Joseba Osorio Arizmendi

Del Estado fallido francés al problema vasconavarro

Este artículo de opinión nace con la vocación de hablar alto y claro sobre una serie problemáticas sociales que afectan a la población vasconavarra pese a lo difícil que resulta tratar estos temas en ambientes de izquierdas o como dicen ahora nuestros políticos, en el «espectro progresista». Muchas personas habréis oído hablar del colapso, seguramente, enfocado casi siempre a cuestiones ecológicas. Lo cierto es que aparte de este tipo de colapso, el cual existe, lo que se vive en toda Europa es un contexto de colapso civilizatorio que pone en jaque a todas las naciones del continente, incluida la vasconavarra.

La sociedad líquida capitalista y el globalismo multicultural que nos han impuesto desde el liberalismo de derechas, pero también, desde la «izquierda» socialdemócrata de la mano de la Agenda 2030 -no olvidemos que Ione Belarra ha sido ministra de esta Agenda-, ha generado las condiciones perfectas para vivir un momento de polarización política y de segmentación étnica que cada vez se sostiene menos sociológicamente. Obviamente, dentro de este fenómeno a escala internacional, Francia simboliza la materialización del primer Estado fallido europeo, pero no nos confundamos, en la CAV y Nafarroa ya empezamos a notar las consecuencias de un proceso económico-demográfico que tiene por objetivo la destrucción de las culturas populares europeas. En este tiempo turbio y mainstream de desestructuración de la izquierda tradicional, de implosión interna del movimiento feminista o de ruptura con el ecologismo social histórico, han surgido sujetos reactivos españolistas, como por ejemplo, el Frente Obrero de Roberto Vaquero. Una propuesta neoestalinista1 y recentralizadora, que no tiene cabida en Euskal Herria por diversos motivos, fundamentalmente cuatro:

Son una opción ultranacionalista española que ignora la identidad y la particularidad vasconavarra.
Defienden un análisis migratorio cortoplacista y falaz que no tiene en cuenta los principales problemas que llevan a este fenómeno. Obviando el neocolonialismo, la sociedad de consumo occidental y la creencia en una economía productivista basada en el crecimiento económico ilimitado.

Su centralismo y organigrama hiperjerárquico no tiene en cuenta nuestra Historia comunal ligada a la descentralización de la política cotidiana (herri-batazarre, auzolan, etc.). Fundamentalmente, porque es un copia y pega de las tesis estalinistas y hoxhaístas aplicadas al mundo moderno.

La creencia, fruto de la polarización sociopolítica existente en este siglo XXI, de creer que cuestionar la problemática que deriva de la migración forzosa debe ir ligada intrínsecamente a posicionarse categóricamente en contra de todo lo que representa el movimiento feminista, el ecologismo o el mundo trans.

Ante este panorama cínico es hora de construir relatos alternativos, es tiempo de romper con el discurso falaz de la progresía y de la derecha mediática que edifican una «polaridad falsa» que pretende presentarnos al PP como fascista y al PSOE como social-comunista. Cuando en realidad ambos partidos representan lo mismo: el neoliberalismo y la preservación del actual status quo. Mucho cuidado con retorcer las palabras hasta lo inimaginable, porque puede llevarnos a un contexto distópico donde nada será lo que realmente es. El caso es que el 15M reivindicaba, hace ya varios años, romper con el bipartidismo y la cruda realidad es que volvemos a la política de bloques sistémicos gracias a Podemos, -ahora Sumar- y a VOX. Esto que digo tiene dos ejemplos muy recurrentes en la ciencia política moderna, de uno y otro lado, de los «supuestos extremos»: ni Syriza tumbó a la Troika pese a ganar un referéndum que legitimó al Gobierno griego de Alexis Tsipras a desobedecer las medidas «austericidas», ni Meloni ha puesto en juego el PIB italiano, pese a que esto implique romper su programa «supuestamente» antiinmigración2.

Si miramos de nuevo a casa, es desesperante ver que no hay absolutamente nadie que esté teorizando con seriedad sobre las problemáticas sociales que surgen al calor de las migraciones o sobre ¿cómo podemos solucionar una coyuntura que aporta incertidumbre para los pueblos vascos? Una situación, la migratoria, la cual desgraciadamente está relacionada con la precariedad laboral, la carestía de la vida en los principales núcleos productivos, la hegemonización de la hoja de ruta capitalista3 o la inseguridad. Quiero matizar que esto último no es culpa de los migrantes como grupo social homogéneo, sino de ciertos colectivos de migrantes -mayoritariamente hombres y en gran porcentaje magrebíes- que generan altercados violentos y machistas en nuestras ciudades.

En esta tesitura de desafección, son miles las vascas que votan «con la nariz tapada» o que directamente no votan, ya que consideran que a día de hoy no existe una opción política que trate, desde una perspectiva euskaltzale, una de las mayores problemáticas estructurales a la que nos enfrentamos en este siglo XXI: la cuestión migratoria -con todas las aristas que tiene la misma-.

