Iñaki Urdanibia

De los problemas del nombrar y de las trampas al bautizar

El uso del nombre del griego para calificar un síndrome, es injusto a todas luces; un bautizo injusto, consagrado por el uso y el abuso.

«El moderno Diógenes. Antes de buscar al hombre, hay que haber encontrado la linterna. ¿Tendrá que ser la linterna del cínico». F. Nietzsche, “Humano, demasiado humano” (II, 2, 18).

«Esta bienaventurada alegría de sí mismo, escupe sobre todo lo que es servil, ya sea lo que es servil con respecto a los dioses y a las patadas divinas o lo que respecta a los hombres o de las estúpidas opiniones humanas». F. Nietzsche, “Así hablaba Zaratustra”.

«El cinismo es lo más alto que puede alcanzarse en la tierra: es preciso, para conquistarlo, los puños más atrevidos y los dedos más delicados». F. Nietzsche, “Ecce homo”.


Es bastante habitual que en los medios de comunicación se hable del síndrome de Diógenes para referirse a personas que viven en el abandono, acumulando todo tipo de objetos, bolsas, periódicos, etc.; es el karaoke dominante. Varias aclaraciones me parecen necesarias sobre este asunto. Procederé por pasos:

1) Leo lo que está escrito en la enciclopedia del hombre moderno, Wikipedia: «El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y social, así como por el aislamiento voluntario en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos... En 1960 se realizó el primer estudio científico de dicho patrón de conducta, bautizándolo en 1975 como síndrome de Diógenes.1​ Esta denominación hace referencia a Diógenes de Sinope, filósofo griego que adoptó y promulgó hasta el extremo la independencia de las necesidades materiales y los ideales de privación (lo que se conoce como cinismo clásico); se emplea esta denominación porque Diógenes solo portaba consigo lo estrictamente necesario y, por tanto, coincide con la conciencia de las personas que sufren este síndrome ya que creen que todo lo que almacenan o guardan es o será necesario en algún momento... La persona que sufre de este trastorno se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar, además de desatender absolutamente la limpieza del mismo y toda higiene personal... se ha llegado a debatir si es una enfermedad o un estilo de vida». Quisiera dejar constancia de que en los textos especializados– y me refiero al canonizado Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM, este síndrome ni se menciona.

2) Si se recurre a la figura de Diógenes de Sínope (413-323), conocido como Diógenes el cínico, la referencia a este filósofo de la antigüedad resulta absolutamente injusta. Que se hable de soledad y de carácter huraño o intempestivo resulta pasable. En el caso de este pensador se suele decir que su filosofía fue su vida, que más que por las palabras, mostraba su pensamiento por medio de su comportamiento, lo que ha hecho que en la mayoría de los casos, y basándose en la “Vidas y opiniones de filósofos ilustres de Diógenes Laercio”, quien por cierto refiere que el primer defensor de esta postura fue Antístenes, solamente se haya presentado a tal pensador y a sus epígonos por medio de anécdotas llamativas: el tonel, el pelo largo y la barba como signo de disconformidad con los cánones dominantes, y el báculo y el manto como únicos bienes y signos distintivos; los ejemplos son sabidos: la petición a Alejandro Magno que iba a solicitarle alguna opinión con el fin de resolver algún problema que le preocupaba recibió como única respuesta fue: la de quítese de en medio que está impidiendo que me dé el sol; o su caminar con la vela buscando un hombre: «un día, gritó: «¡hola, hombres!». Se comenzaron a reunir unos cuantos, él golpeó a todo el mundo a bastonazos, diciendo: «¡he pedido hombres, no desechos!»... o alguna más heavy que dice que predicaba sobre la moral al tiempo que se masturbaba.

Sin entrar en mayores, la preocupación por necesitar pocas cosas y huir de las necesidades, de bienes banales, extendidas en la sociedad era notoria. Diógenes y sus seguidores, como luego haría el de Asís –necesitar poco y de ese poco, muy poco–, pretendían pasar con lo mínimo , sus intereses no eran de índole material, sino espiritual: llegar a la sabiduría, a la ataraxia, no dejándose despistar del objetivo por reclamos impuestos a/ por la sociedad. Con respecto pues de acumular, objetos, desperdicios, etc., nada de nada. De falta de higiene tampoco.

La propia adopción del comportamiento animal como plausible, en especial de los perros (en griego kun, kunos = perro; en plural: kunes), en la medida en que éstos se guiaban por la meta de cubrir sus necesidades alimentarias y otras, no eran pudorosos siendo fieles a norma alguna, y cuidaban y acariciaban a sus dueños, ladraban a los desconocidos y mordían a los enemigos. En este orden de cosas, sus posturas iban contra las ideas dominantes de la época, de ahí su soledad, su desmarque de los valores consagrados en la sociedad y la muestra de sus posturas inconformistas por medio de su modo de vestir y de comportarse. Así pues, podría señalarse como características fundamentales de su actitud: anticonvencionalismo, desvergüenza radical, la sinceridad y franqueza total en el discurso (parrhesía), el individualismo, el retorno a la vida natural, ideal de la vida virtuosa: la autosuficiencia (autarquía).

