acompañada de la utilización de caras conocidas, muchas veces «ídolos», para atraer a los más jóvenes que buscan obtener unos ingresos que no encuentran en el mercado laboral, o que entienden insuficientes. Una finalidad alienadora que desdibuja la única vía real a la mejora de las condiciones de vida de las y los trabajadores, que pasa por supuesto por caminos colectivos.

Quizás una de las cuestiones más graves es la espiral en la que se puede entrar cuando se acumulan pérdidas y se vuelve a apostar, no ya para ganar dinero, sino para recuperar lo perdido. El que apuesta siendo rico no se enfrenta a este problema. Es por eso que los días en los que se entregan prestaciones sociales los salones de juego se encuentran llenos de trabajadores y parados que intentan aumentar sus escasas fuentes de ingresos o paliar las deudas que acumulan mediante las apuestas.

Pero podemos analizar este fenómeno desde la distribución de rentas, en la cual diferenciamos salarios, alquileres, intereses y beneficios. Pues bien, las apuestas empresariales únicamente se dedican a mover salarios o prestaciones sociales de trabajadores (o las pagas de muchos jóvenes) a los beneficios empresariales de la mafia que se esconde detrás de ella. Las dos principales empresas de apuestas de la CAV en 2018 ingresaron 424 millones de euros (RetaBet) y 232 millones de euros (KirolBet), provinientes en su mayoría de los cada vez más escasos salarios de las familias trabajadoras.

Concluyendo, nos encontramos ante unas empresas que se dedican a extraer el dinero de los ya menguados ingresos de las familias trabajadoras, poniendo su diana en los más jóvenes, mediante una publicidad omnipresente que tiene una clara finalidad alienadora. Unas empresas que no aportan nada más allá de desgracias para muchos y beneficios millonarios para unos pocos. Es por ello que entendemos más necesario que nunca hacer especial hincapié en la lectura de clase que debe existir detrás de todo análisis sobre el auge del juego.

Pero, además de concienciar, toca organizarse y movilizarse en contra de su proliferación. Toca salir a la calle para denunciar públicamente lo que cada vez es más compartido: que las casas de apuestas son una nueva lacra contra la juventud de clase trabajadora. En ese camino, el 28 de febrero tenemos una cita importante en las calles de Bilbao. Apustu etxeak kanpora!

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