Por otro lado, el eje izquierda-derecha ha perdido todo su sentido, puesto que nos encontramos en un periodo político donde parece que la alternativa a la «izquierda» del PSOE la representa «Sumar». Un proyecto socialdemócrata que ni siquiera avala algo tan básico como el derecho a decidir entre monarquía o República. Mucho menos, tiene a bien atender el legítimo derecho que tiene el pueblo vasco a decidir su futuro. Por no mencionar lo surrealista que resulta, que en plena campaña electoral, esa «izquierda» a la «izquierda» del PSOE, nos hable sin ruborizarse de que votarles a ellas será como votar al PSOE, ya que van a gobernar en coalición sí o sí con los de Pedro Sánchez; por mucho que en su anterior gobierno de coalición no se haya derogado la ley mordaza, se haya vendido al Sahara o sigamos con una ley del trabajo peor que la que teníamos antes de la reforma de Rajoy-hay que recordar que la reforma laboral de Rajoy no se derogó, solo se retocó-.

¿Lo peor de todo esto?, que para la «izquierda soberanista» vasca (EH Bildu) esto no supone ningún problema, es más, su secretario general, Arnaldo Otegi, en una entrevista en el diario Público afirmó lo siguiente: «No vamos a obstaculizar que se forme un gobierno de progreso en ningún sitio». Yo me pregunto ¿qué progreso?, ¿acaso considera «progreso» la dirección de EH Bildu legitimar a un gobierno que niega un derecho tan básico como el que tienen los pueblos a decidir su propio futuro?, esto, aparte de todas las mentiras en las que ha incurrido el gobierno de coalición de Unidas Podemos y el PSOE. ¿Es acaso progreso el PSOE de los GAL?, ¿es progreso un partido que aún no ha pedido perdón por los crímenes cometidos y el daño causado a la sociedad vasca?

Euskal Herria ya no es un oasis -seguramente nunca lo fue- y es que, el devenir del panorama sociopolítico vasconavarro se antoja complicado en multitud de aspectos: reparto del trabajo, ruptura con la precariedad, reducción de la jornada laboral, polarización política, etc. Si a esto le sumamos, que los guetos o la inseguridad han crecido exponencialmente en las calles vascas consecuencia de los nulos planes de integración urbanística y de las bandas criminales organizadas, podrán ustedes imaginarse que la solución a uno de los aspectos más importantes del panorama social vasconavarro, no consiste en mirar para otro lado (como hace la izquierda soberanista), que tampoco, en abogar por discursos españolistas u ortodoxamente punitivistas que van acompañados de proclamas homófobas o procatólicas.

Lo que es una obviedad basándonos en todo esto, es que es necesaria en el conjunto de Euskal Herria una respuesta política que nos rescate de esta orfandad y que abogue, porque este país no se convierta en una Francia 2.0 con discursos que vayan más allá que el que defiende la extrema derecha liberal. Es importantísimo abordar esta cuestión, si no queremos que la desafección que puedan tener las trabajadoras con la izquierda, ya no es que lleve a un panorama político donde gobierne la extrema derecha liberal, sino a un escenario de auge de las opciones identitariamente fascistas y nacionalsocialistas.

Que en los últimos años se han producido una serie de problemáticas con muchos jóvenes magrebíes en Bizkaia, por poner un ejemplo dentro de EH, es un hecho que no podemos negar y al que hay que poner solución. No hablamos de lobos solitarios o de personas descoordinadas, sino de bandas organizadas, como es el caso de la banda magrebí: ‘Les Derniers Salopards’ (LDS). Este grupo criminal ha estado implicado en diversos robos con violencia, riñas tumultuosas y un intento de asesinato en Portugalete. Bandas que se nutren, principalmente, de gente muy joven -entre 14 y 17 años- y las cuales, en su mayoría, responden a un mismo perfil: jóvenes nacidos en el extranjero, de los cuales una gran parte son originarios del Magreb.

Esto en lo que se refiere a la CAV, si hablamos de Nafarroa, tenemos que decir que el tema no está mucho mejor, sin ir más lejos, estos últimos sanfermines, pese al poco seguimiento que se ha hecho de la noticia, según algunas fuentes que van más allá de la prensa nacionalista española, todo parece apuntar a que los autores del apuñalamiento a un joven en la Media Luna de Pamplona son de origen magrebí. Este, sería un caso más de violencia por parte de un tipo de gente muy identificada: jóvenes, hombres y magrebíes. El cual se sumaría a las violaciones, robos con intimidación o peleas que se han vivido en la capital foral en estos últimos años. Esto, sin tener en cuenta las problemáticas de convivencia en la Ribera navarra o las que se han vivido en el Centro de Menores de Marcilla, lo que llevó, por cierto, a muchos de estos jóvenes a ser trasladados a la capital navarra tras la presión ciudadana. Para corroborar con datos todo esto que digo, solo hace falta darse un paseo por la hemeroteca. Evidentemente, no todos los magrebíes son iguales, pero no podemos negar que existe un problema y de los gordos, ya que esto no solo pasa aquí, también se reproduce en Francia, Bélgica y en aquellos lugares que hay un gran porcentaje de población de este origen.