Y 3) al caso de la criada Emerenc (me refiero a la protagonista de una magnífica novela de Magda Szabo, La puerta) no se puede asociar la figura del filósofo cínico, ni tampoco la falseada denominación pretendidamente psicológico/ patológica... la señora era limpia ad abusum, coleccionaba muebles que le habían sido entregados por algunos señores a los que había servido, cierto es que «coleccionaba «gatos, por compasión y búsqueda de compañía, y los objetos que llevaba a casa de sus empleadores no eran basura, sino objetos de un gusto abismalmente enfrentado a las concepciones de los dueños de la casa. Si traigo a colación es debido a que una de las lecturas de una tertulia que dirigía era la novela a la que aludo, y que de la figura de su protagonista ha sido calificada por algunos críticos como ejemplo del síndrome del que hablo.

No es el lugar ni el momento para extenderse en las huellas dejadas por Diógenes & boys en la posteridad: desde Quevedo, Voltaire, Pío Baroja, o el último Michel Foucault, hasta los provos, los hippis, alguna corrientes feministas, LGTBI, y decoloniales, y ciertas tendencias contraculturales y ecologistas.

Concluiré citando al autor de "Vigilar y castigar": «Con el cinismo tenemos una tercera forma de coraje de la verdad, distinta de la valentía política, distinta también de la ironía socrática (...). Luego de la valentía política, luego de la ironía socrática, tendríamos, si se quiere, el escándalo cínico (...). En los dos primeros casos, el coraje de la verdad consiste en arriesgar la vida diciendo la verdad, arriesgar la vida para decir la verdad, arriesgar la vida porque se la dice. En el caso del escándalo cínico –esto me parece importante y merece la pena retenerse, discernirse–, se arriesga la vida, no simplemente al decir la verdad y para decirla, sino por la manera misma como se vive. Uno ‘expone’ su vida, en todos los sentidos de la palabra. Es decir que la muestra y la arriesga. Expone su vida, no por sus discursos, sino por su vida misma».

Tras las líneas que preceden creo que queda claro que el uso del nombre del griego para calificar un síndrome, es injusto a todas luces; un bautizo injusto, consagrado por el uso y el abuso. Es inocente este desvarío en el nombrar; no lo creo, sino que responde a la lógica de desvirtuar algunas posturas que se desvían de los cánones de los bien pensantes de turno: así san Jerónimo, santísimo él, tachaba a Epicuro y a sus seguidores, hedonistas, de «los puercos del Jardín», por poner un descarnado ejemplo.

Sin ninguna pretensión de extenderme, sí que quisiera señalar algunas obras que de un modo u otro pueden servir para acercarse y profundizar en el fenómeno del cinismo y de su pensador más célebre:

Bracht, R. y Goulet–Cazé, M.–O.(Eds.) "Los cínicos" (Seix Barral, 2000)

Cuesta Martínez, José Alberto, "Ecocinismos. La crisis económica desde la perspectiva de la filosofía cínica", El Viejo Topo

Daraki, Marías y Romeyer–Dherbey. "El mundo helenístico: cínicos, estoicos y epicúreos" (Akal, 1996)

Foucault, Michel, "El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros". II. Curso del Collège de France (1983-1984) (Akal, 2014)

García Gual, Carlos. "La secta del perro. Diógenes Laercio: Vida de los filosofos cínicos" (Alianza Editorial, 1987). Una muy interesante presentación de las ideas de dicha corriente y de sus principales representantes: Antístenes, Diógenes, Crates.

García Gual, Carlos y Ímaz, María Jesús. "La filosofía helenística: éticas y sistemas" (Cincel, 1987; pp. 40 et ss.)

Onfray, Michel. "Cynismes. Portrait du philosophe en chien" (Grasset, 1990). Un estudio riguroso y serio de dicha corriente filosófica del helenismo. Una reivindicación de su actitud de cara al presente. Una actualizacion de Diógenes en los tiempos presentes puede verse en su "Philosopher comme un chien. La philosophie féroce, III" (Galilée, 2010). Ya anteriormente había dedicado unas esclarecedoras páginas en el primer tomo de su "Contre-histoire de la philosophie: Las sagesses antiques" (Grasset, 2006; pp. 133 et ss.). En su último libro publicado: "Sagesse" (Albin Michel, 2019) en las páginas 182 y 183, se refiere a Diógenes oponiéndose a la posturas que niegan la existencia de una filosofía del del Sínope y todo lo limitan a una imagen y a un cúmulo de anécdotas. Al menos señala cinco obras escritas por él... su desconocimientos es cosa de la transmisión entre otras cuestiones.

Paquet, Léonce. "Les cyniques grecs. Fragments et témoignages" (Les Presses de l'Université d'Ottawa, 1975)

Sloterdijk, Peter, "Crítica de la razón cínica" (Taurus), en donde de manera certera señala las diferencias entre Kynismus, para referirse al de los griegos, y el actual cinismo Zynismus, que nada tiene que ver con el antiguo, y que no es más que, de un modo u otro, un indisimulado apoyo al estado actual de cosas.

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