Karlos Aretxabaleta «Txapel»

Desequilibrio

¿Cuántas pueden ser las razones que unen al montañero, al escalador, al alpinista con la montaña?

Querer destacar por encima del resto, poseer un don de antemano negado, o explotar un don innato. Competir por engordar un botín ficticio o querer compartir ese botín. Tener voz en la cordada, o ser un bardo en los relatos de aventuras. Soñar con sueños bonitos, o gritar en pesadillas sobre las alturas. Monólogos brillantes bajo las estrellas en un coliseo rodeado de montañas, o tartamudeo helado con la adrenalina a flor de piel. Una amistad duradera o una superflua.

¿Cuántas pueden ser las razones que unen al montañero, al escalador, al alpinista con la montaña? Estoy seguro de que, si preguntamos en nuestro círculo de amigos, a estos que están sumergidos en este «mundo», adornarán sus respuestas como si de poemas se trataran. Sí, yo también sé adornar, escribir, describir y divagar sobre la belleza de las montañas. Me encanta. Yo también puedo ser un romántico. Yo también puedo ser Lord Byron y soñar constantemente con la perfección romántica de un paisaje robado por algún museo, sin olvidar que en el momento en que lo contemplas le das fuego a esa perfección preconcebida, sólo dibujada en tus sueños y en tu mente.

El hecho es que, después de darle vueltas, creo que el monte, la escalada, el alpinismo, los paisajes, la bruma queda, el mismo silencio colándose por tus oídos... todo es mucho más prosaico, más sencillo. No desmerece ver y observar nuestro alrededor, nuestras paredes, nuestras montañas, etcétera, con los ojos de un poeta; pero sin olvidar que hay que agarrarse a ese poema con las manos –y con los pies–, porque de lo contrario, todas esas imágenes bonitas y poéticas no serán –en el mejor de los casos– más que un recuerdo.

Dicho esto, creo recordar que para escalar es necesario tener equilibrio a todos los niveles; físico y emocional. ¿Qué persona en su sano juicio escalaría con un desequilibrado? Conforme, excepciones hay en todos los lados. Quizá todos los escaladores o montañeros, al igual que los poetas, estamos un poco desequilibrados. Bendita paradoja. ¿En eso se basa –también– nuestra lucha diaria? ¿Qué tiene que decir la poesía montañera en todo esto? ¿Qué dirían Felix Iñurrategi, Rébuffat, Terray, Miriam García y Winthrop? ¿Y qué hay del equilibrio natural entre humanos y montañas? No solo me refiero al equilibrio que hay que mantener en un mar de placa con poco canto...

No obstante, y citando al grupo Berri Txarrak, «orekak ez du balio aspaldi jausi zarenean» (de nada sirve el equilibrio cuando hace tiempo que has caído). ¡Así que recuerda! Si te has caído hace poco o hace tiempo por falta de equilibrio y no estás muerto o muerta –por hacerte un puto selfie con tu compañero de aventura–, ¡sacúdete el polvo, ponte magnesio en las manos y vuelve a agarrar el poema con firmeza!

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