José María Perez Bustero

Cerebro, tripa, manos

Al comenzar un nuevo año resulta sugestivo mirar aspectos que vertebran la vida de las personas. No las noticias de ocasión, sino la realidad diaria sobre la que no se habla pero que está viva y requiere ser puesta delante y examinada.

El primer aspecto que resalta es el quehacer del cerebro, que es una fábrica de ideas, y un almacén de datos que masticamos y sopesamos.

Un segundo campo que nos grita en las cercanías es la tripa. Funciona como templo de apetencias y tiene parajes sexuales, que nos arriman a otras personas y empujan a compartir tramos de vida con ellas.

El tercer campo lo constituyen las manos, que hacen la tarea de recorrer la cara, los hombros, el pecho... Lo mismo si son propios que si son de otra persona.

Ese vaivén en la dinámica del cerebro-tripa y manos nos recuerda otro proceso: el de las tierras en que vivimos. Navarra, Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Lapurdi, Behenafarroa, Zuberoa. Desde luego no debemos simplemente citarlas, sino estudiarlas, Y darnos cuenta de que tenemos diferentes gentes, muchas de ellas de procedencia peninsular, que vienen a visitarnos a lo largo del año, sobre todo en la época de verano, atraídos por nuestras montañas, valles, costas y fiestas. Por eso resulta oportuno echar también una mirada a las zonas y procesos de esas gentes peninsulares, y así tener nuevos motivos de empatía hacia ellas.

¿Empatía? No es actitud simple, pues hemos tenido épocas en que repetíamos como mensaje político «Independencia de España». Desde luego podemos reconocer que detrás de pueblos y zonas a lo largo de siglos había nobles, dirigentes propietarios prepotentes... que tenían metida en su cabeza el deseo de aumentar sus terrenos, su poder, su prestigio. De ellos se puede hablar con toda aspereza. Pero la palabra independencia se ha ido pudriendo al desaparecer el régimen franquista.

Por ello vale la pena mirar a esas zonas y sus gentes con atención.

Empezamos por el oeste de la cornisa cantábrica. Ahí tenemos las tierras de Galicia, con el llamado «rexurgimento gallego»: una etapa cultural del siglo XIX que buscaba revitalizar la lengua gallega como vehículo de expresión social y cultural. Y de paso citamos la emigración de sus habitantes a otras regiones, incluida la nuestra, ya que a un barrio de Pasajes Ancho le llamaban la «quinta provincia gallega» por los muchos gallegos asentados allí.

A su lado se halla Asturias, con abundante ganadería vacuna, y con sus minas de carbón, que exportaba a otras tierras, entre ellas a la industria de hierro vizcaína, que lo necesitaba para su fundición. Un hecho posterior: en octubre de 1934 se centró en Asturias la huelga revolucionaria, que tuvo un gran seguimiento en otras zonas.

Dejamos el litoral marítimo y vamos a tierras que se extienden por la parte central de la península. Y nos topamos con las tierras de León, y la enorme meseta de Castilla, en la que aparecen numerosos conjuntos históricos y museos, además de castillos en un conjunto de tierras con relieves montañeses.

Seguimos la senda hacia el sur, y nos hallamos con Extremadura, que durante un tiempo ejerció de paso entre Lisboa y Madrid. Pero la belicosa separación de los gobiernos portugués y castellano en el siglo XVI, anuló esa función de tránsito, y provocó una emigración colonizadora a tierras americanas, siendo especialmente notorios los hermanos Pizarro, Hernán Cortes, e Inés Suarez que se unió a la expedición dirigida a la conquista de Chile, y que resaltaba por su arrojo en los combates y por su pasión amorosa. Quedándonos en Extremadura hay que citar, por otra parte, la llamada masacre de Badajoz que tuvo lugar el año 1936, promovida por el franquista General Yagüe, para atemorizar y tener paralizada a la gente.

Pasamos a las tierras situadas entre el Mediterráneo y el Atlántico: Andalucía. Allí resalta la diversidad de sus gentes y la herencia de la presencia musulmana. Un detalle más: El año 1931 en Huelva fue proclamada la Segunda República. No abrió camino a la industria, pero conservó una gran importancia la agricultura y el turismo, sumadas a importantes construcciones ya existentes.

Siguiendo la costa tenemos a Valencia, que en su día fue colonia romana, y que sigue teniendo gran riqueza de agricultura, servicios, pesca y alto turismo de ocio.

Más al norte se halla Cataluña, con sus zonas montañesas, y un profundo movimiento cultural y de autogobierno, además del turismo, dinámica de servicios, y cultivo de su lengua.

A su lado se encuentra Aragón, compuesto por tierras muy diversas, con 731 municipios. Y la importante ciudad de Zaragoza y su basílica del Pilar.

Nos queda citar la sede del gobierno: la ciudad llamada Madrid, que supera los 3 millones de habitantes. Vale la pena recordar unos datos sobre su trayectoria para no quedarnos con las gentes que la habitan, sino centrarnos en el gobierno asentado en esa urbe. Entre ellos, a primeros del siglo XVI la princesa heredera, Juana, al quedarse viuda del marido originario de Flandes, no era capaz de gobernar, y su hijo, el más tarde llamado Carlos I de España y v de Alemania, llegó sin conocer siquiera el castellano, rodeado de personajes del norte, con proyectos que exigían la aportación y sumisión de las gentes. Ante sus presiones fiscales sobrevino la rebelión de diversas ciudades, y se desató la llamada guerra de los «comuneros», que tuvo lugar entre el año 1520 y 1522. Y que terminó con la condena a muerte y ejecución de sus principales representantes. Y posteriormente, durante el reinado de dicho rey, Madrid funcionó ya como sede de los monarcas. Y en tiempos de Felipe II, fue declarada «Capital» de los reinos, por su situación estratégica.

Desde luego, teniendo en cuenta el proceso y la identidad de cada tierra, podemos rechazar a las personas que muestran una repulsiva vocación de mando. Vivan en una o en otra estancia del gobierno. Y exigirles que funcionen exclusivamente de coordinadores.

Una exigencia más: que terminen con el sistema penal. Que sitúen a los «condenados» en un camino de verdadera reinserción para que puedan volver a casa, y vivir con su vecindad.

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