Aristóteles Fuentes Jiménez

Cortejo electoral

Los acuerdos entre diferentes son difíciles, son historias de renuncias, de frustraciones y de insatisfacciones variadas. Son duros, nos obligan a hacer cosas que no nos agradan, pero son imprescindibles para avanzar.

Por más especiales que nos creamos, lo cierto es que los seres humanos no somos sino unos mamíferos más; y, cuando comienza un año electoral, es difícil encontrar grandes diferencias de comportamiento dentro de nuestra familia. De la misma manera que los demás miembros utilizan toda clase de ardides para elegir y ser elegidos de cara a la época reproductiva, también los partidos políticos inician su particular ritual de cortejo.

Hace cuatro años, se abrió una etapa histórica para Navarra. Después de décadas de complicidad entre las derechas declarada y vergonzante (que, junto a los poderes económicos y propagandísticos, constituían un auténtico Régimen), una nueva y plural mayoría conseguía acceder a posiciones de responsabilidad que parecían pertenecer a los de siempre por una suerte de derecho divino. Sin embargo, parece que, ante la cercanía de la cita de las urnas, algunos actores imprescindibles de este cambio que tanto nos ha aportado sienten la tentación de, más que profundizar en el mismo, constituir una especie de «Régimen bis».

Buscando tal vez ganar respetabilidad ante sectores que jamás se la van a dar, Geroa Bai ha entrado en una deriva preocupante. No hay más que ver cómo se ha comportado el Gobierno de Navarra con respecto a la ejemplar lucha que están desarrollando los trabajadores de Huerta de Peralta. Una presencia policial asfixiante, un acoso, que ha desembocado en numerosas cargas de muy difícil justificación, hasta el extremo de enviar a un trabajador al hospital. Un gobierno que se pretende de progreso no puede actuar igual que un gobierno de cirio y bocacha, no puede optar por la salida fácil y rápida de la violencia contra reivindicaciones más que justas de unos trabajadores ya bastante criminalizados previamente por los tentáculos agrícolas del Régimen.

Otro tanto puede decirse de lo sucedido en torno al gaztetxe Maravillas. Se podrá estar o no de acuerdo con las decisiones de los jóvenes que lo conforman, pero ocupar policialmente Alde Zaharra durante días, con decenas de heridos y disparos contra domicilios incluidos, nos traslada a los aciagos días en que Barcina era ama y señora de Iruñea y atacaba sin miramientos a todo lo que se saliera de su guión, moderadamente foral y militarmente español. Mención aparte merecen algunas declaraciones desde el ámbito de Geroa Bai, trágicamente indistinguibles de los habituales exabruptos de esa derecha navarra que tanto sufrimiento ha provocado entre cualquiera que intentase hacer las cosas de una manera distinta a como Dios manda.

Ahora bien, probablemente las declaraciones más esperpénticas de estas últimas semanas no han sido estas últimas. Ante las indicaciones del Defensor del Pueblo de que, en lo que respecta al empleo público, no se debería puntuar más una lengua extranjera que una lengua propia como es el euskara, el alcalde de Tudela ha tenido la ocurrencia de contestar que, en el caso del concurso-oposición de la Policía Municipal (en el que se valoraba el conocimiento de inglés, francés y alemán), «no es que se haya puntuado menos, sino que directamente no se ha valorado». Uno podría pensar que Eneko Larrarte, persona culta, lanzaba así un guiño a Berlanga, buscando tal vez la complicidad del sector cinéfilo. Pero, lamentablemente, aunque podemos encontrar un guiño en estas palabras, son otros los receptores.

Tanto en este caso, como en el gusto por las cargas policiales que parece haber adquirido Geroa Bai, es claro quién es el objeto de estos arrumacos: el mismo Régimen al que tanto costó desalojar de sus posiciones de poder político. Hay algo que debemos tener muy claro, y es que el Régimen no lo conforma exclusivamente UPN. Durante largos años, el PSN ha sido una pieza absolutamente fundamental del corralito (no tan) foral, y siempre, absolutamente siempre, que ha dependido de él un posible cambio, se ha posicionado con UPN, ya sea por vocación o por orden directa de Ferraz. Si hay fuerzas del cambio que elucubran con posibles sustituciones que implican incorporar al PSN, ¿se han parado a pensar en la situación a nivel estatal? En mitad de una competición terrible por quién es más nacionalista español, ¿va el PSOE a colocarse en el centro de esa diana? Si no lo hicieron con Zapatero en La Moncloa, ¿en qué cabeza cabe que vayan a hacerlo ahora?

Los acuerdos entre diferentes son difíciles, son historias de renuncias, de frustraciones y de insatisfacciones variadas. Son duros, nos obligan a hacer cosas que no nos agradan, pero son imprescindibles para avanzar. Estos cuatro años no han sido plenamente satisfactorios para ninguna de las fuerzas del cambio, pero han supuesto precisamente eso, un cambio que la mayoría sociológica navarra ansiaba. Algunas pueden estar tentadas de adoptar el marco del Régimen, ya sea en cuanto al orden público o contra el euskara, pero deberían, deberíamos, tener claro que cuando se adopta el marco del adversario, es este quien acaba triunfando. En EH Bildu tenemos muy claro a favor de qué estamos, en Tutera, en Iruñea o en Leitza. Ojalá que se despejen ciertas brumas y, más allá de la legítima competencia electoral, sea esa la tónica general; la sociedad navarra no nos perdonaría que no fuéramos capaces.

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