¿Cooperativismo sueco para Euskal Herria?
Confío sinceramente que un futuro cooperativista para Euskal Herria se convierta, algún día, en realidad, y no se quede como sueño, como pasó en Suecia cuando asesinaron a Palme.
Los países nórdicos me impresionaron desde que, como estudiante de instituto, empecé a interesarme en sus mundialmente famosos Estados de Bienestar. Además, desde 1972 hasta ahora, he viajado a los países nórdicos decenas de veces. Ya incluso conozco cada centímetro de las calles de varias de sus ciudades, y desde el momento de mi aterrizaje en algún aeropuerto de allí hasta mi vuelta, tengo amigos que cada vez me sorprenden con sus muestras de amistad.
Olof Palme fue uno de los personajes que me impresionó más por aquellas tierras. Fue primer ministro de Suecia durante el período 1969-1976, y otra vez en el período 1982-1986, el año en que le asesinó un desconocido. Los pueblos nórdicos en general se conocen por su pacifismo, y el asesinato de Palme ha sido el único en toda la historia moderna de toda aquella parte del mundo y, muy extrañamente, un asesinato que nunca se resolvió—la policía sí que detuvo a un sospechoso, pero tuvo que soltarlo por falta de pruebas suficientes.
Incluso antes de la llegada de Palme al poder, los países nórdicos se conocían por sus Estados de Bienestar. Había, y sigue habiendo, un cierto igualitarismo económico entre los distintos segmentos de sus pueblos: casi no hay millonarios, pero tampoco hay gente que tenga problemas para sobrevivir. De vez en cuando, vemos algún caso como, por ejemplo, los miembros del antiguo grupo musical ABBA, que sí que se han hecho millonarios e incluso han cambiado sus domicilios fiscales a Inglaterra para pagar menos impuestos, pero sus casos son extremadamente excepcionales. Y pongo énfasis en la palabra extremadamente. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente vive en relativa comodidad: una cosa que me sorprendió desde mi primer viaje allí, era el hecho de que en los países nórdicos, no se ve a gente mendigando en las calles, o con problemas graves de supervivencia—después de todo, para algo sirven los impuestos que la gente paga. No es como en el Estado español, que uno paga impuestos casi a niveles nórdicos (de hecho, Suecia es el único país de toda la Unión Europea que tiene niveles impositivos más altos que los españoles), pero el Gobierno central nos proporciona servicios como en países tercermundistas.
A la vez que hay igualitarismo económico entre los distintos segmentos de las poblaciones de aquellos países, también lo hay—bueno, casi lo hay—ente los sexos. De hecho, los países nórdicos son, con toda probabilidad, los países que han avanzado más a nivel mundial en ese terreno, aunque incluso allí, la gente dice que todavía se puede mejorar el sistema.
Y en cuanto a la democracia, los países nórdicos también me sorprendieron agradablemente desde mi juventud. Yo nací en Irán, donde no importa el régimen que esté en el poder en cada momento, el pueblo siempre ha sufrido, y sigue sufriendo hoy en día, bajo un dictador totalitario u otro. Me acuerdo que cuando era un joven estudiante de instituto viviendo en Irán, de vez en cuando no podía resistir criticar al régimen del antiguo Shah, incluyendo alguna crítica que otra que vertí contra el príncipe heredero (que hoy en día, está viviendo una vida de lujo entre Nueva York y París, con los muchos millones de dólares que su padre robó de las arcas de la tesorería de Irán cuando huyó cobardemente del país). Cuando volvía a casa y contaba a mis padres lo que había dicho, su actitud era siempre la de una grandísima preocupación—no solo por mí, sino también por ellos mismos, pensando que los servicios de espionaje del régimen muy bien podían seguirnos por “agentes terroristas actuando contra el régimen”. “Incluso las paredes tienen ojos y oídos”, me decían mis padres, y tendríamos que cuidar mucho lo que decíamos. Por eso, cuando viajaba a los países nórdicos, siempre, siempre me parecía como un agradable aire fresco poder decir y hacer lo que me parecía mejor a mí, sin preocuparme de si alguien me seguía o no. Bueno, tengo que admitir que hay algo en los países nórdicos que tampoco he podido explicar: es que hay países allí como, por ejemplo, Finlandia que, desde su independencia (en este caso en particular, en 1917 cuando se independizó de la ex URSS) han sido repúblicas. Pero hay otros, como Dinamarca, Suecia y Noruega, que siempre han tenido regímenes monárquicos. Es verdad que los monarcas de allí no tienen ningún poder digno de mencionar—no es como en el Estado español, donde el monarca es también el comandante en jefe del ejército. Los nórdicos mantienen sus monarquías por tradición—aunque hoy en día hay un movimiento republicano en los tres países que hemos mencionado. Yo siempre me he preguntado: si esos monarcas no tienen ningún poder importante y no hacen nada digno de mencionar, entonces, ¡¿por qué hay que mantenerlos?! ¿Por qué no instaurar repúblicas? Estoy seguro que el dinero que cuesta el mantenimiento de cada una de esas monarquías, se puede gastar mejor en otras cosas que beneficien a muchísima gente. Esto es algo que siempre me he preguntado. Ojalá, en el futuro, veamos algún cambio en la dirección que yo quiero.
