Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

Claridad y fuerza para llegar a puerto

Se van presentando condiciones formidables para la nación vasca en el escenario internacional al tiempo que España se hunde en el fango de la descomposición, la corrupción y la ruina económica


A lo largo de la historia, los procesos políticos se han gestado y desarrollado de maneras muy diversas. Ha habido procesos que estallaron de forma casi espontánea e incluso en muy precarias condiciones y que acabaron triunfando solemnemente.

Pero también ha ocurrido a la inversa, que movimientos transformadores que se iniciaron desde formidables posiciones y que una posterior sucesión de lamentables errores no solventados a tiempo o de falta de previsión acabaron echando arena sobre las llamas de la ilusión por el cambio. Por ello, la nitidez de objetivos es siempre imprescindible, que el rumbo político esté bien marcado y el timón firmemente agarrado. Solo así un proceso puede llegar a alcanzar el puerto deseado.

Esa claridad sobre recorrido y objetivos es particularmente importante en los momentos de transición, cuando las tensiones de todos los lados son mayores y más fuertes, los cimientos aún no están debidamente consolidados y la desorientación puede acabar afectando gravemente al camino que se está trazando.

Por eso el pueblo necesita claridad, liderazgos fuertes, sólidos y creíbles para confiar en la apuesta y tirar hacia adelante. Y nuestra gente debe tenerlo todo lo suficientemente claro como para llevar a cabo la responsabilidad de ser el generador de esa energía en el seno de la sociedad vasca que haga posible la transformación deseada.

Me atrevería a decir que en estos momentos no hay esa necesaria claridad, y eso provoca en ocasiones titubeos y despistes. Por ello, debemos partir de un correcto posicionamiento en el tablero político, la debida fijación de objetivos y sus correspondientes tareas y del análisis y previsiones sobre los obstáculos de toda índole con los que nos iremos tropezando. Dónde estamos. Qué queremos. Con qué contamos. Qué nos vamos a encontrar.

Hemos repetido hasta la saciedad que estamos en un momento de transición. Tenemos que afrontar todo lo correspondiente a la resolucion del conflicto al tiempo que estamos inmersos en la construccion del nuevo escenario político. Lo que esto viene a significar es que nos encontramos trabajando para alcanzar un marco político en el que sea posible el ejercicio del derecho a decidir.

Este último es un detalle relevante. Nuestro deseo sería estar en un momento mucho más avanzado, a las puertas mismas de la independencia. Pero como estamos hablando de clarificar, es importante dejar claro que esa no es precisamente la realidad de la que partimos. Clarificar es recordar que la fase en la que nos situamos es la de la construcción nacional y generación de condiciones objetivas para hacer valer nuestra voluntad como pueblo y que cuando hable esa soberanía, el resultado inapelable sea la independencia. El objetivo actual es, pues, generar condiciones en nuestro pueblo para que el siguiente salto sea ya el de la independencia.

Para lograr este objetivo fijado, la tarea fundamental frente a la que nos situamos es conformar una gran mayoría popular independentista y de izquierda que establezca una hegemonía capaz de cambiar radicalmente las inercias y cultura políticas. Debemos levantar una gigantesca ola independentista de izquierda que lo inunde todo con su energía arrolladora. Una corriente por la independencia que alcance tambien al clásico nacionalismo titubeante, empapando hasta el tuétano de su base social. Si conseguimos alzar una ola de semejante magnitud, la implicación social por la soberanía se multiplicará exponencialmente haciendo imparable el proceso hacia la independencia. Tenemos que ser capaces de generar una inercia política.

Esta tarea requiere centrar el foco en lo importante, no caer en la tentación de jugar en terrenos de otros y, sobre todo, esforzarnos en sacar todo el rendimiento posible y hasta el imposible a esta oportunidad histórica que tenemos entre manos y que, además, nosotros mismos hemos gestado y abierto.

Estamos en el momento indicado para jugar a la grande. Quiero insistir en esto porque en ocasiones da la sensación de que no lo hemos interiorizado todo lo que deberíamos y tendemos a estar pendientes de capotes que no nos atañen, que son problemas de otros y no nuestros. Que nos entre bien en la cabeza que tenemos ante nosotros una oportunidad histórica y que eso, como ya he dicho, implica jugar a la grande, no a pequeña.

