Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Cuestión de actitud

Aún con el hábitat bizkaitarra alienado por acontecimientos de calado mediático extraordinario, comienza una reflexión sobre forma y contenido del relato gabarra, acaso no demasiado halagadora para una mayoría movilizada por razones que aúnan lo deportivo con un sentimiento identitario de transmisión generacional. Quizá se imponga, entonces, en alguna de sus facciones, la necesidad de ejercitar pensamiento crítico en lo que se refiere a discernir motivos de alegría del estatus concedido sin cuestionamientos a «los dioses» del balón.

El fundamento de este artículo consiste en poner de relieve conductas de diversa índole —en términos deficitarios respecto a valores de empatía, respeto y reconocimiento—, manifestadas por sujetos masculinos con capacidad máxima de influencia colectiva en gran parte de la juventud vasca, encumbrados en balconadas oficiales. Afloran en mí demasiadas sensaciones de rechazo acerca de lo que ha supuesto la infraestructura materializada a propósito del sábado 6 de abril de 2024 en el Estadio La Cartuja. Daré prioridad de orden a esos «pequeños detalles» que los privilegios de género, junto a circunstancias de exclusividad económica, esconden tras oropeles, porque eclipsan realidades de derechos vulnerados por los mismos entes promotores del evento.

Sin duda, es momento de reivindicación constante, orientada a establecer sustratos efectivos de igualdad entre hombres y mujeres. Demandas activas que abarcan cada uno de los espacios de poder para establecer mecanismos de implantación y consecución de programas contra la discriminación sexista. Decir que las dinámicas de acción de los movimientos feministas deben ser reforzadas desde ámbitos de decisión es insistir en procesos de auténtico compromiso. Se debe trabajar la cohesión formal de las distintas capas socioeducativas de manera integral, y coordinar los objetivos. Asimismo, a tal efecto, el fomento y gestión del uso inclusivo del lenguaje en protocolos institucionales. Solo así conseguiremos abolir códigos del tipo «Aupa, mutilak», «gracias, chicos» que, lejos de afianzar un ecosistema igualitario, generan inercias contrarias a la lucha feminista, camino demasiado arduo para consentir licencias machistas de nuevos millonarios. «Estáis locos, chavales», «Eskerrik asko a todos…», «… a vosotros» figuran en la recopilación de fueras de juego a parte de la afición que presenciaba su puesta en escena. No hay argumentario que justifique oratorias excluyentes en plena labor de transformación de las relaciones. En el abecedario de la legítima erradicación de las múltiples formas de violentar la identidad femenina, ningún matiz es nimio. Cada palabra no pronunciada en parámetros equitativos es una oportunidad desatendida. Y si bien es tarea individual ajustar el lenguaje a los tiempos de trato igualitario, en las circunstancias citadas, no obstante, se requiere de actuación auto pedagógica en la propia cúpula organizativa de quien corresponde.

Tal vez, la euforia entorpece tanto la percepción de los estímulos directos, que nubla la capacidad de reconocer el enfoque androcéntrico que subyace en estas expresiones. Micromachismos en forma de mensajes de agradecimiento contaminan la perspectiva de equidad. Coartan el derecho de las mujeres a ser aludidas en simetría lingüística. Lo que demuestra que lo local no siempre es beneficio de todas, aunque se lleve a cabo bajo palios del gasto público…

Que la historia del deporte continúa por cauces heteropatriarcales de resonancia es algo contrastado en multitud de actitudes, reconocibles fuera y dentro de la competición reglada. Dada la magnitud del dispendio al futbol varonil, espero que se den lecturas ácratas, al margen de la uniformidad, de estos y otros «pormenores» relacionados también con la lengua (euskara). Puesto que ellas, las mujeres —que parecen ser un Athletic diferente—, no tuvieron gabarra con que surcar la ría en ninguno de sus triunfos de Liga.

Dos días después de cumplirse el décimo segundo aniversario de la muerte de Iñigo Cabacas, la plantilla ha recordado generaciones rojiblancas fallecidas, a la altura de San Mamés. En la lista de contravenciones, ni una sola mención oficial a Iñigo. Supongo que la valentía no está entre las virtudes del club, supeditado en días de pétalos zuri-gorri a ciertos órganos superiores.

Declaraciones posteriores del alcalde de la ciudad loan comportamientos durante la celebración, sin tener en cuenta las decenas de toneladas de basura esparcidas en los aledaños de asfalto y que los colores de la histeria han confundido la ría con depósitos de gestión de residuos; aún no han aprendido que, en revuelo de masas, la porquería que se genera debe viajar a casa.

Cuando escribo, intento aplicar el raciocinio más pulcro, a la vez que lo hago desde la honestidad emocional que me debo a mí misma. Cuido, en consecuencia, la semántica, siempre consciente del alcance de difundir en medios de comunicación aspectos que pueden ser considerados núcleo de intimidad, además de explicitar el sesgo ideológico como integrante comunitaria. Por consiguiente, dada mi contextualización de absoluta conciencia, creo estar en el derecho de exigir a quien compete similar ética y responsabilidad en los actos públicos, máxime siendo foco de ingente desembolso del patrimonio ciudadano.

Autoevaluación no es solo un recurso en la mejora de las competencias académicas personales, sino eje de coordenadas dirigido a equilibrar interacciones sostenibles en nuestra sociedad, asunción de errores incluida. Se cruzan en nuestra revolución, de incidencia social y política, arquetipos de mente estrecha, de apariencia cuasiprogresista hasta que abren la boca.

Normalizar, en su aspecto punitivo, es un verbo demasiado extendido en los encuentros sociales, sean de carácter privado o no. En esta ocasión, la matria euskaldun es otro ente vapuleado. La falta de voluntad tiene nombres y apellidos: muestra, impúdica, su castellano, en el que no cabe ni un monosílabo en euskara.

La vida es un suceder continuo de actitudes engarzadas. Existimos en ellas y construimos, a partir del reconocimiento mutuo, vínculos identitarios que nos diferencian de otros grupos del entorno. Sabemos del idioma, que es el rasgo más específico que nos une a la comunidad. Hoy me queda en positivo el único cuidador del legado, que no precisa de dobleces y se rige por el latido de las entrañas. A otros, aunque conozcan los acordes de «Hegoak ebaki banizkion…», su verdadero significado no les pertenece.

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