Elena Bezanilla
SOS Racismo Bizkaia

DiAngelo y la fragilidad blanca

El privilegio blanco se manifiesta todos los días en una variedad de formas. Por ejemplo, es una realidad que, como persona blanca, nunca se me ha ocurrido que me puedan identificar en la calle sin razón alguna.

Este artículo, escrito desde mi posición como persona blanca, propone la necesidad de una mayor implicación de las personas blancas en lo que se refiere al proceso de deconstrucción de la blanquitud como el lugar en el que se mantienen los privilegios reales y simbólicos que sustentan el racismo en nuestra sociedad.

El racismo no es una cuestión moral, sino que es un fenómeno estructural que deshumaniza y niega la dignidad a personas y grupos en base a sus características físicas o por su origen nacional o cultural. Franz Fanon, filósofo y psiquiatra negro nacido en la Martinica francesa, fue uno de los primeros en explicar cómo se estructuró el racismo a partir de la colonización cuando se inventaron las «razas» y su jerarquización. Según Fanon existen dos zonas divididas por una línea. En la superior –o zona del ser– se sitúan las poblaciones blancas reconocidas como humanas y en la zona inferior, la del no-ser, habitan los pueblos racializados pertenecientes a la categoría de lo no-humano.

A partir de entonces, el colonialismo, el capitalismo y el racismo se han entretejido de manera muy profunda, y han determinado para los pueblos del mundo una distribución jerárquica de acceso a los recursos y a las oportunidades tanto en el ámbito personal y social como en el institucional y político, creando efectos terribles sobre buena parte de la población mundial. Europa nunca ha resuelto el asunto del colonialismo entendido como algo constitutivo de su historia y su sistema económico hasta la actualidad. En el Estado español y en el contexto vasco es necesario tener en cuenta por un lado nuestra participación en los movimientos colonizadores y esclavistas y, por otro, incluir en esa violencia sistémica la exclusión histórica del pueblo gitano. La historia del pueblo Rom en Europa es una historia de racismo y segregación igual que la de las comunidades afrodescendientes o los pueblos indígenas. «Una reminiscencia de la esclavitud o de un estatuto inferior, tipo raza-casta», nos dice el escritor gitano Vasile Ionescu.

Mucha gente blanca se pregunta ahora mismo «¿qué puedo hacer?». La educadora blanca estadounidense Robin DiAngelo, en su libro “Fragilidad blanca”, explica cómo las personas blancas perpetúan el racismo al ser demasiado frágiles para discutir el tema abierta y honestamente. Afirma que cuando se nos habla de privilegios nos sentimos muy ofendidos. No estamos acostumbradas a que nos vean como personas blancas y, de alguna manera, nos sentimos expuestas: nuestra conciencia no racializada nos hace frágiles en estas conversaciones.

El término «fragilidad» habla de lo poco que se necesita para sacarnos de nuestras zonas de confort raciales. Pero luego la reacción es una actitud defensiva armada, situaciones de malestar, agresividad y resentimiento. Esto sucede por el peso de la historia y el poder institucional. Tenemos un buen trabajo que hacer para desarrollar nuestra resistencia a esa «fragilidad», pero no lo construiremos mientras creamos que solo las personas que quieren agredir a otras intencionadamente son las «racistas». Para DiAngelo, esa fragilidad emocional para abordar el racismo proviene del hecho de que la gran mayoría de personas blancas crece en ambientes segregados del contacto con otros grupos raciales y, en especial, protegidos de la experiencia de estrés generada por el racismo, algo que es «perversamente» cotidiano para la vida de las personas gitanas, negras, magrebíes, indígenas y de otros grupos racialmente discriminados.

El privilegio blanco se manifiesta todos los días en una variedad de formas. Por ejemplo, es una realidad que, como persona blanca, nunca se me ha ocurrido que me puedan identificar en la calle sin razón alguna, me puedan insultar por mis rasgos, me vayan a poner muchas más trabas a la hora de alquilar un piso o me vaya a perseguir un guardia de seguridad solo por entrar en un supermercado. Aunque pueda parecer difícil admitirlo, tenemos internalizada la superioridad. Investigaciones recientes son muy claras al respecto: entre los tres y los cuatro años, todos los niños y niñas saben que es mejor ser blanco. Además, utilizamos la ausencia de personas racializadas como la medida de valor de nuestro espacio. ¿Qué es un buen barrio? ¿Qué es una buena escuela? Medimos si una escuela es buena en gran parte por la ausencia de niñas y niños racializados.

Otra de las constantes más importantes, es lo que DiAngelo llama el binario bueno/malo: o eres racista o no lo eres. Si eres racista, eres malo; eres intencional y conscientemente malo con las personas en función de la raza. Y si no eres racista, eres bueno y de mente abierta. Lo que se establece es que ser una buena persona y ser cómplice del racismo se excluyen mutuamente. Y esa es la raíz de casi todas las actitudes defensivas de la gente blanca: esa simple definición de que el racismo tiene que ser intencional para ser considerado como tal.

¿Qué podemos hacer? La primera cosa eliminar la afirmación: «no soy racista». Luego responder a la pregunta de cómo he logrado ser una persona adulta y no haberme dado cuenta de que no fui educada sobre el racismo; no hablo de racismo con las personas en mi vida; no hablo de racismo con personas racializadas; no tengo un trato auténtico con ninguna persona gitana o de color; realmente no me ha importado averiguarlo; no quiero sentirme culpable. La segunda cuestión es trabajar en responder a esta pregunta: ¿Qué significa ser una persona blanca? Descubrir cómo el hecho de ser blanca ha condicionado la mayor parte de los aspectos de mi vida; cómo el hecho de ser persona blanca determina cómo te ves a ti misma como única, especial o diferente. Y luego, leer todo lo que pueda de personas racializadas y gitanas; escucharlas.

Otra cosa que podemos hacer es buscar hacer menos daño a través de la práctica y los errores; ser considerada, pero no tener tanto cuidado de no correr ningún riesgo. La clave es aprender y crecer con los errores.
 
Para terminar, quisiera añadir una cita –traducida del inglés– de DiAngelo: «No creo que en mi vida me libere de mi condicionamiento racista. Y en realidad no me llamo antirracista, que sean las personas de color las que decidan si en un momento dado me estoy comportando de manera antirracista».

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