Paco Roda
Trabajador social

Casco Viejo: es lo que hay

No basta con decir que el problema del Casco Viejo es de convivencia nocturna, porque eso, siendo cierto, es el síntoma de una preturistificación y modelo de barrio que responde a intereses de clase.

Es lo que hay. Pese a quienes, instalados en el negacionismo de los hechos han convertido la ceguera en la mejor de sus alianzas, aquellos que deciden interesadamente silenciar o maquillar su actual deriva. La de este barrio que sobrelleva como puede una agresión urbana y medioambiental sin precedentes. Un barrio que soporta el 85% de los actos y eventos de todo tipo y condición que se programan en Pamplona. Un barrio convertido en el contenedor lúdico-festivo de la ciudad. No negaré que este barrio ha mejorado en muchas cosas. Pero les aseguro que puestos a usar la balanza, este barrio pierde calidad de vida. Y pierde ese derecho que es el derecho a la ciudad que ya nombrara David Harvey. Otra cosa es que los discursos hegemónicos insistan en que nunca jamás este barrio había estado tan animado. Y es que hay una idea fuerza muy manejada por ciertos partidos de derecha y de izquierda neoliberal de nuestra capital que dice que no estamos tan mal como otras ciudades, véase Donostia, Málaga o Barcelona, algo muy compartido por ciertas asociaciones vecinales y una gran parte de la ciudadanía de Iruñerria que considera el Casco Viejo como su lugar de exaltación festiva por excelencia y que ignora que aquí, también se vive.

Y es que hay ciertas tendencias que están indicando un desplazamiento en la composición de clase del tejido urbano del Casco Viejo. Porque nuestro barrio está siendo transversalizado y fagocitado por las políticas de ocio, negocio y especialización de usos definidos por el ocio nocturno, con sus noches low cost mercantilizadas de manera salvaje y desinhibida, la constante festivalización de sus calles, la atomización de actos, el uso y el abuso de suelo público, la ultracapitalización de cada metro cuadrado de sus calles y el extractivismo hostelero. El último ejemplo es la aprobación de una enmienda que modifica el articulo 87,3 del PEPRI a instancias de Geroa Bai y apoyada por UPN. Pues bien, esta enmienda permitirá que el protestado Hostel de Unzu pueda levantarse sin pudor en medio de una plaza ya turistificada hasta su ultimo rincón.

Pero vayamos por partes. En 2006, fecha precrisis, el Ayuntamiento decidió cambiar la normativa que hasta ese momento amparaba al vecindario del Casco Histórico ya que estaba declarado zona saturada de bares. A partir de ese momento la proliferación de nuevos negocios hosteleros invadió de nuevo el Casco Viejo bajo el mantra de la salvación del barrio a costa de la turistificación, la saturación de eventos y la «baretización» de casi todo el territorio. Y es que según datos de la asociación Spain Nightlife, uno de cada tres turistas tiene en cuenta las propuestas que ofrecen los destinos españoles para la noche a la hora de decantarse por un enclave para sus vacaciones. Y más, sabemos que el turismo aporta más del 11% del PIB nacional, pero es que el ocio nocturno es responsable de casi un 3% de ese porcentaje. Así que el mantra del turismo como factor de revalorización del espacio, de las ciudades y hasta de la propia vida, es un concepto contra el que es difícil luchar. De hecho, el 76% de los comerciantes del Casco Viejo considera positivo el turismo para la actividad comercial. Quizás por eso en los últimos siete años se han abierto 70 bares más en Iruña. En la actualidad, según datos municipales, hay en el Casco Viejo 173 bares y cafeterías. O sea, tocamos a 15 bares por cada 1.000 habitantes. Así que no es de extrañar que el consumo intensivo de alcohol entre jóvenes de 14 a 29 años del Casco Viejo se sitúe en el 39,1%, dos puntos por encima de la media de Navarra situada en el 37,8%.

Por otro lado, según datos extraídos de portales inmobiliarios de Pamplona, los alquileres en el Casco Viejo han subido un 26% entre 2014 y 2018. Según datos del propio ayuntamiento, en 2017, una persona joven debía destinar en torno al 62% de su salario mensual al pago de la vivienda. Pero si el 28% de los jóvenes menores de 34 años el Casco Viejo se encuentran en paro, calculen las dificultades de este grupo para acceder a una vivienda. Lo que evidencia la necesaria inversión en recursos juveniles más allá de otras inversiones en ocios variados. Por otro lado, este barrio ha perdido un 5,8% de su población desde 2008 hasta 2018. Y también ha perdido población infantil desde 2010 hasta hoy mismo. Casi un 9,4%. Es decir, nacen menos niños y niñas o se marchan del barrio con sus familias. En el Casco Viejo hay un índice de dependencia senil del 38,4% (en Navarra el 29,5) lo que nos obligaría a pensar en más recursos públicos para este sector de población. Entre 2008 y 2018 un 36% de la población inmigrante nos ha abandonado. Se han ido a otros barrios en los que la vivienda es más barata. Porque aquí se encarece por las dinámicas relacionadas con el uso del suelo y sus destinos comerciales. Entre 2008 y 2018 el paro en el Casco Viejo aumentó un 11,7%, siendo el sector de la hostelería el sector que más paro ha generado, un 16.3% del total de las actividades según datos del SEPE. Mencionar asimismo que un 66% de los y las paradas del Casco Viejo no reciben prestación por desempleo y que la tasa de riesgo de pobreza severa de nuestro barrio en 2016 era del 16,7%. Tres puntos por encima de la media de Pamplona situada en 13,4%. por eso somos el quinto barrio de Pamplona en volumen de prestaciones económicas destinadas a su población más vulnerable. Leído de otra manera, somos el quinto barrio más necesitado de Iruña.

Alguien debería valorar estos datos –y otros que faltan– para saber qué barrio habitamos y para saber qué barrio queremos construir. Y no, no basta con decir que el problema del Casco Viejo es de convivencia nocturna, porque eso, siendo cierto, es el síntoma de una preturistificación y modelo de barrio que responde a intereses de clase. Por eso, y a modo de ejemplo, si se quiere abordar el problema de la vivienda, la saturación hostelera, el creciente incremento de pisos y apartamentos turísticos o la creación del Hostel de Unzu y el impacto que tendrá si se lleva cabo en la transversalización de dinámicas especulativas como el alquiler, estos datos hay que tenerlos en cuenta. Porque como insiste David Harvey, «El inalienable derecho a la ciudad es algo por lo que vale la pena luchar. El aire de la ciudad nos hace libres, solía decirse. Pues bien: hoy el aire está un poco contaminado; pero puede limpiarse».

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