Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa
Etiker

Disfrutar de una vida más sencilla, más verdadera

Desde hace ya varias semanas estamos en un periodo de celebraciones y festejos especiales. Cuántas veces no habremos oído decir: «No me hables más de comidas. Ya es hora de salir de tantas comilonas».

Existe un colectivo, de aproximadamente el 15% de la población de Euskadi, que se encuentra en riesgo de exclusión moderada o severa, colectivo al que se debe dedicar más de una reflexión. Para el 85% restante, evidentemente existen problemas en el ámbito laboral, social, familiar, etc. que no se pueden obviar. En nuestra sociedad se oyen reflexiones que podrían resumirse en:

.- Ayer vivíamos mejor, no queremos renunciar a ninguna ventaja adquirida.

.- Queremos más y ahora mismo.

.- Si mi vecino tiene más, yo por qué no.

¿No será que, en general, estamos invadidos por una sed insaciable de consumismo (queremos más, sea cual sea nuestro nivel de bienestar) y de codicia (mi vecino tiene más que yo) que hasta ahora limitábamos a una pequeña minoría «oligarca»?

Por otra parte, demasiado a menudo nuestra sociedad se lamenta y protesta por las «duras condiciones de vida que sufre», aunque reconocemos que vivimos muy bien y por nada del mundo cambiaríamos nuestra condición por la de otro país vecino.

El nivel de riqueza de Euskadi es elevado, con un PIB per cápita de 30 274 €, frente a la media del Estado español (23 179 €) y comparable a la media de la UE (30 968 €). De ahí que si contemplamos nuestras ciudades o pueblos, no solamente los días de fiesta sino cualquier día, vemos: vehículos de alto standing, gente bien vestida y comprando otras prendas, restaurantes a rebosar con menús gastronómicos y bares con pinchos sofisticados, teléfonos móviles de última generación, etc.

La mayoría de los integrantes de este colectivo del 85% de la población ha adquirido una vivienda confortable, disfruta de vacaciones a menudo en un país lejano, un crucero o practica deportes costosos como el esquí, la alta montaña, el surf, el ciclismo (con bicicletas de alta gama), etc. Según las encuestas, muchos de los juegos ofrecidos en Olentzero no serán utilizados por los niños más de una semana porque se hartarán antes…

Además, a pesar de disponer en Euskadi de unos ingresos salariales superiores al 20% de la media estatal, nosotros mismos nos creamos dificultades para llegar a fin de mes y acabamos con angustias y depresiones. Una de las consecuencias de este modo de vida es que nos convertimos en más individualistas y sin querer enterarnos, todavía menos preocuparnos, de los problemas de los demás, pues bastante tenemos con los nuestros, aunque en parte los hayamos creado nosotros mismos.

Acusamos a los poderes políticos o económicos por no luchar contra el cambio climático, pero simultáneamente exigimos más infraestructuras de toda índole, más bienes de consumo y más baratos aunque vengan de las antípodas. Somos muy conscientes de que todo ello va en contra de un sano equilibrio ecológico, pero no queremos vernos concernidos. Si algún partido político prometiera limitaciones en nuestra vida cotidiana, que permitan una mejora (mínima) de este equilibrio, evidentemente no lo votaríamos. Y el tal partido, muy lógicamente, no prometerá tal limitación…. La responsabilidad seguirá siendo en parte suya pero ¿principalmente no será de cada uno? Si nosotros cada día compramos vehículos con mayor consumo, ¿cómo exigir a los constructores de automóviles que no adapten su producción a nuestros deseos de compra?

El cuadro anterior es una visión simplificada de la realidad en Euskadi. Es evidente que en este «colectivo del 85%» también existen magníficos ejemplos de cooperación y solidaridad. Pero ello no quita que la sociedad en general, tanto la vasca como la europea, responda en una cierta proporción a la descripción anterior.

No sabemos disfrutar de tanta actividad o adquisición de bienes. A la vuelta de vacaciones es frecuente oír quejarse de los atascos en las carreteras o colas en los aeropuertos, de la mala comida en los hoteles o la desagradable masificación. Pasando el día en los bosques o montes de Euskadi y entorno, con una buena tortilla o bocadillo, acompañados por la familia o los amigos, contemplando la extraordinaria naturaleza o el mar, ¿no hubiésemos disfrutado tanto o mucho más? Estamos perdiendo el gusto de una buena conversación, de la lectura o de la escucha de música en la tranquilidad de un bello lugar; es decir, una vida sencilla.

No se trata de volver a la era de las cavernas o del transporte en diligencias pero debemos ser capaces de una profunda reflexión acerca del futuro al que nos dirigimos. Ser conscientes de que, independientemente de lo que los poderes políticos, sociales o económicos pueden y deben hacer, a nivel personal también podemos y debemos actuar a favor del bien común, de la solidaridad y sobre todo disfrutando más, mucho más. No sea que nuestro mayor individualismo y codicia nos impidan compartir, acompañar, servir a los demás... acciones que procuran la verdadera felicidad.

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