Josemari Lorenzo Espinosa
Historiador

Desarme: más preguntas que respuestas

Confieso que me gustaría saber algo más y estar seguro de lo que está pasando. Tan seguro, como están muchos líderes de la izquierda abertzale. Como parece que están los actuales dirigentes de ETA. Como parece que están algunos de nuestros ilustres adversarios de toda la vida. Entre ellos, algunos tan sospechosos, como el PSOE, el PNV etc.
 

No se si atreverme a decir (por no estropear el día a alguien) que entregar o no entregar las armas, no tiene demasiado importancia. O si la tiene, es solo simbólica. Supuesto que ETA lo ha dejado, desde hace años. Supuesto que yo (y muchos yo) creemos que su renuncia es cierta... Lo que queda: disolución y desarme, es secundario.

Tan secundario, que no acabo de comprender por qué alguien (¿quién?) ha montado tal parafernalia, tanto espectáculo que roza el surrealismo. Y por qué nadie sospecha algo, cruza los dedos o se extraña del alborozo político de algunos de nuestros mejores enemigos de siempre.

Hace poco hablaba con un antiguo militante. Lo llamaré I. Para mi, I. es uno de los principales activistas del primer periodo armado de ETA. I. estaba (estábamos) de acuerdo en que si no se había podido ganar la guerra militar, lo lógico sería dejarla. Es decir, no volver a usar las armas. No volver a disparar. Y si este era el criterio de ETA... pues nada que oponer.

La conversación derivó hacia otras posibles estrategias. O hacia el hecho de que siendo imposible ganar una guerra, contra enemigo militar tan grande y tan bruto, lo que se ha buscado, sobre todo en los años mas duros de la transición, era aquello de «agudizar las contradicciones»... Nada nuevo. Se trató de una conversación, que seguramente muchos habrán repetido estos años. Y que no tiene mucho de particular, a estas alturas.

Sin embargo, este mismo antiguo activista, o sea I., decía que no se debían de entregar las armas. ¿Quizá por su carácter de rendición simbólica? No lo se. No me quedó muy claro. I. también opinaba, que por haber perdido una batalla, la guerra podía continuar en el futuro. O sea más o menos, que las armas tendrían que estar, aunque fuese virtualmente, operativas. O que su no-entrega pudiera servir de imaginario y referencia en las próximas generaciones.

En ese punto, yo me ponía práctico y le decía que, lo de las armas me daba igual. Que siempre se pueden reponer. Que a lo mejor, después de cinco años en zulos estaban oxidadas... Y otras ocurrencias.

También le decía, que por mucho que respeto la decisión del acto del sábado, tampoco le veía mucho sentido, a lo de las armas. Ni a entregarlas, ni a guardarlas. A no ser que sea una exigencia del gobierno actual y los que le apoyan, a cambio de no se sabe qué contrapartida. Un plan B, mas o menos secreto o prometido solo a medias, en tiempos de transparencia. Porque de lo contrario, si no hay nada concreto, a cambio de tanta «molestia»... todavía peor.

Lo cierto es que lo que cuenta es la decisión de 2011, de no actuar. Y que por mucho que ETA, lo deje, renuncie, se retire, se disuelva o entregue su arsenal, nada de eso hipoteca el futuro. Ni el suyo ni el nuestro. Simplemente se pasa una página, de un libro que sigue abierto, por desgracia, desde 1839. Y si fuese necesario, siempre podrá haber alguien que retome lo que ETA dejó en 2011, o entregó el 8 de abril. No veo tan dramático. En su sentido teatral. Ni tan decisivo, lo de Baiona.

De acuerdo con el razonamiento de I., mi interlocutor, si las condiciones que llevaron una vez a crear ETA, siguen en vigor o incluso empeoran, nada podrá impedir y menos «el 8 de abril de 2017», que otra organización tome el relevo y se incline una vez mas por la lucha armada. O similar.

Esto solo lo podría impedir, en mi modesta opinión, y paradójicamente, otro enfrentamiento. Un enfrentamiento político y social mucho mas radical, que el que parece estamos ofreciendo por ahora, en el momento de la fase de desarme. Y que hasta los catalanes nos avergüenzan. Enfrentamiento que vendría a desdecir toda esa teoría de que porque no esté ETA, milagrosamente nos reconciliamos con los ocupantes. Así, sin más.

Cuando digo enfrentamiento, me refiero a esa «confrontación», a la que precisamente acaba de renunciar con todos los honores, loas y alguna vergüenza oculta, el PNV. Confrontación que todos esperamos, que más pronto que tarde cuando se acaben las celebraciones de Baiona, sea asumida y activada por la izquierda abertzale.

Agur bero bat eta bon voyage.

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