Tasio Erkizia
Militante de la izquierda abertzale

«Denok batera, presoak kalera»

Al igual que en las instituciones, el tema de los presos y presas vascas debe de ocupar un lugar preferente en las calles de nuestros pueblos y ciudades.

La muerte de Igor González Sola ha supuesto un mazazo tremendo. Una nueva muerte violenta que se podía haber evitado. Un hombre joven asesinado «legalmente» con la aquiescencia de muchos que se llaman «demócratas». Para todos los hombres y mujeres de buena voluntad es una mala noticia que nos obliga a actuar con determinación para que sea la última persona víctima de esta política penitenciaria criminal.

Especialmente llamativo y preocupante ha sido el silencio escandaloso de la gran mayoría de los medios de comunicación, de las instituciones públicas y de la llamada clase política. Ningún representante del PNV ni del PSOE se ha dignado mostrar la solidaridad con la familia y mucho menos en criticar a los responsables públicos de este nuevo asesinato político. ¿El alcalde de Bilbo no tiene nada que decir sobre la muerte de un vecino de la Villa de Bilbao, preso, en manos de instituciones públicas y fallecido como consecuencia directa de una sistemática vulneración de derechos humanos? ¿Le resulta indiferente? No podemos olvidar que Igor tenía que estar desde hace tiempo legalmente en la calle por estar gravemente enfermo y por haber cumplido las tres cuartas partes de la condena. El Gobierno de Gasteiz emite una nota, pero muy cuidadosa para no señalar a los responsables directos, ni exigir responsabilidades, precisamente a los que son sus socios directos en el Gobierno. Con peticiones de cambiar la política penitenciaria, pero sin compromiso ninguno.

Algo grave esta sucediendo en una sociedad en la que la mayoría de los dirigentes políticos y sus medios de comunicación, convierten en noticia importante una simple pintada en un batzoki o en una casa del pueblo, mientras guardan un indignante silencio ante la muerte violenta de un preso político. Esta indiferencia total ante la conculcación de los derechos humanos cuando son personas que no piensan como ellos, ni afines al sistema y dóciles ante la injusticia, muestran que la convivencia social de la que hablan es de vencedores y vencidos. Y convierten en legítima la violencia cuando es utilizada contra su adversario político. Cuando los derechos humanos se miden en función de los intereses y beneficios políticos propios, estamos ante una grave degradación de la vida y función pública.

De todas maneras, estas líneas las quisiera escribir mirando al futuro, animando a unir fuerzas y llamando a la unidad. Mirando al futuro porque es nuestro porvenir lo que esta en juego. Sin olvidar ni renunciar nuestra historia, claro está, pero sin anclarnos en lo que ya no tiene remedio. Admitiendo y realizando la autocrítica, como ya lo hemos hecho, pero apostando valientemente por un futuro mejor para nuestro hijos y nietos. Y evidentemente, recordando con orgullo todo lo que hemos aportado en pro de construir una Euskal Herria soberana, no dependiente de multinacionales ni estructuras estatales ajenas; por una sociedad igualitaria, con un justo reparto de la riqueza, y un modelo de sociedad en que la ciudadanía es sujeto activo de su propia historia. Una historia en la que reconocemos a los presos políticos como luchadores por la libertad y compañeros que nos han enseñado una vida llena de ideales, entrega a una causa colectiva, utopías e ilusiones solidarias.

«Denok batera, presoak kalera» debe ser el lema que nos una a todos los sectores de la sociedad que apuestan por una convivencia basada en el respeto mutuo y no la imposición. Aquellos que siguen soñando en dividir, criminalizar y vencer a la izquierda abertzale seguirán machacando a los presos políticos como arma arrojadiza contra ese movimiento político. Alargar la prisión a los que están en las cárceles, inventar nuevos juicios por hechos sucedidos hace treinta años, mantener la cruel dispersión para crear crispación y divisiones entre los familiares... son viejas tácticas que dice mucho de la política vengativa de las instituciones españolas, pero también de una estrategia compartida con fuerzas vascas para desgastar a un emergente y transformador movimiento sociopolítico.

Y es un buen momento para cambiar de dinámica y unir las fuerzas. Nos adentramos en una fase larga sin competiciones electorales y debemos lograr que las numerosas declaraciones públicas se conviertan en hechos reales. ¿No es posible un acuerdo común, una estrategia de país, a favor de los presos entre las instituciones de Iparralde, el Gobierno de Nafarroa y el reciente de Urkullu? Es la hora de demostrar que se apuesta decididamente por un futuro diferente y por impulsar una convivencia basada en el respeto de todas las partes y los derechos de todas y todos.

Al igual que en las instituciones, el tema de los presos y presas vascas debe de ocupar un lugar preferente en las calles de nuestros pueblos y ciudades porque, sin vaciar las cárceles, no puede haber proceso de paz y menos convivencia social. Es compleja la encrucijada en la que viven los y las prisioneras políticas vascas, pero las dificultades que conlleva la política de cerrazón y venganza por parte de instituciones del Estado español o francés y los sentimientos de impotencia que producen tantos años de lucha sin descanso, no nos debe llevar a confundir de enemigo y menos utilizar el dolor acumulado para extender la desazón entre los familiares y amigos de los represaliados. Justo lo contrario. Es nuestra, la responsabilidad de transmitir esperanza y calor humano hacia todos ellos. No es fácil encontrar las palancas que posibiliten abrir las cárceles, pero lo lograremos a base de aumentar el fuego de la solidaridad y del compromiso de todas las partes, especialmente de amplios sectores de la ciudadanía vasca.

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