David Martínez Lasa

Del cielo a Madrid

Habría que preguntar a toda esta gente dónde se dejaron los principios éticos, si es que alguna vez los tuvieron, y si se comportan de la misma manera con sus seres queridos.

Últimamente no ganamos ni para sustos con nuestros dirigentes políticos. Parece que estén enfrascados en una espiral de a ver quién la lía más gorda y dice la mayor barbaridad para salir en los medios de comunicación y así ganar su correspondiente ración de pantalla diaria. En una época en la que el interés por aprender y por la cultura se mide más por las series de televisión que se hayan consumido que por otra cosa, da la sensación de que personajes como Iglesias, Teo García, Ayuso y los demás miembros de esa casta, siguen a pie juntillas y se creen de verdad los guiones y tramas de los seriales que devoran a diario, trasladando con ello sus frustraciones, pulsiones, complejos y demás sentimientos negativos a una sociedad hastiada de su comportamiento sectario y partidista.

Algunos, nos prometieron que iban a asaltar el cielo para cambiarlo todo y crear una sociedad más justa y solidaria. Y vaya que sí lo consiguieron. Ocupando puestos en el Gobierno y ministerios tan importantes para una formación supuestamente defensora de la justicia social como el de Derechos Sociales. En teoría, lo máximo a lo que puede aspirar todo un prócer de la izquierda y supuesto defensor de los más desfavorecidos. Resultado consabido; no solo no ha cambiado nada, sino que de la noche a la mañana abandona ese cargo tan importante y estratégico para erigirse, en plan mesiánico, en el futuro adalid de madrileños y madrileñas al grito de ¡no pasarán!

Otros, no conformes con la cuota de poder que ostentan y aprovechándose de la situación de crispación e inestabilidad social y política, se dedican al reduccionismo dialéctico, al insulto y descalificación gratuita además de a la compra de personas, cargos y todo lo que se les ponga por delante, cajas b incluidas, al más puro estilo caciquil, como cuando se tenía que acudir a la plaza del pueblo a exponerse al igual que mercancía y tener que venderse delante de los demás para poder ser contratado por el señorito de turno y poder llevarse así el mendrugo de pan a la boca. Se ve que aún hoy en día en la derecha española perduran ciertos tics y comportamientos atávicos no del todo superados. Parece que les da igual cualquier cosa con tal de salirse con la suya y satisfacer sus ansias de poder.

Habría que preguntar a toda esta gente dónde se dejaron los principios éticos, si es que alguna vez los tuvieron, y si se comportan de la misma manera con sus seres queridos. Por qué pisotean y desprecian a diario delante de todo el mundo valores como la honestidad, la coherencia, el respeto a las personas o el servicio a la sociedad y al bien común, que es por lo que supuestamente ocupan el cargo para el que fueron elegidos democráticamente.

Luego se quejarán de la desafección ciudadana y del avance de los extremismos. Volverán a utilizar desde sus púlpito mediáticos el mensaje del miedo para intentar influir en una sociedad cada vez más alejada de sus discursos vacuos y carentes de sentido, intentado ganarse una credibilidad que perdieron hace tiempo. Una sociedad cansada de sus tejemanejes y preocupada en problemas reales como la pandemia y poder llegar a fin de mes con un mínimo de garantías.

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