Pero uno plan específicamente de Olof Palme que me impresionó mucho desde la primera vez que lo pensó, a mediados de los 1980, fue para cambiar las leyes para obligar a todas las empresas en Suecia a que dejaran a lado una parte de sus beneficios para comprar acciones de aquellas mismas empresas para sus trabajadores. De esa forma, iba a convertir, poco a poco, a los trabajadores suecos en los dueños de sus propias empresas. En Euskal Herria tenemos el caso de la Cooperativa Mondragón que, hace años, incluso el periódico inglés Financial Times mencionó explícitamente como una empresa que funciona maravillosamente—el mencionado periódico se preguntaba por qué las empresas del Estado español no aprendían de la Cooperativa Mondragon para funcionar igual de maravillosamente ellas también. Pero ni en Euskal Herria ni en el Estado español, hay muchos más casos como el que acabamos de mencionar. Lo que quería Olof Palme, era convertir a todas las empresas suecas en cooperativas; su plan se podría clasificar más como anarquista o anarco-sindicalista que Marxista, pero podría haber funcionado—si no lo hubieran asesinado. Es por eso que yo siempre he sospechado que su asesinato tuvo mucho, pero mucho, que ver con ese plan de Palme. Claro que es solo una sospecha—el caso nunca se ha resuelto. Sin embargo, cuanto más lo he pensado, más firmemente he llegado a la conclusión que otras hipótesis no tienen tanta lógica como la que acabo de mencionar. Si hubiera continuado con vida, Suecia hoy podría, posiblemente, haber llegado hasta el punto de ser el único país del mundo que, pacíficamente, sin ninguna revolución y sin ninguna violencia, sus trabajadores fueran también los propietarios de sus propias empresas, y todo el país podría funcionar según ideas anarquistas y según el modelo cooperativo.
Aquí, se queremos seguir el pensamiento de Olof Palme y mover hacia un sistema cooperativista, eso significaría cambiar las leyes, que es lo que Palme quería hacer en su propio país. Pero aquí, cambiar las leyes significa actuar a nivel del Estado español, y creo que ni un gobierno del PP, ni siquiera uno del PSOE, estaría dispuesto a cambiar las leyes hacia esa dirección, porque los dos han aceptado actuar dentro de un sistema típicamente capitalista. La cuestión sería, entonces: ¿qué es lo que se puede hacer dentro de Euskal Herria, sin depender del Estado español, para mover hacia un sistema cooperativista, que era el sueño de Palme, y es lo que ya se ha hecho en el caso particular de la Cooperativa Mondragón? ¿Y cómo conseguir que los empresarios acaben aceptando un futuro cooperativista para Euskal Herria? En el caso de Palme, el opositor más importante a su plan cooperativista, fue la familia cuyos antepasados crearon el grupo industrial que hacía los coches y camiones Volvo. Es de prever que en Euskal Herria, la clase empresarial puede reaccionar del mismo modo. ¿Qué hacer? Estas cuestiones todavía quedan por resolver. Sin embargo, confío sinceramente que un futuro cooperativista para Euskal Herria se convierta, algún día, en realidad, y no se quede como sueño, como pasó en Suecia cuando asesinaron a Palme.