Para que no saquemos adelante el objetivo, el Estado nos va a colocar delante todos los obstáculos imaginables pues, evidentemente, no está por la labor de admitir la posibilidad de que su España se rompa. También están los obstáculos de quienes sin atrincherarse en posiciones tan extremas se oponen al derecho a decidir, o incluso los de quienes juegan a varias bandas con el fin de que todo quede en fuegos de artificio.

Pero también debemos afrontar obstáculos que parten de nosotros mismos. Por ejemplo, creo que no hemos interiorizado de forma suficiente el impresionate calado político de la apuesta que hemos hecho. Hemos cerrado todo un largo ciclo y nos hemos lanzado con todos los efectivos a uno nuevo; pero, tal vez por haberse desarrollado todo ese momento político en un plazo tan relativamente corto de tiempo, se observan importantes lagunas entre nuestra gente. Desorientaciones, vacilaciones… es como si nos moviéramos sin haber asentado bien los pies en el suelo.

Si bien es cierto que el cambio fue muy rápido al principio, ahora ya ha pasado tiempo suficiente como para estar más centrados. Pudiera ocurrir que toda la luz de la ilusión del arranque del proceso se fuera apagando por falta de la debida alimentación, abriéndose la peligrosa fisura de la frustración, del lento abandono que va conduciendo a la inercia vacía, la que no es capaz de generar energía política.

Esta tendencia sobre la que alerto hay que cortarla con rapidez; si no, será un enorme obstáculo en el camino hacia la soberanía.

Otro de los problemas que detecto es que da la sensación de que no nos creemos al cien por cien que vamos a por la independencia. Y no me estoy refiriendo a un creer en términos de fe, sino a la firme determinación, grabada en lo más intimo de nuestra conciencia política, de que vamos a por la independencia de Euskal Herria, con todo lo que ello entraña y significa. Igual es que hasta ahora veíamos la independencia como algo colocado en una estantería muy alta y que nos está costando asimilar que nuestra apuesta histórica aquí y ahora es precisamente esa: la independencia.

También se observa que no tenemos lo suficientemente claro a qué nos referimos cuando hablamos de conformar una gran mayoría hegemónica y por ello, en algunos momentos, nos brotan dudas que nos retienen. Como ya he dicho, precisamente de que consigamos esa gran mayoría depende que sea posible alcanzar la independencia.

Muchas veces seguimos planteando las mismas respuestas sin haber entendido que han cambiado las preguntas. La izquierda abertzale ya no somos los cuatro del aparato. Somos incluso mucho más que la histórica base social. Es imprescindible creer como nunca antes que podemos conseguir los objetivos y, en consecuencia, comprometernos al máximo.

Se van presentando condiciones formidables para la nación vasca en el escenario internacional al tiempo que España se hunde en el fango de la descomposición, la corrupción y la ruina económica. A ese lado no hay futuro, y cada vez más vascos entienden de forma natural que la independencia es el marco ideal para el binestar y el progreso como individuos y como colectividad; lo mejor para su familia, para su gente, para su pueblo: para nuestra nación.

Otros pueblos europeos también avanzan en el mismo sentido. El próximo año Escocia votará. Catalunya anda firme en igual dirección. Está claro que no caminamos solos y que los vascos siempre hemos contado con una particular simpatía entre los sectores avanzados y progresistas de Europa. Inmersos en pleno conflicto, hemos sido ejemplo para la izquierda consecuente europea, que ha visto en nosotros un modelo de honestidad, de rebeldía, de espíritu irredento de construcción por encima de cualquier circunstancia.

Ahora somos segunda fuerza politíca a corta distancia de la primera. En Nafarroa se puede generar un vuelco histórico… ¿Alguien puede dudar de que comprometiéndonos como es debido en la tarea alcanzaremos los objetivos?
Ningun viento es favorable para quien no sabe a dónde va. Nosotros sí que lo sabemos. Ha llegado la hora de activar todos los resortes, presentar las herramientas y ponernos a trabajar. Siempre hemos sido la vanguardia de la lucha en Europa, no nos vayamos a quedar ahora dormidos cuando todos los vientos soplan a nuestro favor. Debemos seguir siendo ariete y ejemplo. Hay mucho trabajo.

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