Lo cierto es que esta cuestión va más allá de las bandas organizadas, los guetos que se empiezan a conformar en nuestro país -el mayor ejemplo es el barrio de San Francisco en Bilbo- o las problemáticas que devienen de la no integración de las personas migrantes. Lo más grave de esta problemática, es que la misma no tiene pinta de que vaya a solucionarse, es más, parece que va a ir a peor. Comprensible si tenemos en cuenta que el empresariado vasconavarro quiere una mano de obra precarizada que aumente sus ganancias disminuyendo sus costes y es que, los problemas de integración que derivan de los flujos migratorios copiosos a la patronal vasca parecen importarles un pimiento.

Por hablar de datos concretos, según el INE, en el año 2022 la cifra de personas migrantes en Hego Euskal Herria era de unas 258.092 personas. Hace solo 24 años, el número de personas extranjeras en esta parte del país era de tan solo de 19.511, por lo que desde 1998 al año 2022, el número de personas extranjeras ha ascendido en 238.581 personas -estas cifras no tienen en cuenta las nacionalizaciones de personas de origen migrante-. Datos, que son aún más preocupantes si tenemos en cuenta que esta población se concentra -principalmente- en los cuatro grandes núcleos urbanos de Hego Euskal Herria.

A este fenómeno actual de migración «ultraibérica», hay que sumar las migraciones que se produjeron en el pasado siglo XX desde otras partes del Estado español. De cualquier modo, si queremos estudiar el fenómeno migratorio desde la seriedad, no podemos ignorar las similitudes culturales y religiosas que existían entre las personas que emigraron a EH y el pueblo vasco; la particularidad identitaria vasca respecto al resto del Estado, no niega en absoluto la conexión cultural y los flujos, no solo de personas, sino también, de saberes compartidos o tradiciones culturales que han sido coetáneas a una gran parte de los pueblos ibéricos durante siglos -incluido el pueblo portugués-.

Pues bien, el problema no es que exista la inmigración, el problema es que se dé una inmigración por motivos de fuerza mayor y que la izquierda tenga que estar sí o sí a favor de la misma -lo que me resulta completamente incongruente-. Hablemos claro, la inmigración forzosa es un drama y así hay que tratarla, por lo que posicionarse en contra de la misma es una necesidad de cualquier persona de izquierdas que crea en la justicia social entre el Norte y el Sur del planeta -aunque esto implique perder privilegios materiales en Europa para que esta gente no se vea en la obligación de dejar sus países de origen-. Ahora bien, últimamente está todo tan distorsionado y polarizado que cualquier conato de crítica dentro de la izquierda en torno a esta cuestión, es tildada de «rojopardista» o directamente de fascista, cabe recordar en estas líneas el artículo, con sus luces y sombras de Esparza Zabalegi: ¿Migración?, No gracias. Un escrito valiente que igual, desacertadamente, puso sobre la mesa una cuestión que es imperativa de tratar desde una óptica euskaltzale.

En mi opinión, toca tirar del freno de mano y frenar, valga la redundancia, el relato impuesto por la izquierda mainstream. Para ello, tenemos que decir, sin bagajes, que es imprescindible salir del sistema neoliberal para mitigar la inmigración forzosa y eso, solo se conseguirá, apretándose el cinturón y disminuyendo nuestro modelo de producción y consumo basado en el crecimiento ilimitado. Es una obligación ética y moral de aquellas que se dicen de izquierdas -en todas sus vertientes posibles-, arrimar el hombro para frenar los planes de los economistas neoliberales (tanto de derechas como socialdemócratas) que pretenden insertar en Europa a decenas de millones de trabajadores migrantes precarios para que la rueda siga girando más y mejor, ignorando las consecuencias sociopolíticas que esto traerá.

Es crucial enunciar que esta estrategia de la patronal, que habla sobre la «necesidad» que tenemos en Europa de mano de obra extranjera ante la ausencia de trabajadores autóctonos en ciertos sectores económicos, está directamente relacionada con el desprestigio que se ha hecho -salarial y socialmente- de los oficios manuales y de la FP. Así que, que no nos vendan humo, no se necesitan más inmigrantes para pagar las pensiones o para cubrir los puestos de trabajo, lo que se necesita, es una disminución de la jornada laboral -en todos los ámbitos laborales-, un reparto del trabajo, un resurgimiento y dignificación de la FP y unas condiciones económicas en consonancia con los precios del mercado. Pero claro, esto no te lo dirá ningún político de turno -ni de la derecha ni de la «izquierda» sistémica-.

Mientras tanto, y basándonos en la población migrante que vive en nuestro país, tenemos que hacer lo imprescindible para trabajar en la integración absoluta de las personas migrantes. Edificando de manera coordinada una estrategia colectiva que evite los guetos y que fomente desde las administraciones, pero también desde la sociedad civil, el reparto equitativo de la población migrante en los diferentes territorios. Para ello, será necesario la consecución de un marco organizativo propio para el pueblo vasco.

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