Maitena Monroy
Profesora de autodefensa feminista

Cuestión de tetas

Esa identificación de mujer con cuerpo, encasillamiento contra el que nos hemos rebelado supone un reduccionismo físico y de la autonomía de las mujeres.

Estamos de nuevo hasta las tetas. La canción de Rigoberta Bandini, que presentó en el festival de Benidormfest, "Ay mamá", ha suscitado posiciones encontradas y, cómo no, esa polémica también se ha producido entre feministas. Y que conste que la canción me parece pegadiza, la puesta en escena también, no tengo problemas con el perreo, ni con la artista, a la que, por cierto, le está cayendo la del pulpo, y no gallego precisamente. Porque las Tanxugueiras y Bandini harían un cuarteto perfecto. Aclaro esto antes de que me acusen de ser fóbica de algo sin haber leído mi argumentación. Es el nuevo formato de los «sin debate», defines a alguien y se acabó el debate.

No sé si alguna vez había visto eurovisión, quizás de pequeña. Así que esta vez, debido a la polémica suscitada, decidí ver el festival y en la canción de "Ay mamá" la verdad es que no encontré nada para entronarla como himno feminista, como afirmaba la ministra Irene Montero. Mientras, empecé a recibir mensajes en los grupos de Whatsapp, en redes, de lo potente que era esta canción, de cómo hemos conquistado derechos gracias a gente como Bandini, y no salía de mi asombro. A la par, empecé a recibir mensajes de acusación de racismo a quienes criticaban a la ganadora Chanel porque había ganado por saber menear su cuerpo. Y de nuevo no podía salir de mi asombro mientras pensaba que, otra vez, somos cuerpo para este modelo mercantil del show business, pero ahora pensando que somos las protagonistas, las sujetos de la acción. Algo nuevo bajo el sol. Hay quien ha intentado polemizar señalando que si la canción de Bandini la hubiera interpretado un hombre habría sido mucho más controvertido y no le falta razón porque no son los sujetos privilegiados los que tienen que ensalzar los cuerpos ajenos para empoderarlos. Igual que un maricón puede apropiarse, reconvertir y gritar con orgullo la palabra maricón, un hetero no puede hacerlo con orgullo.

La polémica con Bandini y con Chanel, diferentes partes de un todo, es nuevamente acerca del cuerpo de las mujeres. En la canción de Bandini, a través de una oda al hecho de ser mamá, asociando el mismo a una teta «poderosa» de dos metros, que recordaba a la teta de la película de aquel director que acabó casándose con la hermana de sus hijos, ¿lo recuerdan? Las tetas de las mujeres han sido objeto de fascinación desde tiempos inmemoriales. A finales de los 80, Sabrina cantaba aquello de «boys, boys» que curiosamente hoy sería leída, seguramente, como empoderada pero que en aquel entonces nos parecía que no era sino una forma más de cosificación de las mujeres. A la par, históricamente, dentro de la narrativa cultural para acatar como natural la desigualdad se han fomentado dos discursos, el de la inferioridad y el de la excelencia. Esta última, basada en la capacidad ilimitada de entrega hacía los demás, gracias a las cualidades propias de nuestro sexo que nos vinculaba irremediablemente con la maternidad obligatoria y la abnegación por la que merecíamos ser consideradas, después de inmolarnos, claro está. Ya dijo Gallardón que era lo que nos definía como mujeres, la maternidad. Es decir, nada nuevo bajo el sol. Salvo que, en estos tiempos de exaltación de la corporalidad, el cuerpo ha adquirido un significado cada vez más central, aunque hemos de decir que siempre lo ha tenido. Esa identificación de mujer con cuerpo, encasillamiento contra el que nos hemos rebelado supone un reduccionismo físico y de la autonomía de las mujeres. El reduccionismo supone la fragmentación del cuerpo de las mujeres, lo cual facilita la cosificación. Esta cosificación ha sido una denuncia constante dentro de los diversos feminismos.

Ahora, alguien puede decir que lo que hay es una doble moral, que no nos hemos sacudido la mojigatería que existe en torno a la exhibición de cuerpos desnudos pero la realidad es que en el festival se hacía una recreación, no de un cuerpo, sino de una teta, que curiosamente representaba a las mamás, a todas, y a la fuerza femenina, según la propia artista. Esas palabras le han llevado a ser acusada de tránsfoba. Ya digo que le ha caído por todos lados. El absoluto es lo que le ha perdido.

Dentro de las críticas que se le pueden hacer, está que no todas las mamás dan de mamar por diversas razones; porque han adoptado, porque son lesbianas cuya pareja es la que va a dar de amamantar, porque no pueden, por motivos de salud... y que no todas las mujeres queremos ser madres, otras no podrán. Ese es, precisamente, uno de los dilemas feministas: cómo poner en valor los cuidados, la maternidad elegida sin caer en el esencialismo o en la abnegación «poderosa» que salve a la humanidad. Así que situar la fuerza y la belleza femenina en las tetas, y el poder femenino en sacar una teta, resulta reduccionista, aunque la artista haga con ello un símil con el cuadro de Delacroix: “La libertad guiando al pueblo”. Seguro que alguna especialista del romanticismo tiene algo que aportar. Pero venga, nos vamos arriba, que en dos segundos se te pega el estribillo y te dan ganas de parar la ciudad y el mundo, donde cada vez es más difícil conciliar, no los cuidados, sino la vida.

Asimismo, resulta chocante la denuncia de la propia cantante, con la que estoy plenamente de acuerdo: el miedo a la exhibición de la teta, salvo en los «mercados adecuados», porque eso es precisamente lo que pasó en el festival, que no hubo exhibición de ninguna teta. Seguramente, porque lo que sí tiene un carácter rancio son RTVE y el festival de eurovisión y solo pensar en tetas les marea, eso sí, en público.

En cualquier caso, no parece que importe si las cantantes cantaban bien o mal, que era por lo que participaban en el mencionado concurso. Lo peor de todo es que se está haciendo tanto ruido, sin argumentos, que las mujeres y todo lo que tiene que ver con la cuestión de los derechos de las mujeres, nuevamente volverá a ser ridiculizado, trivializado y reducido a la cuestión de si podemos o no sacarnos una teta o si lo importante es saber mover el culo. Nada nuevo bajo el sol.

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