Iulen Lizaso Aldalur

Ciencia de la Existencia

Hoy los acontecimientos del día a día en el laberinto «espiritual» que, con sus dogmas han creado sectas y religiones, confirman las palabras de Jesús de Nazaret: «Y nada quedará enterrado bajo las piedras, tan solo se debe esperar al momento solar debido».

Se escribe sobre ciencia y religión, religión y espiritualidad, bioética y moral, y el sábado 16 en “Diario Vasco” el Sr. Tello profesor emérito de la UPV-EHU: “Los científicos y Dios”. Pero... qué poco del Dios científico y su entrega de ciencia y paz en cada una de sus venidas a este plano terrenal.

Entrega de vida y enseñanza de viva voz, conteniendo pautas para ayudarnos a superar las ataduras de la mente y transmutar la densidad mamífera del ADN orgánico. Sus dibujos y apuntes sobre cosmología, abarcaban lo macro del universo y nuestro origen genético como latido estelar, hasta la creación en lo micro interno individual, en procesos de «alquimia» genética por evolución espiritual. Su enseñanza daba sentido finito a nuestra vida terrenal con final para el latido orgánico; a la par, raíz de continuidad espacial (alma) y creación autónoma para existencia futura enlazada; legado y Logos de Ciencia universal al alcance humano. Pero, ¿porqué devalúan esa Memoria vital y degradan el alma con rituales: “polvo eres y en polvo te has de convertir”, si desde nuestro origen estelar venimos destinados a inmortalizar ese Latido de luz divina?

Me detuvo el párrafo final del artículo: «Afirmar que no existe (Dios) exige una demostración. ¿Conocen alguna demostración sobre la no existencia de Dios?». Si la pregunta se la hubiesen hecho a Unamuno contestaría: «Usted dígame que entiende por creer, por existir y por Dios... y le contesto». Si se la hicieran a Einstein asentiría con un gran humanista: «Yo solo creo en el Dios de Spinoza»... ¿Y si se la hubiesen hecho a Darwin, considerado paradigma del ateísmo científico y padre de la teoría de la evolución?

Spinoza describe la simbiosis relacional divina-humana, vital-orgánica, como base educativo-creativa que recibimos las personas como aliento de Dios caminando como ser humano (hijo o hija). A pesar de seguir guardada entre muros de religión, también hoy van saliendo a la luz las claves resolutivas para quien como a Darwin «atormenta» su intimidad desde la dualidad existencial, al confrontar la teoría creacionista y evolucionista: «No puedo de ningún modo conformarme con examinar este maravilloso universo, y especialmente la naturaleza humana, y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta. Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza».

Hoy los acontecimientos del día a día en el laberinto «espiritual» que, con sus dogmas han creado sectas y religiones, confirman las palabras de Jesús de Nazaret: «Y nada quedará enterrado bajo las piedras, tan solo se debe esperar al momento solar debido». Una verdad dándose a luz para toma de conciencia y alimento espiritual de crecimiento interior, respirable como memoria evolutiva a través de la lluvia, el viento, la tierra, el sol y la luz... los cinco dedos de la Mano creadora de la Existencia.

¡Esa mano maestra es Dios!... y en Su palma «plantados», aquellos humanos que aceptan de nuevo nacer, esta vez como «palmera» con raíz de luz inmortal.

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